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En las buenas y en las malas siempre pienso estar para vos, sin importar la situación que sea, porque te amo y no te pienso dejar solo por nada de este mundo. - Camilo

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—¡Feliz cumpleaños Camilo! — todos gritaron al momento que la típica canción de cumpleaños terminará y que el antes mencionado apagará las velitas de su torta de cumpleaños.

—¡Feliz cumple Cami! — Mateo exclamó, abrazando por tercera o quinta ocasión al castaño, quien se sentía bastante feliz por recibir mucha atención, aunque en especial la de su mejor amigo. —¿Diez años?, ¿he? Cada día estás más viejo. — el morocho se burló.

—Eu, no exageres. — Moretti se quejó, tomando un poco de turrón de la torta para embarrarlo en la cara al contrario.

—¡Camilo! — Palacios exclamó molestó, queriendo hacer lo mismo que el otro le había hecho, pero sus ganas de comer un pedazo de torta eran muchas más que cobrar venganza. —Ya me las pagarás. — le amenazó, pensando en el momento perfecto para hacer de las suyas.

—Jajajajaja. — fue la escandalosa risa que Camilo emitía sin parar, sintiendo como su estómago empezaba a dolerle por tanto reír. —Te ves demasiado gracioso. — indicó, señalando al rizado, quien hacía lo mejor que podía para quitarse el turrón que tenía.

—Cuando regrese de lavarme la cara te las va a ver conmigo tarado. — Mateo soltó con un poco de diversión, haciéndose paso entre los invitados para irse a buscar un baño y así quitarse la sensación viscosa que tenía en la cara.

Ante esto Camilo no le tomó mucha importancia, por lo que se dedicó a comer un pedazo de aquella deliciosa torta de chocolate con frutilla que le habían servido. Y como era el cumpleañero la primera rebanada debía de ser para él, y así los demás tendrían la suya cuando llegara su momento correspondiente.

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Varios minutos parecieron transcurrir, y Mateo no daba señales de aparecer, pero la gran mayoría de invitados no parecieron darse cuenta de la repentina desaparición del morocho. Nadie a excepción de Camilo, quien empezaba a preocuparse por lo que pudo haberle pasado a su amigo, así que sin que nadie lo viera se fue a buscarlo.

Sabía que era descortés dejar a los invitados solos, pero su deseo por cerciorarse de que todo estuviera bien con Palacios fue mucho más grande que sus modales. Lo busco en la cocina, pero ahí solo se encontraba su madre y Juliana, quienes parecían estar hablando de algo sumamente importante y delicado.

—¿Que sucede Camilo? — Sofía preguntó de inmediato, al ver a su hijo.

—¿Han visto a Mateo? — fue lo que el menor les dijo a ambas.

—¿Que no estaba con vos? — esta vez fue Juliana quien hablo.

—Si, pero hace rato dijo que iba al baño. — el castaño comentó pensativo.

—Quizás esté aún ahí. — Sofía comentó, no tomándole mucha importancia a la situación.

—Está bien, lo voy a buscar ahí. — el castaño murmuró, dirigiéndose rápidamente hacia el baño con la esperanza de que Mateo estuviera en ese lugar.

Pero sorpresa, sorpresa...

Mateo no estaba ahí y eso lo empezó a asustarlo demasiado. Y como el correcaminos que era perseguido por el coyote, bajó velozmente hacia la planta baja de nuevo, y busco a su amigo entre la multitud de invitados.

No consiguió nada, así que subió nuevamente a la planta de arriba y buscó en cada habitación al rizado, mientras intentaba tranquilizar sus nervios con lo que pudo haberle pasado a Mateo. Desesperado y con ganas de llorar, Camilo ingresó a su habitación, con la mínima esperanza de que el morocho estuviera ahí y para su suerte y la de su corazón sí que lo estaba.

—¿Qué haces aquí Mateo? — Moretti preguntó un poco calmado, mientras se acercaba hacia el contrario. —¿Qué te pasa Mateo? — inquirió con preocupación al ver que estaba llorando. —Vamos no llores Matu. — le pidió desesperado.

—C-cami. — Palacios gimoteo, queriendo ser abrazado por el mayor.

—Shhh, aquí estoy Mateo. — Camilo dijo en voz baja, al mismo tiempo que abrazaba al menor. —Todo está bien Mateo, aquí estoy. — le susurró al oído.

—N-no, n-nada está bie-n. — Corazzina se quejó en voz alta, con el llanto en aumento.

—¿Pero qué es lo que te sucede Matu? — el castaño inquirió al no entender nada de lo que pasaba.

—M-mis viejo-s se va-n a divor-ciar. — el rizado le confesó..

—¿Qué? — salió de la boca del otro.

—Q-que m-mis viejo-s se va-n a divor-ciar C-camilo. — Mateo le repitió lo que había dicho.

—¿Pero estás seguro de eso Mateo? — el castaño le cuestionó, queriendo que todo fuera una equivocación.

Porque sabía lo importantes que eran Pedro y Juliana para la vida de su amigo, y que estos se separaran significaba un gran golpe para el morocho.

—S-si. — este afirmó. —Escuche como mi vieja se lo decía a la tuya, cuando pase por la cocina, luego de haber venido del baño. — comentó hipando. —Que ya no sienten nada entre ellos y que quieren separarse, pero que no lo hacen porque Emi está pequeño. — agregó, mencionando a su hermanito quien apenas tenía dos años. —Y yo no quiero que se separen o que me vaya a vivir con solo uno de ellos. — se quejó, con el llanto en aumento.

—Matu. — Camilo susurró triste por la situación de su amigo. —Esto es algo normal que pasa con los adultos. — le trato de explicar. —A veces dejan de amarse entre sí, porque el amor se les acaba y cuando eso pasa las cosas empiezan a ponerse bastante feas. — agregó, tratando de buscar las mejores palabras para hablar.

—¿Entonces yo no tengo la culpa de nada? — Palacios cuestionó, pensando que tenía algo que ver con que se separaran, al sentir un poco de celos de su hermano y de toda la atención que esté se llevaba de parte de sus padres.

—Por supuesto que no bobo. — Camilo respondió sin dudar. —Este tipo de cosas solo los adultos las entienden, aunque parezcan raras. — argumento. —Porque hacen lo imposible para estar juntos, pero mientras el tiempo pasa se separan, y creo que es algo tonto. — comentó con diversión, causando que el contrario se riera un poco. —Así que tranquilo, que vos no tenes nada que ver, porque esto es asunto de ellos. — indicó, dejando un pequeño beso sobre la frente del otro, porque era lo que su mamá hacía para que se sintiera mejor.

—Muchas gracias Cami. — Mateo le agradeció las lindas palabras que le dijo y por haberlo escuchado. —Y perdón por arruinar tu cumpleaños. — susurró bajito.

—Mi cumpleaños no importa Mateo, lo que me importa es que vos estés bien. — indicó, abrazando con mucha más fuerza al contrario, quien correspondió de inmediato.

Algo que lo hizo sentir una "extraña" pero linda calidez en el pecho, una calidez que sin lugar a dudas empezaría a valorar mucho más de ahora en adelante.

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