5. El Ladrón de libros

37 9 1
                                    

7:00 a.m.
-A despertar es hora de ir a la escuela.-ahí es cuando me despierto de mi sueño.
Intento quedarme dormida otra vez e imaginar el final. Tristemente no lo logro. Me despierto, hago mi rutina diaria y me dirijo a la institución.
Estoy en mi casillero, cuando un golpe suena. Es mi nueva amiga Alexa.
-Hola, Emm.- me dice con una sonrisa.
-Hola, Lexa. ¿Te llamo así?.
-Claro, ahora somos amigas. Debemos poner apodos.

Nos dirigimos a la primera hora de clase, la cual es historia. El maestro hace su explicación y ahí se va la hora. Camino rápido, hasta mi casillero. Reviso mi horario y sigue... no....no...¡no!
Educación Física.

Está al otro lado del instituto y me quedan 2 minutos. No llegaré a tiempo y me dijeron que el profesor es estricto. A correr se dijo.

Atravieso los pasillos, esquivando a todas las personas que se dirijen a las clases. Voy lo más rápido que puedo, hasta que por fin observo el gimnasio.
Todos están sentados en una esquina. Los chicos y chicas de la clase posan sus ojos sobre mí. Me siento algo intimidada, hasta que veo la mirada de Dylan. Al menos, tengo a un amigo para soportar este sufrimiento. También están los chicos que conocí en la cafetería.

-Llega tarde, señorita Adams.- me dice el entrenador con una mirada seria y esperando mi respuesta.

-Lo sé. Mil disculpas. Lo que pasa es que iba caminando por el pasillo, el timbre sonó y no me dio tiempo de...- no me dejó terminar y empezó a hablar. -Deje las excusas señorita Adams. La puntualidad es importante en mi clase, que no se repita o tendrá consecuencias.- al terminar de hablar, asiento y me dirijo callada al lugar junto a Dylan.

-¿Segundo día y ya le caes mal al entrenador? Que mala suerte.- lo miré con enfado. - Callate Dylan-. Él se rio hasta que el entrenador habló.

-¡Todos a correr...Ahora!- su grito sonó por todo el gimnasio. Luego continuó- Vamos, no sean perezosos, 15 vueltas a la cancha.¡YA, YA, YA!

40 minutos después...
Me duele todo. Me voy a desmayar, tengo la cara roja y mis piernas están fallando. No puedo respirar bien, creo que mi corazón está ubicado en mi garganta ahora. Los efectos secundarios de educación física son horribles.

-Ya...no puedo... más- respiro con dificutad por el ejercicio. -Ambulancia, ahora. Urgencias.

Dylan me mira con una cara divertida. -No soportas nada. Que exagerada.
-No entiendo cómo lo haces. Yo soy terrible para esto.

-Sencillo. Es solo correr y no morir en el intento. Además, ya estoy acostumbrado al ejercicio. ¿Practicas algún deporte?

-Bueno...¿Dormir cuenta como deporte?- le respondo con una sonrisa llena de cansancio.

-Dejame pensarlo...No.

Lo que quedó de clase, Dylan se rio de lo terrible que era para los deportes.
Teníamos hora libre, así que fui a conocer la biblioteca. Era enorme para ser de preparatoria. Tenía los estantes organizados por sección y género, tamaño y autores.

Me dirijo a la zona de ficción y romance. Es mi zona de comfort. Ojeo en el estante cuando un libro llama mi atención. Estoy a punto de agarrarlo cuando algo me lo impide. Es como si el libro se rehusara a venir conmigo.
Estoy a punto de tenerlo. Jalo demasiado fuerte que unos cuantos libros se me caen encima.

Me duele la cabeza, no hay nada en mi campo de visión hasta que aparece un chico alto, con cabello negro y ojos azules, estos últimos son de un color que no había observado antes. Son azules como esa parte profunda del océano que no nos atrevemos a explorar.

-Así que por eso el libro no quería salir del estante.- su voz me impactó. No sabía que decir, me sentía un poco avergonzada.

-Si, estoy bien después de que se me cayeran 10 libros, gracias por preguntar- le dije sarcásticamente.

El IntercambioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora