O12 ( PT. TWO )

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La noche cayó tan fría, en el cielo no estaba una luna brillando hermosamente con su imponente tamaño y belleza, y tampoco las ansiadas estrellas que llenaban la negrura de brillo y encanto. La brisa era fría, el humo del cigarrillo lo volvía todo más llevadero, pero no era lo suficientemente potente como para causarle un cambio. Las manos temblaban, las frentes sudaban por los nervios y temblorosos suspiros brotaban al pasar de los segundos.

Esperar, odiaba esperar y eso todos lo sabían muy bien. Hacerle llegar a un punto de sofocación en donde no podía estar dos minutos sentado, ni parado. Debía mantenerse caminando en círculos, esperando el momento perfecto para recibir al visitante, hacer todo lo posible por correrlo de la casa y luego suspirar sabiendo que todo el problema se había resuelto.

Inquietarse y maldecir no servía para nada, lo odiaba.

Y era que no soportaba la bruma de estar encerrado en la sala sin poder estar abrazado a Seonghwa como si éste fuese la rama de un frondoso árbol que pretendía proteger a un indefenso perezoso.

Había sido arrastrado hacia el patio delantero de la casa y dejado en el césped a un lado de sus frondosas plantaciones de rosas, dejado ahí para que se calmara, para que dejara de llorar y repetir una y otra vez que no dijeran nada, absolutamente nada de lo que habían hecho... Quizás sus amigos pensaron que se estaba volviendo loco.

Pero no era así, a pesar del pánico y la constante negación en sus palabras, Choi San se sentía estable... Dentro de lo que cabe.

Estaba destrozado porque no sabía lo que podría llegar a pasar, no tenía ni idea de las cosas que seguro, Taeyong sabría... Su banda, todo lo relacionado con Seonghwa estaba en público, ellos fácilmente podrían hacer mención de él como un juego barato, pero uno el cual no le daría gracia.

Los conocía, sabía que podían hacer cosas horribles si se lo proponían. Con sus armas de fuego, sus navajas o con sus propias manos. Y si eso implicaba el dinero, las joyas y riquezas, lo obtendrían. Darían todo para sacarle información a Seonghwa... Hacerle sufrir de distintas maneras y no, no quería eso.

No quería hacerle más daño.

Por eso antes de salir de la habitación le dijo en tono severo que si escuchaba algo raro, se escondiera debajo de la cama, que abrazara a su peluche y cerrara sus ojos. Porque no quería que viera nada, si se cubría los oídos no sería capaz de imaginarse las escenas que podrían montarse. Y todo lo dijo para bien, no le quería asustar.

Si supiera que ese pobre chico estaba temblando, llorando y abrazando al peluche con tanta fuerza que temía sacarle el relleno. Sin parar de pensar en lo horrible que era sentirse así, con la camisa mojada en el área del hombro y un sentimiento lleno de impotencia y descontrol.

Quería estar ahí para San, hacer que se escondiera junto a él para consolarse entre sí, para alejar a los demonios y fantasmas que quisieran apoderarse de sus pensamientos y llenarlos con pesadillas en carne viva, fantasías erróneas que dejarían huellas y escombros en sus corazones.

Y sonaría muy exagerado decirlo así, que esas emociones no podrían ser descritas ni por el mejor de los escritores que habitan o habitaron el planeta, pero; ¿Por qué limitarse? ¿Por qué debían guardar todo lo que llevaban dentro y refugiarse en sus propias mentes? Ni siquiera podían entenderse ellos mismos, una manera de explicar sus situaciones, era decir que estaban muriendo por dentro.

Muriendo por la soledad que existía, que a pesar de estar acompañados, se sentían alejados.

Era como... Esa canción, los amigos estaban para herirte. Choi San sabía que con caminar por su patio, mirar al cielo oscuro y escuchar la conversación absurda que Wooyoung mantenía con Jongho era algo que le irritaba, le ponía nervioso y sólo quería... Echarlos, gritarles que se largaran y le dejaran en paz; que arrastraran a otra persona en sus juegos sucios llenos de... Dinero tóxico.

❛ LIVED。Donde viven las historias. Descúbrelo ahora