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La brisa fría golpeaba su rostro con pereza, el cielo se mostraba gris gracias a las nubes que viajaban pesadas pero calmas por la gran inmensidad, mientras que las copas de los árboles que se alejaban y acercaban eran, de alguna manera, los que lograban que aquél escenario se volviera un poco abrumador gracias al roce de las hojas temblorosas.

A pesar de ser comienzos de abril, ellas se veían como si fuese... Alguna otra época del año, porque eran opacas, crujían cuando eran pisadas; quizás era él solamente que lo veía así, como algo extraño.

¿Por qué las hojas estarían atrapadas en otoño?

Soltó un largo suspiro al saber que su mente estaba igual de estancada, que con el pasar de los días sus sentidos se veían opacados por los pensamientos estúpidos que pasaban de manera fugaz. La brisa solamente lograba desordenarlos aún más de lo que ya y eso le desesperaba.

Era como si quisiera... Dejar de pensar, pero su cerebro se enfocaba en traerle recuerdos rebuscados para seguir atormentándolo. Aquél dos de abril era sin dudas, uno realmente triste, no solo por lo que sentía en su interior, sino por lo que podía llegar a pasar.

Cuando recibió un mensaje la noche anterior sintió un revoltijo de emociones aglomerarse en su cabeza, causándole incertidumbre, tanta extrañeza que incluso lloró de la impotencia cuando lo leyó la primera vez... Y un montón de veces más para poder comprender, para hacer que la pequeña y cortante información fuese procesada por su poca capacidad de retención.

Nada se quedaba, sólo... Los recuerdos de él, lo demás pasaba como una de esas hojas, volaba y no volvía nunca más.

La tortura era generada por el dolor, ¿No? Habían diferentes tipos de torturas, y la más dolorosa, era la mental. La tortura que tú mismo causas al pensar en algo que deberías olvidar con todas tus fuerzas, soltarlo y jamás, revivirlo nuevamente. No había cosa más frustrante que despertarse a mitad de la noche gracias a una memoria constante y estremecedora.

Si pensaba en eso, lloraba desconsolado por un par de horas, luego recapacitaba y murmuraba para sí mismo que debía dejarlo ya, que esa rutina le estaba descomponiendo como si fuese un maldito cadáver, a pesar de estar viviendo como si nada importara.

¡Por su puesto que importaba!

¿Cómo se supone que debía seguir, teniendo tanta culpa instalada en su ser? ¿Cuándo sería el momento en que superara cada una de aquellas sensaciones? ¿Por qué no podía afrontar la realidad? Aquella cosa sucia que le atormentaba cuando intentaba alcanzarla.

Era un círculo vicioso poco comprensible.

Si quería tanto soltarlo y dejarlo ir, debía hacerlo porque era lo correcto. ¿Verdad? Pero estaba ese pedazo en su corazón que se mantenía reacio ante todas las negaciones, siendo aún más fuerte que todo lo que quería soltar... Y se mantenía dependiente del pensamiento latente, era ese pedazo pequeño, que le hacía soñar con él, pensar en lo que hizo y lo que pudo evitar si hubiese pensado mejor las cosas.

Habían cosas que... Iban, cosas que venían y eso tuvo que hacerle recapacitar, ponerse un alto antes de que esos sentimientos tomaran aún más fuerza y fuesen un completo dolor de cabeza a la hora de la verdad.

Se había llevado las manos a la cabeza un millón de veces sin saber qué hacer para remediarlo, para enmendar todos sus errores. Y lo había logrado un día, pero solamente recibió una puñalada en su corazón que había dejado ese pedacito con vida.

Lo había hecho con tanta fuerza, y eso dolió.

Y lo sabía, lo había traicionado, se merecía ser tratado así y más, merecía todo ese dolor por haber hecho tal cosa sin pensar en cómo era que ese chico tan delicado se lo tomaría. Aún sabiendo tantas cosas... Sabiendo que era su jodido primer amor, o algo como eso, que le tenía miedo a la sensación de "estrellas" en el estómago que le causaba estar a su lado. San debió decir basta en ese instante, no acercarlo más.

❛ LIVED。Donde viven las historias. Descúbrelo ahora