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Los recuerdos de una sola noche, los pienso llevar tatuados desde siempre en mi corazón y mente. - Camilo...

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Ya daban más de las diez de la mañana, el primero en levantarse había sido Mateo, quien parecía estar demasiado desorientado para intentar comprender lo que sucedía, lo que pasó anoche le era confuso, pero el anillo de campeón de la fms que tenía en uno de sus dedos, le hicieron caer en cuenta de la situación. Palacios se quedó sentando en la orilla de la cama, observando su dedo de en medio con una gran sonrisa en el rostro, muy orgulloso de sí mismo y de todo lo que había sido capaz de alcanzar por su propia cuenta y no por lo que los demás decían sobre él.

Ahora esos comentarios se podían ir mucho a la mierda, ya nadie podía negar que todos sus logros le pertenecían y que él se había partido la espalda para poder llegar al lugar en donde se encontraba en estos instantes. Victorioso y con un poco de ego por los cielos se puso de pie, dispuesto a ir al baño, aunque no estaba de más recordar que el alcohol que había tomado ayer aún estaba dentro de él.

Así que no sabiendo muy bien lo que hacía, Mateo terminó por tropezarse torpemente con Camilo, quien a diferencia suya parecía querer seguir durmiendo, pero eso se le hizo prácticamente imposible después de ese pequeño incidente.

—La concha de tu hermana Mateo, déjame dormir. — Moretti se quejó, al mismo tiempo que le lanzaba una almohada a la cabeza.

—Lo siento. — Palacios se disculpó rápidamente, un tanto avergonzado y mareado por lo ocurrido. —Ayer fue una gran noche, ¿no? — inquirió, no recordando nada después de haberse tomado más de tres vasos grandes de fernet, pero su comentario no hizo más que poner nervioso al castaño, quien sí era capaz de acordarse de todo lo ocurrido.

—Ah sí, creo que sí. — Camilo respondió con un ligero sonrojo en sus mejillas, que el otro no fue capaz de darse cuenta. —Felicidades de nuevo. — hablo, no sabiendo qué decir.

—Gracias. — el morocho dijo, mientras se ponía de pie con mucha dificultad sin dejar de sentirse mareado. —Mierda, todo me da vuelta. — indicó, buscando su cómoda cama.

—No es para menos, ayer estabas re mamado. — Moretti le informó, sentándose y estirando un poco su articulaciones. —Hablabas hasta por los codos. — dijo divertido.

—Dou, no me acuerdo de nada. — el menor murmuró pensativo. —Ni sé cómo llegué hasta acá. — agregó, siendo un gran alivio para el contrario, porque sino se acordaba de eso, menos lo haría con la casi cogida que le iba a dar, ni del beso que él mismo había iniciado.

—Creo que yo te traje, aunque no me acuerdo muy bien como. — el castaño le mintió, desviando un poco la mirada. —Pero ya fue, así que no importa. — sentenció, notando como el otro tenía una gran sonrisa en el rostro. —¿Y ahora que te pasa? — inquirió con curiosidad.

—Es que aún siento que esto es un sueño. — el morocho respondió siempre con la misma sonrisa. —Creo que el Mateo de tres años no lo puede comprender. — comentó divertido, soltando una pequeña risa que terminó por embobar al mayor.

—Yo siempre estuve seguro de que ibas a llegar lejos. — Moretti murmuró, sin despegarle la mirada de encima a Palacios. —¿Y ahora que procede? — inquirió con cierta curiosidad. —Ayer me estabas diciendo algo, pero no se te entendía ni mierda. — argumento, siendo su turno de reírse.

—Creo que se trataba de mi primer álbum. — el menor respondió pensativo.

—¿Posta? — Camilo habló un poco sorprendido, debido a que no tenía mucha información que se diga sobre ese tema.

—Si, posta. — le afirmó. —Pero después te cuento bien, porque por el momento no me da la cabeza para hablar de eso. — dijo, mientras se ponía de pie nuevamente.

Con mucho cuidado de no cometer el mismo error de antes y caerse encima del castaño, quien más tranquilo y poco interesado por lo que hacía se acostó de nuevo, aunque no podía sacarse de la mente lo que pasó anoche.

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Mateo no sabía cómo había hecho para llegar hasta el baño, ni mucho menos mantenerse de pie cuando sentía que se iba de lado, mientras hacía sus necesidades y se detenía por unos cuantos minutos enfrente del espejo, lavándose las manos en el lavabo para después mojarse la cara en repetidas ocasiones. En ese pequeño transcurso de tiempo el morocho pudo darse cuenta de una extraña marca que tenía en el lado derecho de su cuello, justo debajo de donde se encontraba su tatuaje, no teniendo ni la más mínima idea de cómo había llegado eso ahí.

Palacios se quedó observando esa peculiar marca o más bien mordida, en un vano intento de recordar quién se la había causado y si había tenido alguna que otra aventura con alguien que por el momento era incapaz de recordar. Así que en busca de disipar su gran duda se dirigió de nuevo a su pieza, con la esperanza de que Camilo pudiera darle alguna pista o si él lo había visto con alguna mina durante la fiesta, aunque a decir verdad la cantidad de chicas era bastante mínima, siendo en su mayoría conocidos y amigos.

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—Eu, Cami. — lo llamó desde el marco de la puerta. —¿Acaso vos sabes quién me hizo esto en el cuello? — pregunto, señalando el lugar donde estaba aquella mordida, pero el mayor no le contesto, pareciendo estar profundamente dormido. —Eu, sordo, te estoy hablando. — se quejó, pero el resultado seguía siendo el mismo de antes. —Como sea. — dijo, rindiéndose en su intento de saber quién le había hecho aquello.

Así que solo se limito a ir a la cocina y buscar algo que lo ayudara con el gran bajón que estaba teniendo y alguna medicina que lo ayudará a sentirse un poco mejor. Dejando a Camilo con el corazón latiendo como el motor de un auto de carreras, sudando frío y con el cuerpo temblando un poco a causa de los nervios.

—Tranquilo. — se dijo a sí mismo, tocando su corazón con su mano derecha. —Ya llegará el momento, así que tranquilo. — argumento, creyendo firmemente que su momento para confesarse al morocho llegaría y que no tendría porque seguir ocultando cada uno de sus sentimientos hacia el.

Aunque a decir verdad...
Sentía un poco difícil que Palacios lo viera como algo más que solo un amigo.

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