Capítulo 1

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Clariss

Despierto en una habitación desconocida.

Me siento en la cama y veo que llevo puesta la ropa del día de la caminata con Jana, jeans y camisa, menos mis zapatillas y medias.

Y comienzo a recordar todo lo sucedido.
La camioneta que nos siguió, alguien me durmió con algo en aquel pedazo de tela y me llevaron, dejando a mi hermana allí en la calle.

Inconsciente. Sola.

Voy hacia la puerta e intento abrir despacio.

Me sorprende que no esté con llave ya que obviamente alguien me secuestró.

Nada de esto puede ser bueno.

Se me llenan los ojos de lágrimas, y me obligo a salir de la habitación, a descubrir que sucede.

Del otro lado de la puerta el brillo del sol es tan fuerte, que por poco me ciega.

Parpadeo varias veces, la vista se me acostumbra poco a poco y veo una barandilla.

Y más allá solo hay agua, y más agua.

El corazón me late con fuerza, trago saliva y trato de tranquilizar mi agitada respiración.

Camino hacia la izquierda, siguiendo aquella barandilla que me lleva a dar la vuelta completa a un yate enorme de dos pisos, y no se ve nada ni nadie por ningún lado.

Estoy anclada en el medio de la nada.

¿Qué está sucediendo?

Reviso cada puerta que veo, pero todas están cerradas y no aparece ninguna persona.

Lo peor es que no encuentro ninguna puerta o escalera que me lleve hacia arriba.

Es todo cada vez más extraño.

Cuando ya no sé donde más revisar, veo algo que llama mi atención.

Hay una puerta oculta en la pared del yate, la deslizo hacia la derecha y veo unas escaleras que se dirigen hacia abajo.

No va recto, tiene una curva y si quiero ver más, debo bajar.

Dejo abierta la puerta, bajo y llego a la curva en la escalera.

Sigo bajando mientras miro lo que hay alrededor, es un espacio vacío con paredes y techo blanco.

Pero algo llama la atención.

Del techo caen dos cadenas con esposas rodeadas por cuero y otras dos salen del suelo.

¡¿Qué carajo?!

Mi respiración y corazón vuelven a acelerarse.

Retrocedo y doy media vuelta para salir, pero choco contra un cuerpo y la luz que había, se apaga automáticamente.

—Belleza mía —musita el dueño de aquel cuerpo que choqué.

Su voz me produce escalofríos.
Es de esas voces de barítono que intimidan.

Intento esquivarlo y correr, pero me atrapa por las muñecas y me lleva hacia atrás.

Sé de inmediato lo que quiere hacer.

Y mi corazón se acelera más y más.

—No, por favor. ¿Quién eres? ¡Suéltame! 

Lamentablemente, logra esposarme en segundos. En la oscuridad.

Es la segunda vez que hacen conmigo lo que quieren a pesar de resistirme.

Recorre con sus manos mis brazos levantados, desde las muñecas rodeadas por las esposas de cuero, y continuando hacia abajo, por todo el contorno de mi cuerpo mientras me tenso por completo.

Destino sin opciones © [Editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora