13. Sobre el comportamiento extraño de Snape

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Habían pasado cuatro semanas más

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Habían pasado cuatro semanas más. Entre las sesiones de estudio fuera de clases con Remus, las sesiones de estudio individuales y obviamente, las clases, el tiempo había pasado volando para Eugiéne. Que ganas le daban de tener un giratiempo o tener la clase de habilidades que tenía Dumbledore, porque estaba segura de que ese señor era capaz de hacer cualquier cosa, tal vez algún día podría pedirle que hiciera los días de vacaciones más largos. 

De las cosas que más valoraba ese semestre escolar era la amistad que había formado con Remus. Era tan fácil estar con él. Conversar, bromear y estudiar. Todo el nerviosismo que había sentido en sus primeras reuniones se había esfumado y era reemplazado por una sensación de comodidad. No quería sonar demasiado intensa, pero Remus transmitía la sensación de un hogar cálido. 

Siempre había querido tener un hogar así. Su familia no estaba mal. Podía llegar a sentir algo así cuando se quedaba sola con su padre en casa. No entendía muy bien por qué su madre, que se suponía o la mayoría creía que debía aportar calor de hogar, traía consigo siempre una especie de aura fría. Amaba a su madre y no la cambiaría por nada, pero sí pensaba que escondía alguna pena muy grande dentro. Alguna tristeza que jamás se enteraría. 

¿Qué sensación transmitiría ella? ¿Era de una vibra cálida o fría? Quería considerarse como la primera, y quizá confesaba que se esforzaba en transmitir aquello, no obstante, sabía que muy en el fondo era como su madre. Quizá por eso se llevaba tan bien con Remus, su calidez era genuina y espontánea, no se esforzaba por parecer de esa forma. De algún modo... le complementaba. No quería sonar tan cursi, pero por el momento no encontraba otra palabra para describir lo que pensaba. 

En ese preciso momento se encontraba en clase de pociones con Snape. Este movía su pierna con celeridad. Escribía algo en un cuaderno bastante gordo, más concentrado de lo que alguna vez la chica le había visto, despegaba su atención de vez en cuando para reflexionar un poco y seguir escribiendo. 

—¿Conoces a Remus Lupin? —preguntó de repente el pelinegro.

Eugiéne se puso nerviosa. 

—Lo he advertido por ahí. ¿Por qué la pregunta?

—¿No te parece extraño su ausencia todos los meses?

—Escuché que su mamá está enferma —respondió un poco inquieta.

Severus negó con la cabeza y no volvió a dirigirle la palabra en toda la clase. 

—Nos vemos, Severus.

—No confíes en Remus Lupin, te ha estado mintiendo durante meses —le dijo en un tono frío y salió de la sala. 

¿Qué rayos sucedía con Snape? ¿Por qué se sentía con el derecho de tratar a Remus como un mentiroso? 

Eugiéne sabía en el fondo que Severus quizá no estaba tan equivocado, pero ella no quería reconocerlo. Ni siquiera sabía como el chico se había enterado de que se juntaba con él de vez en cuando, aunque el último tiempo era casi a diario. 

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