Capítulo 37

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París

— ¿Christian? — Pregunto con suavidad pasando su mano por la cama esperando sentir a un hombre a su lado — ¿Christian?

Pero no recibió respuesta, solo sintió un fuerte escalofrío por el aire frío que entra por la ventana. París soltó un suspiro, cerró los ojos y se dejó caer entre las almohadas.

Ya sabía que pasaría eso. Solo que extrañamente esta vez no se siente mal.

Se puso en pie y rápidamente busco su ropa por toda la habitación, sabiendo que después de esa noche, no volverá a saber de Christian en un buen tiempo, y antes de cerrar la puerta de la habitación, sonrió, cerró su corazón y se fue de ahí.

Algunos sirvientes y algunos programas de TV dicen y comentan que el príncipe Christian se fue en un intrépido viaje a Egipto siguiendo su amor prohibido, como siempre, como fuera, de lo que está segura es que el leyó la carta, lo sabe, no porque lo viera leyendola, pero toda mujer tiene un sexto sentido y sabe, por dios, sabe que la leyó.

Dió, y sabe que algún volverá, el bebé lo estará esperando, pero ella, bueno, de eso no está segura.

Y Christian, bueno, también sabe que será un exelente padre, uno que muchos quisieran tener.

Pero los meses pasan, los dios y los segundos se llevan su embarazo tan rápido como el aire a las hojas de otoño, en un abrir y cerrar de ojos ese pequeño vientre se hizo abultado, su cara se hincho, sus zapatos ya no le quedan y lloro al ver cómo sus pequeños vestidos se rompían del trasero al no poderselos poner.

Un día después del trabajo, en medio de la cocina, como n su abrigo y su sombrillas tiradas junto a ellas, llena de agua y abrumada al ver cómo pasan un parto en televisión, se salió de si.

— Mamá tengo que irme de aquí, ¡Joder, quiero irme! — Dijo con el cabello pegado a sus mejillas — Necesito alejarme de los hombres por un buen tiempo —

Su mamá dejo de cortar verduras y levantó la mirada para verla.

— ¿Irte a dónde? —

París camino hasta ella y la beso en la mejilla.

Irnos mamá, nos iremos todas las mujeres de la casa, que se queden papá y los niños — Canturreo emocionada y le dió una mordida a su manzana — Vámonos a La Provenza, me quedan solo unas semana para el parto y quiero estar lejos de los hombres —

— ¿Y Connor? — Pregunto su mamá

— Bueno, si su amor es tan sincero y hermoso, me esperará, y sino, pues ya otro será ¡Haz las maletas mamá! —

Claro que su padre y sus hermanos se molestaron cuando todas las mujeres de la casa se fueron ¿Pero acaso se van a morir sin ellas?

Mientras ellos tienen que cocinarse para sobrevivir, ellas se fueron a broncearse con el sol veraniego de la Provenza, a pasear por el pueblo por las noches y regresan con los brazos llenos de panes para cenar en la vieja cocina de la abuela, y por las noches mirar la luna mientras se cepilla el cabello.

Una casa llena de mujeres, amor, perfumes y hechizos.

Pero los días pasan rápido, quizá para las embarazadas un poco más, porque en un abrir y cerrar de ojos, Paris se dió cuenta que su lindo día no terminaría de la misma manera.

— Oh Paris, algo escurre por tus piernas — Gritó su hermana pequeña corriendo hacia ella — ¡Mamá! —

París inmediatamente abrió sus piernas y miró hacia abajo observando un pequeño charco de agua junto a sus piernas y un ligero hilillo de sangre bajando lentamente.

Y al momento quiso desamyarse del terror. 

Estaba recogiendo flores y no se percató de nada, pero hasta la canasta dejo caer.

— ¡No esto no me puede estar pasando! — Dijo nerviosa y fuera de si, apoyándose en los brazos de su mamá para caminar — Aún me faltan días, y lo tendría en un hospital con anestesia, enfermeras y cuneros —

Su mamá la tomó de las mejillas con fuerza y la miró.

— Lo tendrás aquí y ahora, sin anestesia y con ayuda de ella abuela, sigamos cariño, que no alcanzas a llegar al hospital —

Todo paso tan rápido ante sus ojos, que ya tiene un vientre maduro y un bebé esperando por salir.

Apenas y pudo caminar para llegar hasta la casa de la abuela, al hacerlo, le quitaron el vestido, le sujetaron el cabello y la recostaron en una cama mientras todas corren por la casa para llevar agua y el maletín de London.

— ¡Me voy a morir! — Dijo en medio de una contracción con el rostro lleno de lágrimas.

— No te vas a morir, solo tendrás un bebé —

Adolorida y sin poder para de llorar de nuevo se dejó caer entre las almohadas con su largo cabello rojo por todo el lugar, está roja de la cara, cansada y solo quiere que esto acabe.

Pero Mila se inclino sobre ella con sus ojos verdes llenos de curiosidad.

— El príncipe quiere hablar contigo — Dijo su hermana con el teléfono en mano — Él te llama

París tomó el teléfono y respiro con dificultad antes de hablar, escuchando un par de voces del otro lado del teléfono, y al final, la varonil voz de Christian

— Leí la carta Paris — 

Una Rosa De París (Saga Las Perfumistas Parte 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora