Capítulo 3

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Clariss

Me había recostado en la cama, sin saber qué hora era y me dormí pensando en lo acontecido.

Y comprendiendo el uso de aquel ridículo pasamontañas.

Buscaba ocultar su identidad.

Me despierto sin haber dormido bien.

Sintiendo una leve molestia donde me mordió.

Hago una mueca y veo, en el mueble frente a la cama, una bandeja plástica de desayuno repleta de frutas, zumo de naranja y dos tazas humeantes.

Me acerco y noto que una de ellas no es plástica.

Frunzo el ceño mirando a mi alrededor.

Estoy sola.

O eso creo.

Y no voy a tomar dos tazas de café.

Comienzo a probar esas frutas que se ven tan apetitosas, y un ruido a mi derecha, al lado del mueble, en la pared, me pone alerta.

Miro hacia allí y un segundo después una puerta secreta se desliza para dar paso a la montaña de hombre con pasamontañas que me tiene retenida.

Va descalzo, lleva jeans y camisa negra.

Antes de que cierre la puerta veo una cama al otro lado.

Es una habitación.

—¿Cómo...? ¿De quién es esa habitación? —pregunto alarmada.

—Mía —responde mientras toma una de las tazas humeantes, la que no es plástica, y bebe su contenido.

—Siempre estuviste ahí, ¿no? Espiando en todo momento —lo increpo.

—No, Belleza m...

—No me llames así, sabes muy bien mi nombre.

Estoy muy enojada en este momento, podría lanzar fuego por la boca.

—Como decía... No te he espiado, me acabo de mudar a la habitación de al lado por si en algún momento me necesitas.

—¿Necesitarte? No te quiero cerca, te creo capaz de cualquier cosa. —Su aroma inunda de lleno mis fosas nasales cuando se acerca a mí lentamente.

Mis pulsaciones se aceleran.

El maldito huele bien.

Trago y no me muevo ni un centímetro, tampoco aparto la mirada.
No necesito que crea que le temo.
No me va a doblegar.

—Desayuna, Clariss. —Pasa por mi lado y se dirige hacia la puerta de mi habitación, saca una llave y abre. Parece que no puede volver a la suya desde la mía por su puerta secreta, la cual conecta ambas. —Vendré a buscarte para almorzar.

Se va dejándome sola y encerrada, rodeada de su aroma masculino.

Un aroma que le causa estragos a mi cuerpo.
¿Cómo es posible en una situación así?

Desayuno para concentrarme en otra cosa.

Me preparo para ducharme, después veré qué me pongo para pasar el día.

Me baño a gusto, metiendo todo el cuerpo bajo el agua, mi pelo castaño claro cae por el borde de la tina.

Se siente tan bien que me permito cerrar los ojos un momento.

Mis manos comienzan a recorrer mi cuerpo con aquel jabón de aroma exquisito.

El mordisco que me dio me duele al tacto cuando deslizo el jabón por mi cuello.

Destino sin opciones © [Editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora