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Vacío, sin nada a mi alrededor que se pueda asemejar a tu calor y eso matando más rápido de lo que pude haberlo pensado... - Mateo Palacios

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Cuando alguien se va de nuestras vidas, su ausencia puede ser demasiado dura y fuerte de superar dependiendo mucho de lo que esa persona haya llegado a generar en nosotros.

Debido a que habían despedidas que no dolían mucho, siendo nada más que una simple cortada en alguno de nuestros dedos que sanará en su momento, pero que no se vuelve tan molesto si se le presta la atención requerida. Pero hay despedidas en las cuales sentimos que el alma misma se va de nuestros cuerpo, no quedándonos de más que vagar por este gran sendero llamado vida, que terminaría cuando demos nuestro último suspiro.

Y Mateo se podía sentir de aquella manera en todo su esplendor, porque todo cambió desde que Camilo ya no quiso saber nada más de él. Y si bien, en un principio creyó bobamente que aquel iba a regresar, como siempre lo hacía, nada terminó como pudo haberlo esperado.

Porque su mundo o mejor dicho su vida misma se estaba yendo en un enorme agujero negro, que lo iba a llevar a casi desaparecer con toda su escencia totalmente.

Camilo jamás regresó con él.

Camilo jamás le contestó alguno de sus mensajes.

Camilo jamás respondió a sus llamadas.

Camilo había desaparecido de su vida y él aún se negaba a aceptarlo.

Pero terminó comprendiendo la gravedad de la situación, cuando el castaño se negó a querer continuar con la pequeña carrera artística que se había formado gracias a Palacios. Dejando a este completamente solo al momento de volver a subir a la tarima, poniéndole de esa manera un fin a un doloroso ciclo, dónde pensaba que el amor que sentía por su mejor amigo iba a terminar por ser correspondido con el creía estúpidamente.

Cómo todo un pelotudo enamorado, que ahora estaba pagando las consecuencias de su gran y oscuro amor.

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—Mateo, salís en cinco. — Pedro le anuncia a su hijo, quien veía hacia el piso, con un micrófono entre sus manos, mientras sentía como todo su cuerpo temblaba por volver a presentarse ante un público. —Mateo. — lo volvió a llamar, pareciendo ser suficiente para que el otro lo escuchará.

—Si, si, en cinco, en cinco. — el morocho balbucea con un terrible sabor de boca, no queriendo salir a escena si Camilo no estaba con él. A pesar de tener a su viejo quien a veces los ayudaba a ambos con los coros y con alguna que otra interpretación, pero sabía que no era lo mismo, por supuesto que no lo era.

—Mateo, tranquilo que todo va a salir bien. — Pedro trata de darle confianza a su hijo, quien solo le sonríe tímidamente para después volver a lo que estaba antes.

Y eso era pensar en Camilo sin parar, hasta al momento de salir del escenario y ser recibido por intensos gritos...

Moretti terminó siendo lo único que su mente puede pensar y pensar sin parar, pero el público sigue gritando con solo verlo ahí de frente con su tan acostumbrada facha. Pero con un rostro que se podría asemejar al de un cadáver, porque no daba a demostrar ninguna expresión.