Capítulo 6

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Clariss

Entrar a la habitación que destrocé minutos antes, me llena de calma.

Ahora estoy lejos de ese idiota. 

Veo que todo ha vuelto a su sitio, ya no hay rastro del desorden y mis destrozos. 

Me desvisto delante del espejo que hay en el baño y miro el mordisco que me hizo.

Se ve muy morado y no hay manera de que no se vea desde lejos.

Me marcó como un animal.

Preparo el agua de la bañera y me sumerjo allí.

Necesito quitarme lo que me acaba de hacer esposada. Sigo sin creer lo fácil que a mi cuerpo le resultó rendirse ante él.

Y luego recuerdo lo que me dijo en el almuerzo.

Se supone que ha trabajado para mi padre, nos debimos cruzar en algún momento, pero estoy segura que jamás vi unos ojos tan extraños como los suyos.

Los recordaría.

En casa jamás va nadie que no conocemos ya que mi padre es celoso de su privacidad.

No le gusta llevar desconocidos a casa o a sus empleados, porque una vez que lo haces, no dejarán de ir. Palabras de él.

Así que pienso en la hacienda, donde allí es más fácil cruzarse con desconocidos ya que mi padre posee hectáreas con ganado vacuno y establos.

¿Fue un empleado allí?

Me sigue sorprendiendo no recordarlo.

Puede que me mienta o simplemente pasó desapercibido para mí.

Recordar los establos me lleva a los días que íbamos a montar con Jana. Mañanas o tardes de confidencias a lomos de nuestros amados caballos.

¿Qué hará ahora en mi ausencia?

¿De verdad habrá creído que un novio me quiso sorprender llevándome de aquella manera?

Salgo de la bañera, me seco y busco una bata.

Encuentro una de seda negra que me encanta.

Una vez que la tengo puesta pienso en recostarme, pero primero me dirijo a los cajones que antes no pude revisar.

Voy allí y abro uno.

¡Oh por Dios!

La piel se me eriza al instante, y me ruborizo.

Siempre he tenido curiosidad por esas cosas.

Trago saliva con fuerza y comienzo a sacar lo que hay: un vibrador, bragas vibradoras y otras con perlas en el centro.

¿Quién puso todo eso allí?

¿Cuándo?

Escucho ruidos del otro lado de la pared y recuerdo la puerta secreta que conecta su habitación con la mía.

Guardo todo en el cajón y lo cierro.

Luego, silenciosamente, muevo el mueble frente a la cama para que no se le ocurra meterse a mi habitación por aquella puerta secreta.
No puedo permitirlo.

Una vez hecho, me voy a la cama.

Ya no quiero saber qué más hay en los otros cajones.

No quiero más sorpresas.

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Despierto con el corazón acelerado al escuchar ruidos de golpes en la habitación.

Destino sin opciones © [Editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora