Christian
En cuánto Christian cerró la puerta de su habitación y disminuyó los regaños de sus asesores, se quitó la camisa y soltó un suspiró amplió y cansado, sólo quiere tomar una ducha antes de escuchar el regaño de todos por cometer una estupidez la noche anterior.
¿Irse a la casa de una desconocida?
Obviamente no fue la mejor idea, pero no puede negar que fue bastante divertido escalar una ventana a la mitad de la noche y que su dulce voz al leerle la historia logró darle buenos sueños aunque fueran un par de horas, tampoco puede negar que cuándo la vio dormida a su lado en la cama, le quitó el libro de historia griega de la cara y se deleitó mirandola, fingió estar sombrío sólo para verla de cerca.
Por primera vez la vio sin arena en la cara, sin sus ojos curiosos y furiosos por saber secretos, sino como una simple chica, de hecho, hasta se tomó el atrevimiento de abrazarla cuándo Olimpia estaba dormida.
Christian se paro delante del espejo y miró su herida en la frente, vaya que la hija del primer ministro sabe arrojar libros, porqué tiene un fuerte morete en la frente.
Estaba a punto de quitarse el pantalón para entrar a la ducha, pero al escuchar algo extraño, lo dejó caer en sus caderas cuándo escuchó una respiración en su habitación, una que no es la de él, asustado por los raros sueños que ha tenido, tomó una espada que sirve de reliquia y adorno en su habitación, una vieja espada que utilizaba un antepasado suyo, y se agachó con lentidud para mirar debajo de la cama llenó de nervios esperando encontrarse una figura qué no es humana.
Pero solo vio a una adorable pelirroja dormida debajo de su cama, con sus mejillas recargadas en sus brazos y sus ojos suavemente cerrados, así que la
movió suavemente del hombro para despertarla.— Paris, Paris — Dijo con suavidad — ¿Qué haces domida ahí? ¡Paris! —
Ella abrió los ojos, grande verdes y llenos de vida, pero al verlo y de la nada se llenaron de lágrimas, y grandes gotas comenzaron a bajar por sus suaves mejillas, aun debajo de la cama, se alejó lo más posible de él completamente avergonzada y llena de tristeza.
Christian se paso las manos por el cabello y volvió a hablarle con suavidad para no asustarla más.
— Si querias verme no tenías que esconderte Paris — Dijo con una sonrisa en el rostro al verla salir de su escondite y ponerse de pie junto a la puerta — Podías haberte quedado domida en mi cama, no debajo de ella ¿Estás bien? —
Paris se limpió las lágrimas y negó con la cabeza.
— ¡Vine a buscarte Christian! Pero no me dejaste más alternativa que entrar cómo una maldita ladrona al palacio — Dijo llena de coraje con la cara más roja que su cabello — ¡Me prohibiste la entrada al palacio!
Christian tomó asiento en la cama porque el dolor de cabeza lo está matando.
— Lo siento, yo estaba...—
— Borracho — Replicó enojada y con las manos hechas puño — ¡Te fuiste de mi casa para emborracharte en un bar de mala muerte y sino fuera peor, te metiste a la casa de esa maldita demente que casi te mata! —
Paris bo puede dejar de llorar y refunfuñar molsta, tiene los ojos llenos de coraje mientras suelta lágrimas incontrolables y su voz es cada vez más entrecortada.
— Basta, eso no tiene importancia Paris — Pidió casi en una suplica porqué el dolor de cabeza lo esta matando.
Pero ella se puso las manos en la cintura al igual que todas las mujeres de su familia cuándo estan enojadas.
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Una Rosa De París (Saga Las Perfumistas Parte 3)
RomanceParis Bellerose es una exitosa abogada de Londres y aunque todos creen que es un témpano de hielo, por dentro es tan delicada como una rosa, es experta en sanar los llantos de sus hermanas con tequila, de correr las novias a sus hermanos a golpes...