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Ten

—Estaba tranquilo pensando en el banquete que iba a preparar mi abuela en casa cuando ¡bam! mil flashes a mi cara. —reí junto con YangYang y Hendery por lo enojado que se veía y escuchaba RenJun— Yo ya sabía que se trataba del idiota este, ninguna otra persona hubiese siquiera pensado en fregarme de ese modo.

—Tenía que tener alguna muestra de que usaste una corona de flores. Sigue pareciéndome una ilusión. —intentó justificarse YangYang.

—Ilusión mis... —selló sus labios para evitar que la palabrota le gane una buena reprimenda de Kun, aunque él no parecía estar prestándonos tanta atención— Como no me borres esa foto, Liu YangYang, tu sangre me va a servir en mi próximo ritual.

—Tiene la mente podrida, no te la van a aceptar. —se burló Hendery dando golpecitos a la frente de YangYang, quien no se molestó en negar la verdad.

—Me conviene que sea así. —intervine echándome hacia atrás y apoyando mi cuerpo en mis brazos— ¿Por qué crees que no me separo de él? Es mi recarga de energías.

La puerta del salón común se abrió despacio, con el cuidado necesario de quien no quería interrumpir, pero lo había terminado haciendo de todas formas. Aunque sería una tontería molestarse por algo así, más si quien había entrado era XiaoJun.

El traje plateado se había arrugado un poco entre tanto movimiento y saludos recibidos por la graduación, la corbata negra había desaparecido de su cuello y los dos primeros botones de la camisa de igual color estaban desabrochados. Su cabello blanco despeinado y dejando al descubierto parte de su frente le daba un aspecto más casual, nada que ver con el ridículamente formal que había guardado hasta hace unos minutos. Ahora se acercaba a nosotros con los hombros relajados y los párpados caídos, apoyando su cabeza contra el hombro de Hendery tan pronto se sentó. Debía estar agotado, su madre lo retuvo mucho tiempo en el auditorio presentándolo a otros brujos reconocidos.

—Voy a dormir veinticuatro horas seguidas, no me molesten. —avisó cerrando los ojos y casi ocultándose en el cuello del pelinegro.

—¿Por qué demoraste tanto? —le di un jalón de orejas a YangYang. Lo primero que le advertían, lo primero que hacía.

—Me encontré con Yuta en uno de los pasillos. Vestía todo de negro, ya saben —asentimos comprendiendo a lo que se refería—, pero ya no luce tan estirado como antes. Además, WinWin estaba a su lado.

—¿WinWinnie? —pregunté arqueando una ceja— ¿El chico "que ruegue todo lo que quiera, nunca cambiaré de opinión"?

—Ese mismo. —reí gustoso con la información, yo mismo me encargaría de no dejar que olvide sus propias palabras— Se veía feliz dentro de lo posible, las multitudes lo siguen alterando.

No era el único.

Miré hacia la ventana, las voces de los chicos escuchándose lejanas en lo que mi concentración se iba a la figura masculina apoyada contra el marco. Debía admitir que se veía guapísimo con esa camisa blanca sin botones y los pantalones negros de vestir entallados. Su cabello gris estaba separado por el medio, un poco de gel lo mantenía en orden. Pero por más relajado que intentase verse, la tensión en sus hombros no pasaba desapercibida por cualquiera. Desde acá olía su angustia, y sabía que los chicos también la percibían.

Me paré de mi sitio entre YangYang y Hendery sin decir una palabra. Ellos tampoco me pidieron explicaciones, sabían bien a dónde iba. Por lo que, alisando mi propio terno, me acerqué a Kun con cautela, notando cada cambio en su postura conforme más cerca estaba.

Apoyé una mano en su hombro, contento con el contraste que generaban mis grotescos anillos contra la tela satinada. El contacto no generó grandes reacciones en él además de un ligero estremecimiento que no me cansaba de provocar, ya se había acostumbrado a mi cercanía como para no sacudirse con molestia.

Tenebris Donde viven las historias. Descúbrelo ahora