1. Accio

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Eugiéne caminaba a paso rápido junto a su amiga Brianna, pues la clase de encantamientos comenzaba en dos minutos y tenían que andar bastante aún para llegar a la Torre de los Campos de Entrenamiento

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Eugiéne caminaba a paso rápido junto a su amiga Brianna, pues la clase de encantamientos comenzaba en dos minutos y tenían que andar bastante aún para llegar a la Torre de los Campos de Entrenamiento.

Miró hacia su derecha, al patio de la Torre del Reloj, y notó como James Potter y su grupo de amigos se acercaban bastante animados hacia al pasillo. Ella sabía que se intentarían hacer los graciosos con algún hechizo estúpido.

Y no se equivocó, escuchó como Potter susurraba un Accio, pero ella agarró fuertemente sus libros y se giró con rapidez lanzándole un Pretificus Totalus.

—Asegúrate de grabar bien mi rostro, James. Así no vuelves a intentar una broma tan tonta conmigo —miró a sus otros dos amigos y les dedicó una sonrisa con sorna. El de cabello negro, Sirius Black, ampliamente conocido por las señoritas de la escuela, sujetaba a su tieso amigo y miraba la silueta que se alejaba con agradable asombro.

El encuentro había sido tan rápido que alcanzó a llegar a tiempo a la sala, tres segundos después de ella entró el profesor Flitwick.

Brianna no dejaba de susurrarle.

—¿Tienes ojos en la espalda? —preguntó divertida.

—¿Qué crees tú, Brianna? Claro que no, es solo que los vi caminando por el patio y tenían una expresión en la cara que casi gritaba estupidez —susurró de vuelta.

—Fue tan divertido, y tú, por Dios, te viste tan genial diciéndole que recordara tu rostro —soltó una risa que contagió a su amiga. Ambas ya estaban coloradas por aguantarse las risotadas.

—Brianna y Eugiéne, concéntrense en la clase —mencionó el profesor Flitwick. Ambas callaron al instante. Estimaban en gran manera al jefe de su casa, pues, aunque era medianamente joven, ambas conocían acerca de la gran sabiduría que el profesor Filius tenía. En la sala común siempre se rumoreaba acerca de sus habilidades como duelista, se decía que tenía más de diez trofeos. No obstante, Eugiéne siempre resaltaba en él su sentido de la justicia y buen humor, no solía quitar puntos y no hacía acepción entre los estudiantes; aquello se debía a los grandes prejuicios que había afrontado en su juventud, claramente por su lejano ancestro duende. Su situación siempre le hacía reflexionar acerca de la manía que tenía tanto la comunidad mágica y muggle de clasificar a las personas y otorgarles un valor, ¿qué les hacía sentirse con el derecho de apuntar a la gente? Al final de la vida todos llegan al mismo lugar, el cementerio. Eugiéne rechazaba completamente cualquier expresión de superioridad.

La clase siguió con normalidad, aquella semana estudiaban los encantamientos anti-apertura, y Eugiéne intentaba anotar cada palabra que soltaba el profesor. Al final del año escolar debían rendir los TIMOS, en los que la chica tenía definido cuáles quería aprobar.

Remus se había quedado dormido, estaba seguro de haber escuchado a sus amigos intentando levantarlo, pero su cansancio era tanto que su cuerpo simplemente no respondió. La noche anterior había sido luna llena, recordaba como James y Sirius lo llevaban sujetado por los hombros al amanecer; estaba agotado. Pasó sus manos por su cabello con ánimo resignado, no le gustaba ser tan dependiente de sus amigos, no le gustaba inspirarles lástima, no le gustaba que fueran tan buenos con él.

Home Smells Like Chocolate ↠ Remus J. LupinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora