Capítulo VI

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  ¿No sería genial que en los peores momentos de nuestras vidas nuestra conciencia nos abandonara por un rato?    ¿Qué tal si todos  nuestros pensamientos, se mudaran a otro cuerpo para volver cuando haya pasado la tormenta?.  Cuando atravesamos situaciones difíciles, a veces lo mejor es cerrar los ojos y sólo esperar que el momento de angustia desaparezca. Pero no se trata de esperar que pase, se trata de dejar de sentir. ¿Alguna vez han querido arrancarse el corazón del pecho? Llegar al punto de querer sacrificar todos los sentimientos, hasta los buenos, de convertirse en un objeto, con tal de no sentir tanto dolor. Eso es estar en el fondo.

  Nunca pensé que íbamos a llegar a este punto. Habían sido sólo cinco minutos. Cinco minutos en los que todas las esperanzas de recuperar a mi familia, de volver a verlos unidos, se habían esfumado.  Corría por la calle, con la vista nublada por las lágrimas, no sentía los sonidos de mí alrededor, ni siquiera las bocinas de los autos, que sonaban furiosas cuando yo cruzaba sin esperar al semáforo. Apretando los dientes, hasta sentir sabor a oxido en la boca.  Necesitaba que alguien me despertara. Me faltaba el aire. Metía las manos entre mi cabello, agarrándome la cabeza, clavándome las yemas de los dedos en la sien. Tironeando algunos mechones. Algunos se volteaban a mirarme. ¿Qué les importa? ¡Déjenme en paz!

No sé cómo, pero llegué a una puerta blanca conocida. Toqué timbre, toqué de nuevo, toqué otra vez. Comencé a darle puñetazos a la puerta. Golpe. Otro golpe. Se abrió. A penas apareció, ni siquiera le di tiempo a reaccionar. Me abalancé sobre ella. Y dejé que todas mis lágrimas, las que me quedaban, se escaparan de mi cuerpo. No podía respirar, me ardían los pulmones. Veía negro, sentía a alguien gritar. Y tardé en darme cuenta, que eran mis ojos los que se negaban a abrirse, que los gritos de angustia provenían de mí.

  Es tragicómico ahora que lo pienso. Mi familia se había destruido. Estábamos separados,  ya no hablábamos, no nos veíamos nunca. ¿Se suponía que así iba a ser, es natural? ¿Le ocurre a todos? No. Mi padre no sólo estaba alejado. El había formado otra familia. Lejos nuestro. No sólo había reemplazado a mi mamá. Sino que había tenido un hijo con esa otra mujer. Me había reemplazado también a mí. Tantos años, esperando su reconocimiento. Ahora entendía su frialdad. Yo estaba de más en su vida. Y mi madre, lo sabía. Estoy segura. Era demasiado inteligente para no darse cuenta de algo así. Pero me lo habían ocultado. ¿Durante cuánto? ¿Desde cuándo me había convertido en la estúpida a la que  ni siquiera su propia familia quería en su vida? Las personas dejan de amarse, eso lo habría podido entender, mis padres ni siquiera se hablaban, mis padres ni siquiera dormían juntos. ¿Pero, por qué me lo habían ocultado? Mientras  todas estas ideas cruzaban mi cabeza, y sentía toneladas de dolor en mi corazón. Mi hermana, mi familia ahora, me abrazaba y me acariciaba la cabeza, mientras tiradas en el suelo, llorábamos juntas. Ese día aprendí, que los amigos, son la familia que elegimos tener.

   ***

   El dolor del pecho no pude quitármelo en todo el día. Emma me dejó dormir en su cama toda la tarde. No tenía hambre, ni ganas de salir de la cama. Supe que había anochecido cuando encendieron la luz de la habitación.  Y vi la ciudad bulliciosa, nocturna, al otro lado de la ventana. Emma entró y me mi miró con una mezcla de preocupación, y lástima. Para ese entonces, yo estaba intentando mirar las cosas con mayor frialdad, intentaba salir de mi cabeza, dejar de lado las emociones que me llenaban de odio por sentirme traicionada. Mis padres habrán tenido sus buenas razones para hacer lo que hicieron... Esa frase quedó flotando en mi mente y la descarté al instante. No podia justificarlos, aunque lo intentara, esas buenas razones no se me ocurrían. Nunca les habría hecho algo así, pero no podemos esperar que todos actuen de la forma en la que nosotros lo haríamos, eso no es natural, y sólo nos lleva de decepción en decepción.  Lo mejor que podía hacer, era distanciarme un momento. Aclarar mi cabeza. Intentar separar de mi cuerpo esas mil cadenas que alguien me había tirado encima horas antes.  Mientras miraba el techo fijamente, Emm se sentó a mi lado, y me siguió acariciando el cabello como si fuera una niña pequeña. La verdad es que eso, siempre me había tranquilizado, y ella lo sabía. 

- Sé que es el peor momento, para pedirte que intentes estar bien - Emm sonaba tan preocupada, que incluso comenzaba a sentir culpa.

- Saldré de ésta - Dije con una media sonrisa - ¿Sabes qué es lo peor? Tener la sensación de que tu familia no es más que un grupo de personas desconocidas... Tendrías que haberlos visto gritar, parecían dos monstruos jugando a ver quién hace más daño a quién. Y cuándo mi madre colapsó, comenzó a echarle en cara lo de la otra mujer, y el niño. Tengo un hermano Emm, tengo un hermano pequeño al que no he visto nunca... ¿Sabrá de nosotros? ¿Sentirá todo el odio, y los celos que yo siento hacia él? 

- Eso no puedes saberlo... No atormentes aun más a tu corazón. ¿Por qué te empeñas? A veces las personas adultas toman decisiones que nunca podremos entender, el sólo hecho de ser adultos no los vuelve perfectos. Tus padres son humanos Lexy, con todo lo que eso conlleva, muchas veces lastimamos a las personas que amamos. Y eso no significa que no nos importen. Sólo que somos lo suficientemente tontos como para no darnos cuenta a tiempo de la gravedad de lo que estamos haciendo.

- ¿Cuándo te volviste tan madura? - dije, mientras me incorporaba y miraba a mi mejor amiga, llena de gratitud.  

- Bueno, vivir sola implica mucho más que aprender a usar el microondas. - Nos reimos juntas...- Vamos, quiero que de a poco vuelvas a ser tú. Me diste un susto de muerte hoy. Nunca te había visto tan mal. 

- Lo siento, es que hace tiempo que intuía que ocurría algo malo, pero nunca me había imaginado algo así. 

- Debes dejar que pase el tiempo, y se pueda afrontar la situación con mayor racionalidad. Todos deben hacerlo, incluso tú.

- Lo sé.

- Oye, cambiando de tema, ¿Puedes decirme qué es esto? - Me mostraba un folleto arrugado que tomó de su mesita de noche. Yo lo reconocí al instante.

Rainer, me había olvidado por completo de él.

- Se supone que esta noche tendría una cita con Albano Rainer... - Ya sabía lo que me esperaba.

- Se supone nada. Lo siento. Tendrás que ir. Aunque sea por una hora. Necesitas despejarte. Te llevaré yo misma, y luego te iré a buscar, y dormiremos juntas hoy.

- No tengo nada para ponerme Emm. ¿De verdad piensas que puedo ir a algun lugar con los ojos en compota como los tengo? - Hice un gesto con mi dedo indice, recorriendo mis ojos. Sin mirarme en el espejo, sabía que los tenía muy hinchados. - Nada servirá para convencerte ¿no?

- Te conozco desde los cinco años, sé que eres una persona fuerte. Y ambas sabemos que te mueres por ir. No habrías traido contigo esto en tu mochila de no ser así. 

- La verdad es que no recuerdo haberlo tomado antes de salir de casa. Fue todo muy rápido ... - Suspiré, no le podría ganar, ya lo sabía. Además, ella tenía razón.

En ese momento, necesitaba la sonrisa de Rainer como si fuera un tanque de oxígeno, a 100 metros de profundidad, en el óceano más negro del mundo. Vaya que la necesitaba.

Los preparativos no fueron muy largos esta vez, Emm me prestó un vestido negro de hombreras definidas, ajustado que me llegaba a las rodillas. Me colocó un par de perlas sobre el cuello, y se esmeró bastante en mi maquillaje, que era muy casual con los labios rojos,  y en mi cabello. Mientras ella me peinaba yo no dejaba de mirarla. Eramos tan diferentes, sin embargo le debía tanto a esta mujer...

- Llamo a este vestido el "clásico de Cocó" , obvio que se combina con unas perlas. Y te haré una trenza cocida por encima de este flequillo loco. - No entendía a que se refería, yo asentía como robot.

Cuando Emm hubo terminado, entendí todo de golpe. Claro, se refería a Cocó Channel, la diseñadora francesa. El peinado eran esas trenzas que solían llevar las mujeres francesas de los 50 a modo de corona sobre la frente. 

- Deberías cambiar de carrera, eres una perfecta asesora de imagen... -  Otra vez me estaba mirando al espejo sorprendida.

 A veces pensaba que Emm era muy superficial, pero empezaba a entender, que no era por el simple hecho de verse bien que le gustaba tanto la ropa. Ella sentía realmente pasión por esto. Así como yo por la fotografía.

- Lo sé, soy buena. Toma ponte estos aretes de perla. Y vamos, metete en este abrigo, que no quiero que te congeles... Los cuadros del chico más sexy de la ciudad esperan, y también él. Tendrás que contarme a la vuelta cómo rayos lo conociste.

   

Furiosos PétalosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora