007

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Buena salvada

—¿Y tu amiga, Piggy? —preguntó Lisa al pelirosa frente a ella, él la miró extrañando en respuesta.

—¿Piggy?

—Ya sabes, pelo rosa, cachetes de cerdo. No te hagas el ofendido porque sabes que es cierto.

—No sé dónde está —Bufó el menor, sacando del bolsillo de su chaqueta su teléfono y audífonos para ponerse a escuchar música, ignorando rotundamente a la castaña.

Lalisa echó su cabeza hacia atrás frustrada, y sin más remedio salió del salón a buscar a la neozelandesa.

Tomó una táctica completamente efectiva, buscar los lugares donde se reunía la multitud.

Al doblar por un pasillo se encontró con una pared de personas, y tomando una bocanada de aire se adentró en la masa de hormonas.

Se llevó unos cuantos codazos y empujones accidentales, y para cuando logró atravesar el grupo de adolescentes ya quería matarlos a todos.

Como se esperaba en el centro estaban Roseanne y Jennie, repartiendo amor y cursilerías que le daban nauseas a la tailandesa.

—Rosseanne —Gruñó Lisa, ganando la atención de las dos pelirrojas.

—¿Qué quieres, Manoban? —Masculló Jennie, y aquello fue suficiente excusa para que Lisa quisiese hacer lo que acababa de pasar en su mente.

—Dejé sin querer mi teléfono ayer en tu casa, princesa —Sonrió con altanería la castaña, dirigiéndose a Rosé, quien ya se había acostumbrado a ignorar los apodos de la otra, por lo que tomó su mochila y rebuscando en ella sacó el celular de carcasa negra para extendérselo a Lalisa.

—¿Princesa? —Cuestionó la coreana, frunciendo el ceño, molesta—. ¿Qué hacía ella en tu casa, Rosé?

El pasillo se llenó de expresiones de sorpresa provenientes de la masa de adolescentes amantes del drama, ante esto la sonrisa burlona de Lalisa se amplió.

—Fue a mi casa a estudiar, ya te había contado que iría algunos días —Explicó Rosé, alzando las cejas confundida por la actitud de Jennie.

—Pero no me contaste que fue justamente ayer, ¿me estás escondiendo algo acaso? —Acusó, cruzándose de brazos mientras miraba fijamente a Rosé, que ya estaba totalmente perdida.

¿Acaso seguía actuando?

—Había olvidado que iría, Jennie. ¿Por qué estás así?

—Ya déjalo —Bufó, dándose media vuelta para huir del lugar, pasando entre los entrometidos estudiantes, los cuales se quedaron viendo fijamente a Rosé, quien sin saber muy bien si debía hacerlo corrió tras la coreana.

Jennie huyó de la tailandesa lo mejor que pudo, y esto las llevó a la conserjería, donde Rosé cerró la puerta tras ella para poder hablar.

—¿Estás fingiendo? —Preguntó la mayor, pero al ver el rostro de la coreana volviéndose rojo de la furia fue suficiente respuesta—. ¿Qué te ocurre, Jennie?

Todo lo que alcanzó a ver fue cómo la chica la empujaba contra la pared antes de que sus ojos se cerraran por el dolor punzante que había detrás de su cabeza después de que esta chocara contra la pared.

Pero cuando levantó su mano para sobar su cabeza Jennie tomó esta entre la suya, apretándola contra el muro por encima de su cabeza y repitiendo aquellas acciones con su otra mano, evitando así cualquier intento de escape de la otra.

Los ojos oscuros de las dos se encontraron, y Rosé comenzó a temblar por el miedo que ellos le causaban en esos momentos, nunca la había visto en un estado tan primitivo como el de ahora.

Under the Blooming roses [ Chaelisa adaptación ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora