Capítulo 12

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Clariss

Luego de almorzar, esperé que Roux volviera y pudiéramos hablar o salir a nadar, tomar sol.

No pasó y no sé cómo pasar el tiempo. 

Ojalá tuviera algún libro a mi alcance.

Pero..., ¿y si me pruebo algunos vestidos?

Eso haré.

Saco uno de su percha.

Es rosa pálido con escote en V, ajustado hasta la cintura y luego cae suelto hasta el suelo. Su tela es muy suave, no identifico cuál es.

Me lo pruebo, y no me gusta como me queda. Me veo muy delicada, lo que menos quiero es verme así.

Busco uno negro.

Tiene mangas, escote redondo, ajustado hasta la cintura y luego tableado. No me queda del todo mal. 

Hay uno color crema que casi me hace parecer que voy desnuda, es ajustado completamente, con espalda descubierta y mangas largas con falda corta.

Sexy.

El siguiente es morado. Todo encaje, escote redondo, sin mangas y de falda corta, ajustado.

Paso de los vestidos holgados porque esos son para andar en el día, fresca y sin querer impresionar a nadie.

Me falta probarme uno.

Es idéntico al rojo que usé aquella vez que me mordió, pero en negro y todo de encaje. Me queda impresionante.

Miro el área donde me mordió y deslizo mis dedos allí. Ha pasado casi una semana y cada vez se nota menos.

Ordeno todo como estaba y me voy a la cama un rato. No sé cuánto tiempo habrá pasado, pero no fue suficiente para que Roux apareciera.

Me encantaría ocupar el tiempo en algo más que en dormir.

Despierto con el sonido de los tacones de Roux mientras entra en la habitación.

—No me buscaste para salir hoy —digo incorporándome.

—No te acostumbres. Come y descansa —sonríe. —Aidan llega mañana —dice y se va.

Suspiro con pesar.

Ya no quiero comer. Me voy al baño y preparo la bañera.

Me relajo por completo una vez dentro, cierro los ojos y disfruto.

No sé cuándo pasó, pero me terminé durmiendo. Siento un dedo que recorre mi hombro desnudo, despierto poco a poco sin entender qué sucede.

Miro hacia donde siento que me tocan, recorro con la mirada ese dedo, mano y brazo unido al cuerpo de Pasamontañas envuelto en un traje negro. 

Ha vuelto.

Y el aroma de su colonia masculina llega a mis fosas nasales.

Tomo aire por la boca, y me hundo en la bañera tragando saliva.

—No te escondas, Belleza mía.

Ese apodo nuevamente.

Me molesta que lo utilice para llamarme suya. No lo soy.

—Vete. No deberías estar aquí sin que yo lo desee, y tampoco deberías tocarme.

—¿A qué le temes? Soy el primero que te ve prácticamente desnuda. O te toca. No debes temer que vaya a aprovecharme de ti por ello.

Mis mejillas se ruborizan.

—No eres el primero —musito con firmeza. La expresión en sus ojos pasa de seductora a furiosa en cuestión de segundos. —Puede que me hayas acosado, o vigilado, como te gusta decir, pero eso no te garantiza nada. 

Destino sin opciones © [Editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora