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Se sentía abrumado debido a todos los flashes de las cámaras, las voces que iban de aquí para allá y ni hablar de los aplausos y toda esa gritería que, a su parecer, era innecesaria y que sólo servía para hacerle daño a su sentido auditivo. El traje le estaba asfixiando, al igual que todo ese evento como tal.

Lo único que veía bueno de ese día... Sería la nada misma, ¿Por qué debería mencionar algo bueno? Ni que estuviera loco.

Habían cientos de personas y no sabía ni siquiera la mitad de esas largas listas de nombres. Recibía saludos cordiales y él tenía que saludar por compromiso, ya que ni siquiera sentía la misma gratitud, sentía las miradas sobre su persona como si fuese el bicho más raro que toda esa gente distinguida haya tenido la oportunidad de ver y eso le mantenía entre ansioso y frustrado.

Apretaba los puños cada vez que alguien se acercaba con su cámara y le pedía con la voz agitada que por favor posara. Su madre le miraba desde lejos y le sonreía entre... ¿Cálida? Y demandante, así que debía hacerlo antes de recibir un sermón que, de ninguna manera, deseaba escuchar.

Y repetir la misma historia, de la familia que le obligaba a hacer cosas que él no quería.

El día de la boda ya había llegado y se celebró con éxito, ahora tenía curiosidad de saber cómo se desenvolvía ese extraño matrimonio. Lo veía tan absurdo, aún así, no podía negar que su hermano se veía feliz y que Yerim se notaba tan radiante y angelical con su vestido blanco y el sonrojo en sus mejillas. Se veían bien juntos, podía halagarlos pero quedaba ese... Pequeño signo de envidia en su ser.

Y le molestaba, quería pensar en otra cosa que no fuese esa.

Se quería proponer a disfrutar de la fiesta que se organizaría en un gran salón, uno con la capacidad suficiente para todas esas personas. Habrían muchos lugares en donde se podría esconder si se daba el caso, Siyeon lo había comentado a modo de broma un par de semanas antes, y luego fue reprendida con un sutil y frío siseo que les heló la sangre a todos en la mesa.

Más que irritarle... Le agradaba la idea, saber que podría esconderse en algún lugar luego de una humillación por parte de cualquier persona, o de él mismo, era un premio bastante gordo.

Quizás... Podría decir que su momento de relajación por ese día estaba siendo ejecutado en ese instante. Entre las seguras puertas de la camioneta, con los vidrios polarizados que ni siquiera le permitían al chófer mirar hacia los asientos traseros. El aire acondicionado golpeaba su cabeza y le hacía sentir cómodo, claro, si es que tener un par de ojos verdes encima era algo que podía catalogarse así.

Sus hermanos iban ahí, también, Sehyoon se mantenía hablando con Siyeon sobre quién sabrá qué cosas y ella reía escandalosa, metían a San en la conversación, éste respondía, sonreía y luego se le quedaba mirando así... Como si quisiera decirle algo, o como... Si quisiera hacerle algo.

Seonghwa en cambio, estaba procesando las cosas, sabiendo a ciencia cierta que el día jamás terminaría si no desviaban el camino hacia la mansión. Deseaba tanto acostarse en su cama, o darse un baño relajante en la bañera de hidromasaje que pocas veces usaba y si era posible, quedarse dormido sin pensar en malos ratos.

¿Pesadillas? Había aprendido a ignorarlas, o al menos, eso intentaba. Era algo difícil, sabiendo que toda la vida había tenido que soportarlas, siendo tan pesadas y abrumadoras. Con la ayuda de Choi San... Pudo salir adelante y enfrentar su temor a quedarse dormido y soñar algo horrible.

Su pie había sido pateado sutilmente y eso le hizo desviar la vista de la ventanilla para posarla rápidamente sobre el de mechones desteñidos. Su cabello estaba peinado hacia atrás con goma y sus ojos imponentes estaban maquillados con sombra oscura, esto por cortesía de su hermana. Lo cual hacía que su mirada se viese filosa, tal cual como la de un gato juguetón y travieso.

❛ LIVED。Donde viven las historias. Descúbrelo ahora