Capitulo I

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- Está quedando muy bien – Dijo con fingido entusiasmo el tatuador, mientras limpiaba la herida con esmero.

  Dirigió una mirada a la chica que estaba de pie al lado de la camilla, esperando alguna respuesta, pero ella se limitó a seguir mirando  con una mezcla de admiración y  recelo hacia a mí, que estaba boca abajo en la camilla, apretando los dientes.

  El lugar era un antro del centro, sin mucha reputación, pero barato, y las condiciones de limpieza parecían las necesarias para no pescar ninguna enfermedad, ese día se habían alineado los planetas para que yo pudiera llevar adelante una locura. Mientras yo, Alexa Usher, miraba el suelo contando los puntos negros del mosaico, me preguntaba qué rayos había pasado por mi cabeza cuando me  había decidido, en una tarde de lluvia,  a entrar en aquel lugar.  Miré los pies de mi mejor amiga, Emma, que se movían nerviosos a mi lado.

- No exageres Em, tranquila,  la que se está tatuando soy yo, y no duele –  una descarga de pinchazos me llegó hasta la punta de los pies – tanto…

- Intenta transmitirle eso a tu cara entonces – estaba preocupada, y además nerviosa.

  Intenté concentrarme de nuevo en los puntos del suelo, en mi respiración. Me esforzaba por entretener a mi cabeza, engañarla, para dejar de lado las vibraciones dolorosas que se extendían de detrás de mi brazo izquierdo hacia todo mi cuerpo, pero ¿a quién quería engañar?. Levanté apenas la vista, y fijé mis ojos en las fotografías descoloridas que adornaban las paredes, donde aparecían diferentes tatuajes, algunos tan extraños y grotescos que me costaba imaginar qué clase de personas eran las que tendrían esas imágenes hasta el día de su muerte sobre su piel. El mismo pensamiento me llevó a preguntarme por los motivos que  hacen que las personas se tatúen, hacía mucho tiempo, tener tatuajes significaba que eras un buscaproblemas, los tatuajes se hacían en la cárcel, y si el convicto salía,  llevaba sus marcas como una suerte de trofeo, sin embargo, era diferente ahora, algunos  lo hacían por moda, otros por simple estética. Yo no tenía ninguna razón particular para estar esa tarde tendida en esa camilla, soportando el dolor de las agujas dejando rastros de tinta permanentes sobre mi brazo, o al menos no las conocía en ese momento de mi vida.

  Un manojo de nervios me oprimió el estómago, y me sentí mareada por unos instantes, justo estaba por decirle al tatuador que se detuviera, porque comenzaba a sentir nauseas, cuando él se detuvo, y dio una última limpiada a la herida.

-          ¿Y bien? – Dijo Emma con impaciencia - ¿No te vas a levantar para mirarlo?

   Sentía mi cuerpo entumecido, me dolía el cuello y no podía girar mucho la cabeza. Me incorporé despacio, y esperé unos segundos a que el suelo dejara de dar vueltas. Había estado en la misma posición durante casi una hora, y sentía acalambradas partes de mi cuerpo que no sabía hasta ese momento,  existían. Dejé que mis pies tocaran el suelo de a poco y me bajé de la camilla.

-          Lex, si no te conociera diría que vas borracha – bromeó Em

 Me paré de espaldas a un espejo sucio.  El tatuador me ofreció con una mano extendida un espejo más pequeño, para que pudiera mirarme  con comodidad. No pude evitar sonreír al encontrar el espejo, por un momento sentí emoción de que esa fuera mi brazo. Los nervios de mi estómago, se transformaron en una súbita y desenfrenada alegría.

-          ¡Vaya! – Miré a Emma, que la estudiaba desde un rincón–. Es justo como lo imaginé, me encanta, ahora sí que voy a conseguir novio. – La ironía era palpable.

-          ¡Ja! No me hagas reír ¿Quieres? – contestó mi mejor amiga sonriente.

  Me dirigí al tatuador, y juntos fuimos hacia un mostrador lleno de volantes de bandas de rock, y algunos antros nocturnos del centro. Le pagué por su trabajo, y me puse encima de la camiseta de tirantes que tenía puesta, un fino sweater color beige, el contacto de la ropa con la piel recién herida me hizo sentir escalofríos, esperé que el tatuaje sanara rápido. Me dirigí al espejo para hacerme una cola de caballo y acomodarme el flequillo sobre las cejas. Detrás de mí, Emma se colocaba su sobretodo y tomaba su cartera de diseñador con cara de impaciencia. Sólo en ese momento,  me di cuenta que ambas estábamos totalmente fuera de lugar en esa tienda de tatuajes. Incluso la paleta de colores de nuestras vestimentas, generaban con el resto del ambiente un contraste molesto. Entendía porque mi amiga estaba molesta, y sonreí, a mi no me importaban esas cosas. Las dos habíamos sido amigas de pequeñas, y aunque éramos inseparables incluso en ese entonces éramos agua y aceite. En 4to grado, había dos niños que se metían conmigo, y Emma después de encontrarme un día llorando en el baño, esperó al recreo y  frente a todos les hizo calzón chino. Tremenda humillación, fue suficiente para que ambos niñatos dejaran de molestarme, y claro también para que Emma y yo nos volviéramos pan y mantequilla.

Furiosos PétalosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora