𝗘𝗹 𝗼𝘁𝗿𝗼 𝗹𝗮𝗱𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗺𝗼𝗻𝗲𝗱𝗮

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Era el día siguiente, había despertado con pocas ganas de levantarse, pero aún así, decidido y sin obstinarse, se levantó de su cama.

Recordó el dolor en su cabeza la noche anterior, y aún sintiendo algo de migraña, solamente se limitó a fruncir el ceño y relajarse.

Olvidando la migraña, caminó hasta su armario por la nueva ropa que usaría, a tomó y caminó nuevamente a la cama para comenzar a desvestirse.

Gilbert sentía que eran sus últimos días de vida, pues aparte de la migraña y el dolor de cabeza, sentía muy pocas energías en su cuerpo, e incluso se sentía con fiebre.

Al terminar de desvestirse y quedar solamente en calzoncillos, tomó sus pantalones para comenzar a colocarlos, y en una mirada descuidada, vio que en una de sus manos una lucecilla verde palpitaba por dentro. Volvió a fruncir el ceño ahora en gesto de terror, y cuando aquella luz desapareció, trató de tranquilizarse.

Se sorprendió aún más cuando vio como sus pantalones flotaban delante de sus ojos, y simplemente no tenía excusas ni lógicas para lo que estaba viendo.

Tocó detrás de estos en afán de sentir que algo estuviera sosteniéndolos, pero se estremeció al ver que estaban flotando por si solos.

Comenzó a reír nervioso por lo sucedido, y los jaló para que estos dejaran de flotar. Se los colocó rápidamente y luego colocó su camiseta de la misma manera, totalmente aterrado.

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Salió al granero para comenzar a trabajar; primero comenzó a acomodar la paja, y para esto, claramente necesitaba una horqueta, la cual se encontraba en una bodega a unos metros de él.

Aquel chillido que recorría desde su cabeza hasta sus oídos apareció nuevamente, aturdiéndolo conscientemente, levantó las manos para tapar sus oídos al mismo tiempo en que gritaba por el dolor que sentía en sus oídos.

Las lágrimas en sus ojos no tardaron en aparecer, sus piernas y brazos volvían a temblar sin parar, y ni hablar de que su dolor de cabeza había desaparecido.

Se tiró al suelo totalmente rendido, aún con sus manos cubriendo sus oídos.

Algunos segundos después, aquel chillido había desaparecido, y inseguro, retiró sus manos de su cabeza, y al hacerlo, vio como de sus manos sobresalía una especie de bolita mágica que era rodeada de una luz verde brillante. Sacudió las manos en afán de quitarse estas de encima, pero le fue inútil, pues parecía que aquellas, venían de su interior.

Al analizarlo, vio también como las venas de sus manos, brillaban aún en su tono verde, pero se marcaban más e incluso parecían tener luz por dentro.

Levantó la mirada, para luego darse cuenta de que todos los objetos de la granja, incluyendo la horqueta que hace unos minutos era de su necesidad, estaban flotando frente a él rodeados de la misma luz verde que sobresalía de la bolita que flotaba en sus manos.

Todo tomó sentido al analizar toda la situación, pero no quería aceptarlo, no podía aceptar algo que no podía ser, simplemente no.

Necesitaba ayuda, necesitaba hablar con alguien sobre todo lo que estaba pasando, pero no tenía con quien; los hermanos Hargreeves estaban molestos con él, y Bash, Bash se había ido de visita a la casa de su madre, junto a Delfín.

Salió de ahí corriendo hasta entrar a la casa, y al estar a punto de subir las escaleras, escuchó que alguien pronunció su nombre. Se detuvo de golpe y aventó la cabeza hacia el lugar de donde provenía aquella voz para ver de quien se trataba.

🥀𝐋𝐢𝐩𝐬 𝐥𝐢𝐤𝐞 𝐜𝐨𝐟𝐟𝐞𝐞🥀 𝒻𝒾𝓋ℯ 𝓍 ℊ𝒾𝓁𝒷ℯ𝓇𝓉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora