Capítulo 8

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Clariss

Me preparo a conciencia para él.

Quiero saber de una vez por todas quién es y no me iré a mi habitación sin saberlo.

El vestido negro de encaje, el cual elegí del placard, se adhiere a mi figura curvilínea como una segunda piel.

Me siento poderosa con algo tan hermoso y delicado.

Escucho el inconfundible sonido de una llave en la puerta, y luego llaman con suaves golpes de nudillo.

Frunzo el ceño.

Nadie había llamado hasta el momento, aquello me descoloca, y me acerco lentamente.

Abro, y me recibe una noche oscura y estrellada.

Después de casi dos días sin verlo, Pasamontañas está aquí, apoyado en la barandilla, mirándome.

Lleva un traje azul oscuro que le queda como un guante, no está nada mal, excepto por su inseparable pasamontañas.

¿Cuándo revelará su rostro?

—Hola.

Su voz es más ronca de lo habitual, y sonrío por dentro.

El vestido es el adecuado.

Me tomo mi tiempo caminando hacia él, agarro su mano derecha y, estando muy segura, dejo en la misma un pequeño aparato con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho.

Es el control de las bragas vibradoras.

No me pierdo detalle de la mirada en sus ojos naranjas y como aprieta sus labios en una línea delgada.

Él no se lo esperaba.

Antes, el me pidió que usara las bragas con perlas y con ello obtuve su nombre.

Ahora espero obtener más.

Me doy la vuelta y me alejo hacia el lugar donde sé que estará la mesa en la que cenaremos.

Me estoy por sentar en la silla, y mis bragas comienzan a vibrar. Aquello me toma totalmente desprevenida, jadeo sobresaltada mientras agarro con fuerza los bordes de la mesa.

Pasamontañas me sostiene por las caderas, al parecer estaba detrás de mí y me ayuda a sentar, se acerca a mi oído para decir:

—Tenía que comprobar que, de verdad, las tuvieras puestas. —Miro su espalda mientras se aleja. Las bragas ya no vibran. —Cenemos —dice, sin dejar de mirarme mientras se sienta.

Con una mano sostiene el tenedor con el que come la comida de su plato, y en la otra tiene el control de mis bragas.

Respiro hondo, trago saliva y agarro mi tenedor, pincho la comida y la llevo a mi boca.

Ese es el momento que elige para hacer vibrar mis bragas, haciendo parecer que gimo por el sabor de la comida.

 —Está bueno, ¿verdad? —pregunta.

Es un desgraciado. Se lo pasa de vicio repitiéndolo en cada bocado que tomo.

Cuando ya estoy más que estimulada, húmeda y palpitante, al borde del orgasmo con un mínimo roce, la tortura termina y lo miro entrecerrando los ojos. 

»Me dijo Roux que preguntaste por mí el día de ayer. ¿Me extrañabas?

—No —digo con firmeza. Sonríe —¿Dónde estabas? —pregunto.

Y él decide ignorar mi pregunta.

—¿Quieres postre? —pregunta con una mirada intensa. —A mí me encantaría un postre, Clariss. Uno tan dulce como empalagoso. ¿Imaginas qué podría ser? —trago saliva con fuerza bajo su atenta mirada.

¿Está sugiriendo lo que creo?

Mi clítoris palpita aún más y aprieto los muslos.

¿Qué le sucede a mi cuerpo con este hombre con pasamontañas?

Un pensamiento cruza por mi mente. El plan.

—¿Qué obtengo a cambio? —pregunto para asegurarme.

Podría dejar que me pruebe, si con ello obtengo algo a cambio.

—El placer de que te dé con mi boca el orgasmo que anhelas y no te daré con esas bragas vibradoras que llevas puestas. 

Me desanimo por dentro.
El plan que tenía en mente no está funcionando como lo esperaba.

No reacciono de ninguna forma. No quiero que me tenga como él quiere.

Tiene que ser a mi manera.

Extiende la mano con el control hacia mí. 

»Tómalo, y ve a tu camarote, Clariss. —dice con neutralidad.

Lo miro, esperando que diga algo más.

»Busca tu propio placer —agrega.

Le lanzo una mirada de enojo con el ceño fruncido, y me voy con el control.

~~~~~~~

No escucho que alguien cierre con llave, siguen pasando los minutos y nada.

¿Será porque está él y lo tiene todo controlado?

Es una oportunidad para salir e intentar investigar. Tal vez esas puertas secretas que Roux dijo.

Los segundos pasan al igual que los minutos y puede que haya pasado una hora.

Como no tengo zapatos puestos, debido a que no hay en mi habitación, camino descalza hacia la puerta. Abro despacio, y miro hacia ambos lados.

Nadie a la vista.

Salgo por completo y voy hacia mi derecha, hacia el lado contrario de donde cené con Pasamontañas.

No quiero arriesgarme a que me descubra.

Miro atentamente toda la pared del yate en busca de una puerta secreta, la recorro hasta llegar a la parte de adelante y encuentro lo que busco.

Justo al lado de la que tiene las esposas, hay otra puerta secreta.

La deslizo y veo una escalera que va hacia arriba, hacia el segundo piso del yate.

Al subir sigilosamente, encuentro un tablero llena de botones, y el timón delante de un taburete fijo al suelo.

A través de los cristales veo todo alrededor, la luna se refleja en el agua que nos rodea.

Es una noche preciosa.

Miro todo alrededor, cada botón, y noto que las llaves están puestas.

Las muevo y el yate cobra vida. Giro el timón, y va marcha atrás.

Al menos estoy logrando algo.

Sigue yendo hacia atrás, muevo el timón para ambos lados y de un momento a otro todo el yate se sacude con fuerza.

Olvidé que estamos anclados.

Me caigo sobre todos aquellos botones y escucho fuertes pisadas por las escaleras.

Alcanzo a ver que es Pasamontañas, me lanza sobre su hombro, el aire abandona mis pulmones por un instante, y procede a apagar el motor en un segundo.

Baja por las escaleras, llevándome directo a mi habitación a pesar de mis protestas para que me baje y los golpes que le doy con mis puños a su espalda.

Me tira sobre el colchón, el aire abandona mis pulmones por segunda vez y lleva mis manos sobre mi cabeza, inmovilizándome con su enorme y musculoso cuerpo.
Aún lleva el traje de antes.

 —No vuelvas a hacer una cosa así —murmura entre dientes. Su mirada es de enojo puro. —La próxima habrá un castigo. 

¿Qué? Lo miro horrorizada.

Me suelta como si lo quemara y sale por la puerta.

Escucho que habla con una Roux preocupada por lo que sucedió, Pasamontañas le informa que fue su error y que de ahora en adelante ni estando él a bordo, dejará mi puerta sin llave.

Mi situación no hace más que empeorar, pienso con tristeza.

Destino sin opciones © [Editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora