Inazuma Eleven One Shots ✓

012

┌──❀*̥˚──◌──◌──❀*̥˚─┐

Personaje: Edgar Partinus/ Edgar Valtinas.
Ambientado en: línea original.
Advertencia: nop.
Nota: nombres en europeo.
Aviso: posible segunda parte.

└◌───❀*̥˚───◌───❀*̥˚┘

La puerta de la habitación se abrió, pero la chica de larga melena rubia no se inmutó. Escuchó pasos acercándose a ella, pero mantuvo su mirada azulada en la pantalla de su ordenador. No estaba mirando nada de mucho interés, pero estaba entretenida viendo videoclips de distintos géneros.

—¿En qué puedo ayudarte?

—Dijiste que haríamos una fiesta de recepción, pero tengo una pequeña duda. —la voz era masculina, pero aún así era suave y algo aguda. La melena azul del dueño de la voz se movió cuando hizo un gesto con la mano. —¿Quieres que invite a solo los del grupo A o también a los del grupo B?

—Como creas conveniente, querido. Lo dejo a tu elección.

Aquello sorprendió al de melena azul, esperando una orden directa de la fémina. Sin embargo, no mostró su sorpresa, sino que permaneció en la misma postura con la que había entrado. Sus ojos azules se clavaron en la fémina, pero ella seguía sin prestarle su total atención.

—No te defraudaré, mi reina. —aseguró, con tono seguro.

—Oh, eso espero, querido. —comentó ella, alzando la cabeza con suavidad y posando sus ojos azul cielo en el chico. Su mirada era cálida, al menos lo parecía, pero era muy calculadora con todo el mundo. —Porque te recuerdo que te cedí mi bandana por las buenas. Te dejo liderar la representación, no solo de nuestro amado país, sino de mi familia.

—No te preocupes, my lady. Llevaré a nuestra bella nación a la victoria. —sonrió de forma arrogante, moviendo su melena azul de un movimiento. —De eso puedes estar segura.

—Puedes retirarte, querido. —le hizo un ademán con la mano, señalando la puerta. —Ah, no te olvides de mandar las invitaciones cuanto antes. Quiero ser una buena anfitriona.

—Por supuesto, mi reina, partirán esta misma tarde. —hizo una reverencia, haciendo que su pelo se meciera con suavidad. Recordaba al ritmo de las olas. —Con vuestro permiso.

La chica rubia observó como el peliazul abandonaba la estancia y cerraba la puerta detrás de su cuerpo. Cerró los ojos y suspiró rendida, cuando se vio sola en aquella enorme habitación. Se masajeó con suavidad el cuello, pensando en si habría hecho lo correcto al cederle la bandana al chico. Se quitó los pensamientos negativos de la mente.