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Malditos fetiches.

Rosé tardó dos minutos más de lo normal en abrir su casillero, sus manos temblorosas no eran capaces de formular la contraseña del candado, mucho menos cuando perdía la atención en éste cada cinco segundos para mirar a su alrededor.

Tenía miedo.

Y en esos momentos odiaba profundamente que su madre la dejara en la escuela cuando aún casi nadie había llegado.

Al voltear a su izquierda divisó a lo lejos a una castaña cruzar al pasillo donde estaba, no le dio mucha importancia, pero en cuanto su mente procesó el rostro de ésta se giró bruscamente de vuelta.

Era Jennie, ya no tenía el tinte rojo tan llamativo en su cabello, ahora lo tenía de un tono marrón oscuro, casi su tono natural.

Era una señal de que su relación con Rosé había llegado a su fin.

El corazón de la neozelandesa comenzó a latir con fuerza al ver una perversa sonrisa aparecer en el rostro de la chica que se acercaba cada vez más a ella, y éste casi se sale de su pecho al escuchar su casillero cerrarse de golpe justo frente a ella.

Pero de sus labios salió un suspiro aliviado al ver a Lisa apoyando su mano en aquella caja de metal, sosteniendo una sonrisa divertida en su rostro ocasionada por el semblante de espanto que hace cinco segundos tenía la neozelandesa.

—Quiero tres favores —Fue lo único que dijo antes de que Jennie pasara por detrás de Rosé con una expresión molesta, sus planes habían sido frustrados—. ¡Al fin te quitaste ese tinte de mierda! Ahora sólo falta que te operes la nariz y un par de cirugías más para tener la talla de busto de una preadolescente.

—Será mejor que te calles —Masculló la ahora castaña, queriendo asesinar a la mayor con la mirada, pero esto sólo logró que ella se riera con fuerza en su cara.

—¿O qué, niña? Y te lo digo de una vez, ahórrate tus amenazas de segunda, a mí no me intimidarías ni poniéndome una pistola entre ceja y ceja.

Los labios de la coreana se fruncieron con rabia y se vio obligada a irse, sabía que no podía hacer nada contra ella, era mejor no quedar mal.

—Gracias —Susurró la pelirroja con una sonrisa en cuanto Jennie desapareció, Rosé se llevó su dedo índice frente a los labios indicándole que guardara silencio.

—Ni siquiera lo menciones, de verdad, no quiero escucharlo.

—Entonces... ¿tres favores?

Una sonrisa apareció a lo largo de los labios de la mayor mientras elevaba tres de sus dedos preparada para enumerar, eso no le daba buen presentimiento a la menor.

—Vas a hacer mi tarea durante todo el año, durarás el mismo tiempo yendo a mi casa cada lunes para limpiarla, y el tercer favor me lo reservaré, lo usaré cuando encuentre algo que quiera.

—¿Estamos haciendo el juego de la nerd y la bravucona? —Sonrió, volviendo a abrir su casillero para guardar en él los libros y cuadernos que llevaba en su mochila y aún no usaría.

—¿Aceptas entonces?

—Aunque me parezca que saltarte hacer tus deberes no es bueno está bien, lo haré. Pero no sé cómo ir todos los lunes a tu casa, mi mamá no puede llevarme.

—Yo me encargo de eso —Le guiñó un ojo, despegando su espalda del casillero tras ella para caminar junto a la pelirroja a su salón, y como se lo esperaba, aquello llamó la atención de todos.

Under the Blooming roses [ Chaelisa adaptación ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora