Capítulo VIII

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En el taxi, decidí llamar a Patrick. Quizás no estaba en casa. Mientras algunas luces se reflejaban en la ventanilla de vidrio creando fantasmas efímeros, me mordí el labio y busqué su número en la agenda.

- ¿Qué se le ofrece a la vecina más interesante que alguien pueda tener? – aun sin verlo, sabía que estaba sonriendo.

- Hola vecino, la verdad es que estoy en apuros.

- ¿Qué sucede? – sonó urgente.

- ¿Estás en casa? Espero que sí porque estaré en tu portal como en cinco minutos.

- Claro, te espero abajo.

 Le pagué al conductor y bajé del vehículo dando un pequeño portazo. Como había prometido Patrick estaba abajo, abrigado con un Montgomery azul marino, y un gorro de lana bordó. Estaba helando. Apresuré unos pasos y le di un corto abrazo.

- Hola

- Hola, sé que soy atractivo, ¿pero de verdad te vestiste así para venir a mi casa?

  Rodeé los ojos, y le dediqué una sonrisa cansada. Me recorrió un escalofrío el cuerpo y solté un pequeño estornudo.

- En tus sueños rubio – Estornudo – Es una larga historia

- Bien, vamos a escucharla con un chocolate caliente, antes que te dé neumonía…

   Entramos, y subimos a su piso. La verdad es que para vivir solo Patrick era muy ordenado, tenía pocos muebles, pero se notaba que los había seleccionado con cuidado. Todo estaba en armonía. Luego de mirar su hogar, lo miré a él, y todo concordaba perfectamente con la que imaginaba que sería su personalidad. Debía de ser una persona muy equilibrada. Se deshizo de su abrigo y comenzó a preparar chocolate para ambos.  Me senté en un sofá negro, y me abracé a mí misma. Al tiempo Patrick estuvo junto a mí. Me puso una taza en la mano, y juraría que el olor del chocolate  hizo que mi corazón se sintiera un poco más liviano.

- Y bien, ¿vas a contarme qué  haces vestida como una modelo en mi casa?

  Me desajusté la trenza, empezaba a dolerme un poco la cabeza. Dejé que el pelo me cayera por la espalda, y tomé un mechón entre los dedos para juguetear con él, mientras le contaba a Patrick, cómo en las últimas veinticuatro horas mi vida se había vuelto una mierda, desde mi familia, o exfamilia, hasta la situación con el desesperante enfermo bipolar de Albano Rainer. Sus expresiones iban variando recorriendo matices de preocupación y algunos incluso de lástima. No se me cayó una sola lágrima, llorar no iba a solucionar nada, para ese momento del día ya lo había entendido. Y ya había llorado suficiente, aun me dolían los ojos. Cuando terminé solté un suspiro fuerte.

- Ya no suspires así, te acorta la vida…- Me tomó de las mejillas mientras decía eso apretándome un poco. Y me sacudió un poco.- A ver di papanatas.

- Dadanada – Me estaba haciendo daño, pero nos reíamos.

  Nuestras carcajadas se vieron interrumpidas por el sonido de mi celular. Una llamada. Emm. Diablos, la había olvidado por completo. Estaba en la puerta del salón de la exposición, esperando  que yo saliera. Le dije que no se preocupara, pero que había surgido algo y que estaba en la casa de Patrick. Al escucharme Patrick me hizo señas, y por lo bajo me dijo que la invitara. Así que le dije a Emm que viniera donde estábamos.

- Gracias Patrick, eres un buen amigo.

- De  nada criatura…  - me sonrió con los ojos cerrados, con su sonrisa de personaje de anime.

  Emma llegó al tiempo, estuvimos los tres tonteando un rato, cenamos algo, y nos despedimos. La verdad es que estando con esos dos, sentía algo extraño, me daban tranquilidad. Algunas personas tienen la capacidad de hacer que olvides tus problemas por un rato, incluso si eso implica contárselos, y llorar en su hombro. Emm y Patrick, ese día se convirtieron en mis superhéroes personales. Y bueno, Albano Rainer, era algo así como el sexy villano psicópata, al que querías violar, y matar todo en el mismo par de minutos.

Furiosos PétalosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora