Capítulo VII

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Me bajé temblorosa del auto de Emm, sin antes bajar el espejo del asiento del copiloto, y mirarme un poco. El maquillaje disimulaba bastante bien lo hinchado de mis ojos. Me retorcí las manos en el camino hasta la puerta y cuando llegué un gorila me preguntó mi nombre. Se suponía que era una fiesta privada y que sólo se entraba por lista... 

- Usher, Alexa Usher. 

Me sonrió al instante, y me dejó pasar sin más preámbulos.

Ok, ahora sí estaba nerviosa. Sentía en el estómago una mezcla de ansiedad y nerviosismo, la sensación era parecida a cuando estabas por entrar a dar un examen con un profesor al que respetabas muchismo, u odiabas con igual intensidad.

  Nunca había sido buena para sociabilizar en las fiestas en las que no conocía a nadie, y por eso siempre las había evitado. El lugar era increible y me empequeñecí apenas entrar. Una gran araña de cristal pendía del techo, sobre un salón blanco, con piso de mármol negro, bien ambientado, con música electrónica minimalista de fondo. Las personas a mi alrededor, miraban las obras y se veian charlando amenamente. La gente estaba muy elegante, y agradecí por dentro tener de mejor amiga a Emma.

 
  A cierta distancia entre ellas, colgaban de las paredes, las pinturas contemporáneas más bellas que había visto. El estilo era fiel a las mismas obras que había visto en la discoteca. De todas formas,  se notaba que en las de esta exposición el artista había puesto mucho más de sí mismo, había mayor sentimentalismo. Se veían algunos paisajes, y retratos, otros simplemente eran puras abstracciones. Reconocí un viejo árbol del parque, bañado por la luz dorada del ocaso. Esa luz natural que tanto me gusta atrapar en fotos.  De nuevo las combinaciones de colores eran alusinantes. Estaban tan bien usados. Cada cuadro tenía su propia paleta de color, y sin embargo en conjunto parecía que todas las obras se comunicaban entre sí. La firma del artista. El estilo de Albano Rainer. Al igual que yo, el también intentaba inmortalizar todo lo que le parecía bello del mundo, de su mundo.


   Caminaba entre la gente mientras observaba cada obra con detenimiento. Ignoro cuánto tiempo estuve mirando cada una. Estaba demasiado ensimismada. Hacia el fondo del salón, un grupo de personas bastante bulliciosas me obstruían la visión de la obra protagonista. Mi curiosidad iba en aumento conforme iba analizando sus reacciones. Y caminé hacia ellos con paso firme. Al llegar me detuve en seco. Suficientemente a tiempo  para no estamparme contra nadie. Estaba emocionada. Desde el retrato me miraban unos ojos grandes, intensos. Una cabellera larga caida como cascada enmarcando el rostro humano. Mi rostro. Albano Rainer me había dibujado. En un estilo totalmente diferente al de todo su trabajo restante. ¿Entonces yo también formaba parte de las cosas bellas de su mundo? Si de algo estaba segura, es que definitivamente, él sí formaba parte de las cosas bellas del mio, de las pocas cosas bellas que aun me quedaban.

  Me soplaron el cuello. Sentí escalofríos de inmediato. Me dí vuelta con poca gracia. Y ahí estaba. Perfecto, en su traje negro. Otra vez, como un jodido modelo de Armani. Sus ojos me recorrieron de arriba abajo. Automaticamente sentí mi sangre subirme a las mejillas, pero no me importó. No deje de mirarlo directamente a los ojos. Quería conocerlo, quería saber que se escondía detras de toda esa superficial apariencia y disfraz de niño rico. Quería conocer al artista. Al verdadero Albano Rainer. 

 - Lo siento por eso - Dijo sonriendo de medio lado, mientras con el dedo indice más fino que había visto señalaba mi retrato. 

- ¿Por qué lo sientes? Me gusta mucho - Dije colocandome a su lado, juntos mirabamos hacia el retrato, nuestros codos se rozaban. 

Se giró para mirarme,  y tambíen lo hice para sostenerle la mirada. 

- Lo siento, porque eres diez veces más hermosa de cómo te recordaba, ese retrato no te hace justicia en lo más mínimo. 

No quería hacerlo. Pero no pude evitarlo. Ahí estaba yo, a centímetros de Albano Rainer, sonriendo como una idiota. Como una idiota enamorada. Cerré los ojos por un instante. Y al abrirlos me miraba serio. Estaba esperando que le dijera algo. No sabía qué responderle.

- ¿Siempre eres tan intenso?- Mi tono fue frío, pero cargado de sincera curiosidad. No podía entregarme a él en bandeja. Aunque me moría de ganas de hacerlo, joder, como quería entregarme a él en bandeja de plata con una manzana en la boca.

- Sólo con las cosas que valen la pena. 

  No dejaba de mirarme, con su encantadora sonrisa de medio lado. Aparté la mirada al ver que no me quitaba los ojos de encima. Al salir del "planeta Rainer" pude notar las miradas de algunas personas clavadas directamente sobre mi. Tenía el cabello recogido, y descartaba la idea de que me hayan reconocido como la chica del retrato, pero la forma en la que esos desconocidos me estaban mirando, me hizo sentir incómoda. Evaluada. 

- Hey Bano, ¿Me invitas una copa? - Una rubia despampanante, tamaño "jodida supermodelo de Victoria Secret" se nos acercó. 

  Yo ya estaba por alejarme bajando la mirada, odiandome por dentro por ser tan cobarde. Cuando Albano la descartó con mucha clase. La sonrisa de la rubia no se borró ni por un segundo, pero juraría que antes de despedirse, si las miradas pudieran hacer daño, yo habría quedado en el suelo aullando como un cachorrito herido.

- Oye, eso no era necesario, pudiste ir con ella - Vaya que era mala actuando - De todas formas, en poco tiempo me pasan a buscar...

Su expresión se tiñó de decepción.

- ¿Prefieres que me vaya con ella? Mira Alexa, mira ese cuadro de ahí enfrente. ¿Ves a una Barbie en él? Yo te veo a ti. Y no te escaparás corriendo esta noche. Deja de jugar a Cenicienta, desapareciendo siempre en el momento más interesante. 

  No pude contener una carcajada. Era increible, mientras más tiempo pasaba con él, menos lo entendía, parecía que convivían en él dos personas totalmente distintas. Una era el chico del parque, fresco, divertido y confiado. Y otra este galán de película italiana que tenía enfrente ahora. Sea como sea, Albano Rainer comenzaba a fascinarme. 

  Mis párpados comenzaron a cerrarse lentamente, y al abrirlos de nuevo, ahí estaba él, mirandome cómo si estuviera intentando develar los misterios del universo. 

- Ven conmigo. -

  Me tomó de la mano bruscamente, y comenzamos a caminar con rapidez hacia una puerta que no había visto al entrar. Pasamos a través de ella, y nos encontramos en un pasillo oscuro. Estabamos al pie de una escalera que descendía. No me sorprendía, sabía que muchos lugares de Londres contaban con un sótano en dónde tenían lugar muchas discotecas, o salones ocultos, a donde concurrían algunas elites de la ciudad.  Estaba vacío. No vaciló y comenzó a bajar con elegancia y pasos firmes. Yo con mis tacones, no la tenía tan fácil.

- Oye, me voy a mat... - Tropecé, genial.

  Pero Rainer fue rápido.  Me tomó de la cintura y avanzó hasta dejarme de espaldas a la pared. Estaba tan cerca que podía sentir su perfume. Olía a roble, a bosque. Era exquisito. 

Comenzó a reir a carcajadas, y yo no entendía que era tan gracioso. Volvía a ser el chico del parque. 

- Te dije que no ibas a poder rechazarme. 

  Ok, ¿Puedo retirar todo lo dicho respecto del cabrón hijo de puta este?. Me mordí los labios con rabia, hasta dejarmelos blancos. Pensé en darle una cachetada, pero me pareció demasiado peliculero, ¿Es que acaso no lo era ya toda la situación? Un chico como él, fijandose en mí. ¿Cómo pude haber sido tan idiota? No dejaba de reirse. En un movimiento rápido, me quite los zapatos, y comencé a subir la escalera saltando de dos en dos. No se esperaba mi reacción, porque tardó en reaccionar, y para cuando lo hizo, yo ya había dado un portazo y me encontraba de nuevo en el salón. Corrí hacia la salida, y una vez en la calle agradecí al cielo el taxi que en ese instante pasaba por la puerta. No pensé con la cabeza, cuando le dije al conductor una dirección que no era la de Emma, una dirección que tampoco era la mía, no quería estar en mi casa ni aunque fuera el último lugar en la tierra.  Todavía apretaba los dientes con fuerza mientras me dirigía a toda velocidad en taxi, hacia la casa de mi nuevo vecino de ojos celestes. Hacia la casa de Patrick.

 Nota: A veces vuelvo a los capítulos y les agrego algunas cosas más antes de seguir con el próximo. Me gusta ser mi propia editora. Gracias por leer, sus votos son muy importantes para mi.

Furiosos PétalosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora