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Personaje: Paolo Bianchi/Fideo Ardena.
Ambientado en: línea original.
Advertencia: nop.
Nota: nombres en europeo.

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Jugar al fútbol de manera internacional, viajar por todos los continentes y medir el propio nivel con el de los rivales; eso era lo que siempre había deseado

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Jugar al fútbol de manera internacional, viajar por todos los continentes y medir el propio nivel con el de los rivales; eso era lo que siempre había deseado. Era el sueño que compartía con mi hermano mellizo y todos los niños del orfanato en el que habíamos crecido. Conquistar el fútbol con nuestro fútbol, quizás era un poco exagerado, pero era el sueño de unos niños de seis años. Y seguía siendo el de unos adolescentes, prácticamente adultos.

Realmente no nos importaban cuáles eran los métodos por seguir, cómo eran los entrenamientos que nos ponían, nosotros solo queríamos volvernos lo suficientemente fuertes como para ser seleccionados y demostrar el gran nivel de fútbol de nuestro país. Llegamos a ser un poco manejados por nuestro padre, y aunque quise negarme a ciertas cosas, no podía fallarle de esa manera a mi adorado hermano. No a él, desde luego.

Por eso, nos llenó de gran alegría cuando dijeron los nombres de los seleccionados. El nombre de mi hermano estaba en la lista del seleccionador nacional, y para mi sorpresa, el mío también. Era la única chica en todo el campeonato que jugaría en una selección, pero me daba igual. Quitando a mi mejor amiga Isabelle, me había criado entre niños. Lo único que supuso era que mi hermanito aumentó su abanico de hermano mayor sobreprotector, y evitando el conflicto, lo dejé ser. Tampoco era como si no supiera defenderme.

El carácter era una de las pocas cosas en las que mi hermano y yo éramos algo distintos, porque en el resto éramos prácticamente iguales. Mismo color de pelo, rojo pasión; mismo tono de iris, verde esmeralda; incluso el color de nuestra piel, blanco marfil, era el mismo. Ambos teníamos un pequeño —gran, segundo nuestro amigo con pelo verde y forma parecida a un helado— problema con todo lo relacionado con el cosmos. Nuestras súper técnicas, la amplia mayoría, estaban estrechamente relacionadas con dicho concepto.

Pero, como ya dije, el carácter era en lo que nos diferenciábamos, al menos un poco. Mi hermano era mucho más abierto que yo, es decir, mucho más sociable y extrovertido. Se mostraba amable desde el primer instante y siempre regalaba una sincera sonrisa a todo el mundo. Pocas veces se enfadaba, y cuando eso pasaba, realmente daba miedo. Lo único que lo hacía ver algo más intimidante era su mirada. Sus ojos esmeralda podían llegar a intimidar, pero eso era realmente raro en él. No le gustaba intimidar a nadie, sino ser lo más amable posible.

Por mi parte, yo era más bien introvertida. Me costaba abrirme con las personas, y la mitad del tiempo me parecía algo horriblemente aburrido. No tenía esa facilidad para ser amigable. No era borde, simplemente la mitad del tiempo era indiferente a todo lo que pasaba a mi alrededor. Lo que sí podría afirmar con contundencia era que tenia un pequeño, gran, problema con los chicles. Mi hermano siempre me decía que me iba a quedar sin mandíbula o sin dientes por comerme tantos, pero nunca le hice caso. Lina, la única hija de padre, me decía que cuando me portaba así me parecía a él. Y con ese él, se refería al difunto hijo de la fundación Schiller, Xavier Schiller. No lo había llegado a conocer, así que no sabía como era su comportamiento, pero si ella lo decía, se lo creía perfectamente.

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