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Sorpresas hermosamente desagradables.

Rosé recorría todos los pasillos del instituto desesperada, había buscado ya en toda la entrada y ni rastro de su estudiante, esperó allí a que llegara, pero cuando cerraron las puertas pensó que tal vez ya había entrado.

Pero tampoco había rastro alguno de la persona que le estaba dando una jaqueca increíble.

No sabía cómo era, ni cómo se llamaba, ni siquiera si era chico o chica, y en aquellos momentos su mayor deseo era matar a su subdirector.

Pero cuando ya estaba pensando la forma de disculparse con el hombre se escuchó el golpetear de la madera en uno de los salones de primaria, cosa que dejó fuera de lugar a Rosé al recordar que esos salones ya no eran ocupados por nadie después de que la institución decidiera quitar la primaria de su programa, ofreciendo así nada más secundaria y preparatoria.

Temerosa se acercó al salón, y temblando tomó el pomo de la puerta para abrirla.

Su corazón pudo respirar cuando vio que sólo se trataba de una castaña con audífonos puestos que golpeaba con sus manos la mesa frente a ella al ritmo de la canción que escuchaba.

Pero el alivio le duró poco después de reconocer a la chica que le daba la espada, la cual además vestía el uniforme de la institución.

Su cabello café ondulado se había grabado en su memoria desde que la vio por primera vez golpeando el basurero de su casa como una salvaje.

Definitivamente el universo quería ver a la pelirroja molesta.

Aún sin perder la esperanza se acercó a ella y tocó su hombro, ella se giró con el ceño fruncido y la miró de arriba abajo para después quitarse los audífonos de las orejas y soltar una sonrisa socarrona.

—Eres la vecina estirada de Mon —Comentó en un tono de burla, Rosé sabía que Mon era Namjoon, ya había escuchado a personas dirigiéndose a él con ese apodo—. ¿Quién era la chica de ayer? Ya sabes, la que parece mamá de Chucky.

—Mi novia —Bufó ella, ignorando la estresante sonrisa de la otra—. ¿Eres la estudiante de prueba?

Y fue sólo entonces que la sonrisa arrogante de la castaña se esfumó.

—No me digas que eres Roseanne Park.

Rosé pasó una mano por su rostro en señal de frustración, y al saber lo que aquello significaba la castaña peinó su cabello hacia atrás con sus dedos.

—Esto tiene que ser una broma —Bufó la más baja, levantándose de la silla para después darle una patada, haciendo un gran estruendo cuando ésta chocó contra una pila de mesas y sillas rotas.

—Haz esto menos pesado ¿está bien? —Suspiró la pelirroja, haciendo círculos con sus dedos índices en sus sienes mientras recuperaba la compostura—. Soy Roseanne Park, seré tu tutora escolar a partir de este momento, espero de verdad poder llevarnos bien.

Rosé le extendió la mano a la chica, ésta la miró con desdén y se cruzó de brazos.

—Lalisa Manoban —Respondió ella, fulminando a la más alta con la mirada.

Rosé intentó sostenerle la mirada, pero algo en su interior flaqueó, sus ojos eran profundos y demasiado intimidantes, te daban la sensación de que te juzgaba apenas su mirada se posaba sobre ti.

La pelirroja bajó la mirada junto a su temblorosa mano, tenía miedo.

La sonrisa altanera de Lalisa no tardó en aparecer y después de tomar una de las sillas la arrastró hasta Rosé, mostrándole el espaldar a ésta. Pasó sus piernas a los lados de la silla y se sentó en esta, apoyando sus brazos sobre el espaldar y dejando caer en ellos su mentón.

—¿Vas a sentarte o te quedarás parada todo el día, belleza? —Rió, señalando con la barbilla la silla tras la más alta.

Ella bufó y se sentó en ella, cruzándose de brazos fastidiada.

—No me llames así.

—¿Por qué? ¿Tu novia te pega?

—¿Siempre eres así de irritante?

—¿Siempre eres así de estirada?

Rosé pasó sus manos por su cabello conforme bizcaba sus ojos, esta niña le estaba acabando la paciencia y no habían pasado ni diez minutos.

—Te diré lo que haremos —Proclamó Lisa, ampliando su sonrisa, pero manteniendo una mirada seria—. Tú y yo no vamos a estudiar ni a reunirnos ni nada. Tú le informarás a tu querido subdirector cada clase que supuestamente me des y lo mucho que he aprendido hasta que llegue la prueba, reprobaré y me iré de aquí, ¿entendido?

—Yo tengo una idea mejor.

Rosé se levantó de la silla y salió del salón, dirigiéndose rápidamente a la oficina del director.

Un estudiante era el reflejo de un profesor, Rosé no quería que su reflejo fuera una cabeza hueca, y si seguía ese plan lo sería.

Así que hizo algo más sencillo, optó por ir con el subdirector y pedirle que le diera otro tutor a esa malcriada.

Y estuvo a punto de hacerlo, si no fuera porque él habló primero.

—Estoy muy feliz de que hayas aceptado ese trabajo, Rosé. No sabes lo mucho que significa para esta escuela, ayer se lo mencioné al director Jeon, está muy complacido, incluso dijo que tener una estudiante así de calificada en su universidad sería un lujo.

—Jeon... ¿Jeon Namgi? —Musitó ella estupefacta, sintiendo que se desmayaría en cualquier momento.

—El mismo que viste y calza.

Jeon Namgi era el director de la mejor universidad de Corea, y justamente a la que Rosé aplicaría al finalizar la preparatoria.

Era imposible que él dijera eso.

Había soñado con eso tantas veces que Rosé ya no sabía si era un sueño o la realidad.

—Vas a ir a mi casa todos los miércoles, jueves y viernes después de la escuela, no quiero faltas, lleva una libreta y lápiz —Ordenó Rosé, parándose totalmente erguida frente a Lisa, quien frunció el ceño, molesta.

—¿Esta es tu mejor idea? Lo siento, preciosa. Pero eso está fuera de discusión.

—Soy tu tutora, y harás lo que yo te diga.

—Oh, no, no, no —Bufó ella, levantándose de la silla para encarar a la pelirroja—. Estás muy equivocada. ¿Acaso sabes con quién estás hablando?

—No me interesa quién seas en la calle, aquí mando yo, ¿me entiendes?

La mano de Lisa de levantó amenazante al aire y en cuanto Rosé lo notó cerró sus ojos con fuerza y retrocedió.

Pero la castaña no la golpeó, respiró hondo y bajó su mano lentamente.

—Sólo un consejo, niña mimada —Escupió ella, dando un gran puso hacia Rosé, quedando cara a cara a escasos centímetros de sus rostros—. Cuando hablas con alguien como yo tener esa actitud hace que ganes exactamente lo contrario a lo que querías.

La respiración de Rosé se cortó y se alejó la mayor distancia que pudo, sus ojos le daban un terror increíble, y tenerlos tan cerca era aún peor.

Lisa la miró una última vez y recogiendo sus cosas de una de las mesas se marchó.

En cuanto la tailandesa dio el salón por vacío se dejó caer al suelo, recostándose en él para recobrar la respiración.

Roseanne Park sabía reconocer cuándo estropeaba algo, y esta vez, la había cagado.

Under the Blooming roses [ Chaelisa adaptación ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora