Inazuma Eleven One Shots ✓

007

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Personaje: Nathan Swift/ Kazemaru Ichirouta.
Ambientada en: línea original.
Advertencia: nop.
Indicación: nombres en europeo.
Inspiración: Believe de Shawn Mendes

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Desde que a mi hermana le había interesado el fútbol, me había inundado una enorme sensación de curiosidad, casi sin poder siquiera evitarlo.

¿Por qué de repente mi hermanita estaba tan interesada en un deporte? Era decir, ella solo se preocupaba por nuestro aspecto —y digo nuestro porque a mí lo cierto era que me daba igual —. Pero, como presidenta y vicepresidenta del consejo estudiantil, ambas debíamos tener cierta imagen. O eso decía ella. Lo cierto era que me daba exactamente igual, pero la dejaba ser para no tener que aguantar sus berrinches.

Yo, a diferencia de mi hermana, sí que llevaba bastante tiempo vigilando a los clubs de deporte del instituto. De hecho, tenía la mira centrada en el de atletismo desde hacía bastante tiempo. Me pasaba a menudo a verlos entrenar, viéndolos casi volar por la pista. Era increíble la forma en la que movían las piernas corriendo, mientras trataban de sobrepasarse los unos a los otros.

"¿Qué gracia le ves a mirar como unos pardillos corren por correr?". Eso era lo que mi hermanita me había preguntado cuando llegué tarde a casa una noche. Había estado viendo a los chicos correr y luego les había llevado botellas y algo de comida, sin ellos decir nada. Algunos me habían mirado con sorpresa, otros no se habían ni inmutado, pero uno de ellos me regaló una cansada pero amable sonrisa.

Mentiría si dijera que aquel chico no se volvió el centro de mi diana. Casi me quedaba embobada viendo como corría, como su coleta azul se mecía ante su velocidad. Aunque lo más divertido era verlo volverse un tomate maduro cuando le decía que era el más rápido que había visto en mi vida. Se avergonzaba y empezaba a tartamudear de forma adorable.

Nathan Swift era, sin ningún tipo de duda, sinónimo de la palabra adorable. Tenía unas facciones muy finas, tanto que algunas personas lo confundían a menudo con un chica. Cuando eso pasaba, volvía a la carga el tomate maduro, y se sentía terriblemente avergonzado de tener que decir que era chico. Su pelo era de color azul celeste —véase la casualidad de que era mi color favorito desde que tenía tres años — y siempre lo llevaba atado en una coleta. Jamás lo había visto con el pelo suelto, y me preguntaba cómo le quedaría, aunque estaba completamente segura de que le quedaba bien. Sus ojos eran marrones, del mismo color que la avellana, aunque solo se veía uno, puesto que el otro estaba tapado por su flequillo.

Cuando se unió al club de fútbol, no pude evitar ocultar mi sorpresa. ¿Qué mosca le había picado al velocista para cambiar de deporte? Pronto la respuesta llegó a mí: la insistencia, más bien la perseverancia, y la entrega de Mark Evans en su entrenamiento lo había convencido de ayudarlo. La llegada del peliceleste al club de fútbol supuso mi primer enfrentamiento con mi melliza desde hacía años.