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¿Algún día estaría mejor?

Se seguía haciendo esa incógnita casi todas las noches, cuando no podía dormir como realmente quería. Eran ese tipo de noches largas, frías y llenas de esa desesperación creciente que siempre llegaba cuando la oscuridad bañaba el cielo y pintaba a sus ojos con tristeza, dejando que lágrimas se crearan en ellos y dejaran escapar todo ese dolor... Toda la confusión que en su mente habitaba.

Las pesadillas habían vuelto, pero eran tan extrañas y retorcidas que le hacían permanecer despierto por el resto de esas noches, ahogándose en un mar de culpa, arrepentimiento... Y era tan malo, porque todos lo sabían, o al menos, sus padres y las autoridades tenían claro que lo hizo por defensa personal, que no tenía la intención de matar a ese hombre... Al contrario, que quería matarlo a él con esa maldita bala.

Y lo comprendían, las personas sabían hasta qué punto podía llegar la desesperación y el miedo, que éste provocaba cosas peores con las acciones y las palabras. Pero jamás pensó que haría algo como eso, tampoco se había imaginado en esa situación y no sabía como enfrentarlo. Había estado encerrado en una celda por varios días hasta que dijera la verdad de lo que había pasado... Lo dijo entre lágrimas, pero explicando que no tenía ni idea de quién era o cuál era su misión a parte de querer asesinarlo si ponía resistencia.

No tenía la culpa, ¿Verdad? Seonghwa no tenía la culpa de haber desviado ese brazo en el momento en que el gatillo fue accionado. No supo ni siquiera que eso podía llegar a ese extremo.

La sangre se había hecho presente frente a él, salpicando su rostro y haciéndole creer a sí mismo que había sido el causante de un asesinato atroz. Podía ver el agujero en la cabeza del tipo, el como su sangre manchaba el suelo... Recordaba sus propios gritos, los insultos que le había dicho ese otro muchacho el cual desconocía por haber matado de esa manera a su compañero.

Le llenaba de ese sentimiento, le había hecho sentir como una mierda. Se lo recordaban las gotitas saladas que habían salido de sus ojos al igual que la sangre manchaba su camisa.

Más doloroso había sido cuando fue sacado a la fuerza de aquella casa en donde había vivido tantos momentos lindos, la situación manchando esas memorias fantasiosas. Presenció una golpiza tan fuerte que le había dejado incapaz de pensar en otra cosa que no fuese él... En sus ojos verdes que se veían tan llenos de pánico y agonía por querer huir de ese lugar.

Era como si su mente no quisiera soltar esa noche sin estrellas, haciéndole vivir aquello en sus pesadillas tormentosas, que le hacían llorar y repetirle a Dios entre susurros que lamentaba haber hecho eso... Que le perdonara y no creyera en las contradicciones de su subconsciente.

Sabía que si lo hubiese hecho adrede, entonces en sus manos hubiese estado el arma, sus dedos habrían sido capaces de apretar el gatillo y detonar un fin, marcar un cuerpo hasta acabarlo y hacerle perder todo rastro de vida.

¡Pero había algo! Había algo de esa noche que no le dejaba tranquilo al igual que ese disparo.

Choi San... Él era quien no se podía ir de su mente, no podía dejarlo ir aunque en su corazón existiese un sentimiento extraño, que se aferraba y se rehusaba a olvidarlo. ¿Qué tan inmaduro podía llegar a ser con eso? Decía en voz baja para sí mismo que debía deshacerse de cada recuerdo, cada palabra, beso y caricia... Luego sus latidos se aceleraban y perdía el control sobre el llanto que se instalaba y no le dejaba en paz.

Era como un círculo vicioso, en donde esas semanas se habían vuelto las más... Largas, las más tortuosas que ha vivido.

Le habían dicho que podía ir a verlo, pero no tuvo el valor de salir de su cama. San le había mandado mensajes, ni siquiera los leyó y apagó su celular para dejar de recibir sus llamadas infaltables de la madrugada... Porque no quería oírlo, tampoco verlo aunque su corazón roto exigiera por un simple roce para sentirse cómodo.

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