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Personaje: Shawn Froste/ Fubuki Shirou.
Ambientada en: línea original.
Advertencia: nop.
Nota: nombres en europeo.
Inspiración: Who says de Selena Gómez

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Él me hizo insegura. Me dijo que no era lo suficiente. ¿Lo suficiente para qué o para quién? Pero ¿Quién era él como para judgarme? Quien se supone que debía protegerme del mundo. Me judgaba aunque él era un diamante desigual, seguramente porque trataba de ocultar sus propias inseguridades. Estaba segura de que tenía cientos de cosas que cambiar de sí mismo. Pero, por mucho que me juzgara, que quisiera cambiarme, yo no querría ser otra persona.

Porque siendo este destrozo de persona, este ser hecho de retales, fue cuando lo conocí. Él tampoco era un diamante finalizado, no. Era la piedra todavía sin pulir. Tenía pocos defectos, y había que mirar muy atentamente para darse cuenta de que los tenía. ¿Por qué? Porque a simple vista no se veían, estaban en lo profundo de su ser.

A simple vista, veías un chico demasiado guapo para ser real, un ángel. De pelo gris, muy clarito, levantado en algunas direcciones. Ojos verdes claros, que brillaban con emoción cuando se hablaba de algo que le gustaba. Piel nívea, como la de una muñeca de porcelana o como la de la nieve que acaba de caer. Sonrisa sincera, siempre ahí presente, como si no se cansara de ofrecer aquel gesto a todo el mundo. Y su inseparable bufanda blanca en el cuello, a la que se aferraba casi sin darse cuenta.

Bajo esa fachada de niño hermoso, de ángel de la nieve, estaba una persona rota. ¿Qué iban a hacer dos personas rotas juntas? Coserse la una a la otra. Jamás le pedí que me cosiera, simplemente me mantuve a su lado. Lo veía cambiar de apariencia, por una más ruda, unos ojos más ámbar, de aspecto felino, y como su pelo se levantaba. Su sonrisa amable cambiaba a una arrogante y su suave voz parecía mucho más ronca. Pero, de alguna manera, seguía siendo él.

De alguna manera, me decía, debía ayudarlo. El equipo ya estaba sufriendo bastante por la marcha de nuestro goleador, del cálido rubio -aunque no se mostrara de aquella manera con todo el mundo, lo era-. Por eso me había puesto en mi meta ayudarlo. Lo vigilé. Lo observé. Anoté en mi mente cada detalle que podía percibir cuando su comportamiento y apariencia cambiaban. Seguía siendo increíblemente guapo a la vista, pero parecía librar una batalla contra él mismo.

Mi mejor amigo siempre me preguntaba porque parecía vigilarlo, como los agentes del FBI a un sospechoso. Casi me había reído con su pregunta, ya que sabía muy bien que él también lo tenía en la mira. No hacía falta que se quitara las gafas para que yo supiera hacia donde miraba o como era su expresión. Lo conocía desde que había puesto un pie en el mundo, antes de que sus padres murieran, cuando eran una familia increíble. Nada que ver con la mía, por eso siempre me refugiaba en sus brazos y los de su hermana, porque para mí, eran mis hermanos. Aunque no compartiéramos sangre.

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