Capítulo IX

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- ¡No me digas! – Me gritó Emm con los ojos bien abiertos – ¡Qué tipo más raro! De todas formas, lo que tiene de raro lo tiene de sexy…

- La verdad, es que… creo que me gusta – Me mordí el labio y miré hacia otro lado, me daba vergüenza – Un poco.

- No hace falta que lo disimules, te conozco. Ni siquiera te habrías encontrado con él nuevamente después de verlo por primera vez si no te interesara. Tienes algo con los chicos complicados, definitivamente.

- ¿Un imán? – sonreí de medio lado.

  Mi teléfono comenzó a sonar en ese momento. Lo saqué de mi bolsillo con una expresión de desagrado. Ya sabía quién era.

- Mamá – Estaba alterada al otro lado – Estoy bien. Volveré en dos horas. – Corté, lo suficientemente a tiempo para escuchar un te quiero. Increíble lo que hacía la culpa.

  Antes de guardar de nuevo el teléfono, abrí la agenda. El primer contacto era Albano Rainer. Ahora el también tenía mi número. Ahora oficialmente era parte de mi vida.

- Intenta no ser muy dura con ellos – Dijo Emm poniéndome las manos sobre los hombros – Recuerda, nadie es perfecto.

- Lo sé, intentaré hacer las cosas bien, aunque no tengo ni idea de cómo. – Me encogí de hombros.

  Me sentía como un robot, hace unos días me había invadido el cuerpo una idea. La de cambiar, la de intentar ser yo misma. Hacer  lo que quiera, sin tener prejuicios acerca de mí misma. La verdad es que lo único que había cambiado, era mi manera de vestirme. Seguía tomando decisiones, si es que las tomaba, calculando todo fríamente. No podía evitarlo. El dolor que estaba atravesando hizo que mi vida se sacudiera bastante, pero aun no sabía qué rumbo iba a tomar. Papá ya nunca estaría en casa, bueno eso no sería muy distinto.  Necesitaba más distancia, necesitaba ver las cosas desde lejos.  Emm se levantó y puso música, comenzó a sonar David Bowie, y sentí ganas de llorar. Me abracé el cuerpo con ambos brazos mientras veía a Emm dar vueltas en círculo por su living. Estaba inmersa en una escena totalmente surrealista. Le hice una foto con mi teléfono.

- Oye Emm, ¿eres feliz viviendo sola? – la miré directo  a los ojos.

- Sí, estar solo hace que tengas tiempo para conocerte mejor. Te sorprendería saber lo analítica que me he vuelto en algunas cosas. Además si quiero por ejemplo, bailar a las tres de la mañana, pongo música y lo hago – Lo decía mientras balanceaba sus brazos al ritmo de la música.

- Creo que conocerme a mí misma es lo que necesito ahora.

- Creo que te conozco lo suficiente para saber que eso no será nada fácil. ¿Te has visto? Eres una de las personas más complejas que conozco. Te quedas con la mirada perdida bastante seguido. Quisiera saber si te vas a Marte o a donde. Me llevó años entender que eres así. Una caja de Pandora. A veces creo que actúas de forma impulsiva, pero luego me doy cuenta que resultó ser un plan. Haces planes para hacer planes. Deberías dejar que la vida te suceda,  y no estar empeñada en controlar todo.

- Hay cosas de mí que no sabes. De todas formas entiendo tu punto – Emm no sabía de mis momentos de soledad, los que no eran planeados, mis paseos en bicicleta por la ciudad, mis caminos por el subte, mi país de las maravillas. – Entiendo tu punto, menos planes, más acción.

 - Por ejemplo, esto. -  Me tomó del brazo con fuerza, y pasó los dedos por mi tatuaje – ¿No fue un imprevisto, verdad? Tiene un significado.

- Laureles, son un símbolo de protección, y de victoria. También simbolizan transformación. En la antigüedad la gente creía que los laureles evitaban los rayos.

Furiosos PétalosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora