Christian
Christian miró horrorizado a la mujer que se subió a su auto sin pedir permiso, abrió la boca dispuesto a soltar un grito furioso porque esa chica esta llenando los costosos asiento de piel de su auto, de agua, está empapada por la lluvia, y estaba dispuesto a bajarla, sino fuera porqué esa aprovechada hasta se puso el cinturón de seguridad.
— ¡¿Estas loca?! — Dijo tratando de bajarla quitándole el seguro al auto para que abra la puerta — Bajate ahora mismo Olimpia, no se quien te persiga o solo es tu imaginación, la verdad no me importa, hice todo a mi alcance después de que tuviste ese accidente por mi culpa, ahora no te debo nada, bajaré ahora mismo de mi auto —
Pero Christian jamás había visto tan asustada a una joven, porque el horror que desprende la cara de Olimpia es único y verdadero.
— ¡Lamento haberte llamado horrible, pero no me bajes de tu auto ahora mismo! — Replico esa joven rubia llena de agua. Christian la miró ofendido.
— ¿Me llamaste horrible? — Pregunto claramente molesto y sin mover su auto, porque esta seguro que la bajará de la forma que sea.
Esa chica movió sus manos asiendo sonar sus pulseras, esas cosas de plata que quizá compro en Egipto, su respiración es agitada y sus ojos dorados están muy abiertos.
— Si te llamé así, porque te veías horrible el día que fuiste a mi cada, pero ya cállate, eso es pasado, ahora solo ayúdame y prometo que no volveré a hacer brujería contra ti, ni a desear que te atropelle un auto — Le pidió Olimpia rogándole con la mirada, moviendo sus manos con nervios, o quizá sólo esta temblando por el frío, como sea, no la quiere en su auto — Sacame de aquí, llevame lejos del Museo y prometo no volver a molestarte jamás —
Christian miró a ambos lados de la avenida, hay autos tocando los claxon, conductores molestos, hay mucha lluvia y hace frío, pero no hay nadie fuera de lo normal, nadie que parezca amenazante o que quiera matarla, quizá deberia seguir los rumores y aceptar que está chica esté loca, pero no puede dejarla, no puede abandonarla en medio de una crisis nerviosa.
— Esta bien Olimpia — Dijo resignado, soltando un suspiro y encendiendo su auto — Te llevaré a casa de tus padres, pero quiero que te alejes de mi para siempre
Olimpia asintió con rapidez y se recargó en el asiento mirando por la ventanilla como si temiera que alguien la siguiera.
— Claro, si, si, prometo que lo haré, me da pena que me vean con alguien tan superficial y banal como tú, pero no te ofendas — Christian estaba a punto de replicar y por fin arrojarla fuera de su auto, pero esa chica soltó un gritó y se tocó el pecho horrorizada— ¡Mi amuleto! ¡No puedo irme sin mí amuleto! —
Y sin decir nada, esa demente rubia de ojos egipcios, salió corriendo hacia el museo de nuevo, no le importo la lluvia o que casi los autos la atropellen, solo corrió con fuerza, Christian golpeó el volante con frustración, su madre lo crió como un caballero y un caballero, siempre salva a las chicas en peligro, así que estacionó su auto y corrió detrás de ella, sintiendo como la fuerte lluvia le impide ver con claridad, esta tan empapado, que tendrá una gripe terrible, pero aún así también corrió hasta el museo.
— ¡¿Estas loca?! — Le dijo corriendo detrás de ella entrando en el museo y escuchando como si voz se convierte en eco y se escapada por las grandes salas del lugar — Van a matarte, pero no tus locuras, sino las imprudencias que cometen ¿Sabes que un auto estaba a punto de arrollarte...? —
Pero decidio guardar silencio al no ver a nadie en el museo, no hay ni una sola persona, menos guardias, es extraño porqué solo hay oscuridad y un silencio profundo, él ha venido muchas veces a este lugar, de niño siempre lo visita con su papá mientras le contaba historias aterradoras, pero jamás lo había visto tan... extraño.
Así que caminó lentamente por los pasillos mirando a todos lados.
— ¡¿Dónde estás chica extraña?! — Pregunto elevando la voz para que lo escuche, pero alguien le cubrió la boca con fuerza.
— Shshs, callate y se más inteligente por favor, sino quieres morirte — Dijo Olimpia hablandole al oído mientras aleja su mano poco a poco.
Christian se alejó con rabia y se burló en voz baja, no cabe duda que esa joven esta demente.
— ¿Morirme? Pero si aquí no hay nadie, quizá esta solo porque el museo esta en remodelación — Rodó los ojos furioso, pero comenzó a seguirla por los pasillos del museo — Yo creo que tu alucinas cosas —
Olimpia soltó una suave risa, se detuvo en medio de un pasillo oscuro y pegó su rostro en la vitrina donde descansa el cuerpo de una momia.
— ¿Alucino cosas? ¿Bueno, explícame cómo es que esa momia tiene mi amuleto? — Le dijo con una fuerte mirada y burla en su voz— Dímelo, principe tontito —
Christian se cruzo de brazos y la fulminó con la mirada
— No soy tonto, y te aseguro que ese amuleto lo metiste tú dentro de la vitrina — Él se acercó con rapidez y abrió la vitrina, por supuesto que con cierto asco al tocar algo que lleva muerto cientos de años, con mucho cuidado abrió la huesuda mano y tomó el extraño amuleto — Así lo hiciste, ahora entiendo porque todos dicen que la hija del primer ministro es rara —
Christian pensó que nada pasaría, sobretodo porque Olimpis tomo su amuleto y lo colgó de su cuello, un esbelto cuello tam blanco como la leche, y en ese momento de distracción, momento la alarma del museo comenzó a sonar con fuerza, como si el fuera un maldito ladrón que acaba de robarse una antigüedad.
— Que inteligente príncipe, ahora vendrá la policía por nosotros —
Olimpia lo tomó de la mano y comenzaron a correr por ciertos pasillos del museo que él no conocía y cuando por fin salieron por la salida de empelados, bajaron las escaleras tan rápido que nadie los alcanzaría, Christian pudo respirar con tranquilidad cuando se subió a su auto y esa chica hizo lo mismo, ambos soltaron fuertes risas, pero ninguno hablo de lo sucedido hasta que la dejó afuera de.la misteriosa mansión del primer ministro.b
— Ya no me busques — Le dijo al verla bajar del auto. Ella sonrió ampliamente mostrando un enigma en sus ojos y asintió, haciendo brillar esos dorados rayos de luz, que todos llaman ojos.
— Prometo no ser yo quien te busque — Le dijo com rapidez — Pero te aseguro que tu y yo nos volveremos a encontrar —
Más tarde por la noche, Christian estacionó su auto afuera de esa casa que desprende los mejores perfumes de Londres, bajo y miró hacía la casa de Paris. Subir la ventana sería una locura, esta tan alto que moriría del vértigo, pero sabe que la mamá de Paris esconde las llaves debajo del tapete, así que burló a la seguridad con astucia, tomó las llaves y entró suavemente en la casa, tratando de hacer el menor ruido posible.
El lugar es tan amplio que nadie podría oírlo, sin embargo y a pesar de que la casa está en plena oscuridad, se aseguró de no romper nada, de no hacer ningun ruido o los sirvientes lo escucharan, subio lentamente las escaleras y llego hasta el segundo piso y camino hasta una de las habitaciones tratando se de abrir la puerta, pero alguien lo tomó delante mano y lo detuvo.
— Esa no es mi habitación Christian, es la de mis padres — Dijo Paris en voz baja, riéndose claramente de él — Estabas a punto de entrar a tu propio lugar de muerte, ven cariño, mi cama y y estábamos esperándote —
Nota de la autora
JAJAJAJAJA Christian casi entra a la habitación equivocada, jajajajajajajajajaj lo bueno ed que Paris ya estaba esperándolo.
Ay 😍😍 ojalá el amor entre esos dos siga por mucho tiempo.
Por cierto, para todas aquellas personas que no se pudieron conectar a la sesión en zoom, no se preocupen, espero que podamos hacer otra muy muy pronto.
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Una Rosa De París (Saga Las Perfumistas Parte 3)
RomanceParis Bellerose es una exitosa abogada de Londres y aunque todos creen que es un témpano de hielo, por dentro es tan delicada como una rosa, es experta en sanar los llantos de sus hermanas con tequila, de correr las novias a sus hermanos a golpes...