Capítulo 38

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París

— ¿Leíste la maldita carta y aún así te fuiste a Egipto? — Grito enojada, rugiendo de coraje por dentro mientras los dolores de parto la matan poco a poco — ¡¿Porque te fuiste?! —

Christian soltó un suspiro que se escucho por teléfono y un par de voces en otro idioma trataron de llamar su atención.

Otra vez con sus malditas caravanas en el desierto.

—No, no, no, no te enojes Paris, no me entendiste — Comentó con voz calmada —  Acabo de leer la carta, la encontré en el fondo de mi chaqueta que acaba de llegar.  ¿Quien demonios esconde una carta así en un bolsillo? Tuviste que haberlo dicho, no escondido, yo también estoy enojado contigo, sentó derecho a estarlo, saber que soy padre en medio de un desierto, no es lo mejor —

Paris se mordió el labio por una fuerte contracción, su frente está llena de sudor y su mano está hecho puño aferrándose a las sábanas.

— ¡¿Y eso que importa?! Viste la malditá carta meses después y ahora estoy apunto de aliviarme — Dijo a punto de llorar — Se que estas enojado Christian, pero ahorita no quiero hablar contigo, llámame después y hablaremos sobre asuntos del bebé y nada más —

— Espera Paris...—

Sin querer escucharlo más, colgó la llamada y arrojó el celular lejos de ella, en este momento los hombres no tienen que estar en su mente, en realidad se siente tan sola como un perrito abandono en la calle.

Y sabe que en realidad no está sola porque la habitación está llena de mujeres, entre Mila aferrada a la puerta asustada y con cara de querer vomitar, hasta la tía Celine y su sonrisa irónica, a London con mirada médica, su madre nerviosa y su abuela que le abre las piernas para mirar ahí en su nidito del cual saldrá un bebé.

Así que con lágrimas en los ojos miró a su hermana.

— ¡London sacamelo ya! —

London corrió para llevar agua y toallas y trato de calmarla.

— Te va a doler Paris, te dolerá horrible, pero solo es un momento, tienes que pujar lo entiendes, puja mucho —

Ya hasta temblorosa y con el teléfono que no deja de sonar con llamadas de Christian, agarró las últimas fuerzas que le quedan y soltó un adolorido grito que le hello la sangre, pujó tanto y su cara se puso roja como su cabello hasta que algo salió de ella, algo que la dejo vacía por dentro y que durante nueve meses había estado viviendo en su interior.

Cansada y agotada a tal punto de estar casi desmayada, se dejó caer entre las almohadas de la cama, ni siquiera el sexo más ardiente fue tan devastador como esto.

Sin embargo, ni los llantos de un pequeño gatito, la ayudaron a despertarse, solo cerró los ojos y no supo en qué momento se quedó dormida, seguramente pasaron horas, porque cuando se despertó de nuevo observo el cuarto a oscruras solo iluminado por la luna y el teléfono descolgado porque de seguro Christian no ha parado de llamar cómo un loco.

Pero el tiempo para hablar con el ya llegará.

Su madre está dormida en el sillón junto a la cama, así que con dolor y apenas pidiendo caminar, Paris tomó su suéter de vagabundo y se puso en pie para caminar sin hacer ruido porque todas están dormidas y la casa está en silencio.

Bueno, casi en silencio, porque hay un pequeño llanto que la obliga a caminar hasta esa habitación al final del pasillo.

No encendió la luz, camino hasta la cuna y bajo la mirada para ver ese pequeño bulto que no deja de moverse entre las sábanas, parece enojado por estar solito en la cuna.

— ¿Cómo puede haber hecho yo algo tan bonito? — De dijo a si misma cuando retiro las sábanas para ver mejor al bebé — ¡Pero que estás hermoso! —

Rápidamente y sin poder soportarlo más, retiro las cobijas y lo tomó en brazos así como a un pequeño muñeco y lo recostó sobre su pecho.

— Yo soy tu mamá, supongo que ya no tienes que llorar, no quería que nos conociéramos así, pero me dejaste bastante cansada diablito, tenerte dolió muchísimo, pero verte...— Dijo dándole un tierno beso en la mejilla — Me hace quererte hasta las estrellas

Tomó asiento con el en el alféizar de la ventana y lo pego a su seno al verlo desesperado y con algo de hambre.

Así que curiosa retiro su pequeño gorrito.

— No eres pelirrojo — Dijo acariciándole la mejilla — Supongo que los genes de tu papá son más fuertes —

Está tan emocionada que su corazón no cabe de amor.

— Oh dios, pequeño díablito de mi corazón, llegaste con la mejor mamá del mundo, haremos muchas locuras juntos, pero aún eres muy pequeño — Le dijo cuando el bebé enrredo su manita en su dedo — Tu papa, bueno, debería de estar aquí...pero él es un aventurero y se muere por conocerte, de seguro serás tan guapo como el, pero te aseguro que mañana todos sabran que eres el hijo de un príncipe, un pequeño bebé  perfumista francés en la familia real inglesa, un futuro principe de Francia —

Una Rosa De París (Saga Las Perfumistas Parte 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora