Capítulo 8.

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Si algo tenía de mágico la ciudad de New York era que no importaba el clima que hubiera, se veía increíble. Incluso con aquel cielo gris y los destellos de los relámpagos que amenazaban con cubrir la ciudad de agua.

Alice no veía la hora de llegar a casa. Había sido de los días más largos en la universidad y la lluvia solo intensificaba sus ganas de estar en la cama mirando una serie o película de trama sencilla.

-¡Alice!- escuchó antes de meterse a su edificio.

Miró a su izquierda y se encontró con una chica de cabello castaño claro y abrigo gris. Le tomó unos segundos ubicar de dónde podía conocerla. Rápidamente su memoria se ubicó en los hechos de dos semanas atrás en esa fiesta de final precipitado.

-¿Debby?- la chica asintió. -¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabes dónde vivo?

-Le rogué a Lili que me diera tu dirección. Quería agradecerte en persona por lo que hiciste la otra noche.

-De verdad no hacía falta que vinieras, pudiste pedirle mi número y agradecerme con un mensaje- miró hacia su balcón en el séptimo piso. -¿Cuánto llevas esperando?

-Como una hora.

Alice se llevó una mano al pecho de la impresión.

-Con este frío, estás un poco loca ¿lo sabías?- Debby se encogió de hombros. –Vamos a mi departamento, todavía no hice las compras pero debo tener algo de café o un té para que bebas.

-Gracias- entró detrás de ella al edificio.

-¿Y cómo estás desde esa noche?

-Bien, las dos bolsas de suero que me metieron en el hospital ayudaron a que solo fuera una resaca leve.

Antes de llegar al ascensor y continuar su charla. Alice fue llamada por el portero del edificio.

-Hola Mitch- lo saludó ella con una sonrisa. -¿Qué sucede?

-Hace un rato le dejaron un paquete, señorita-

El portero se agachó y al segundo sacó desde debajo de su escritorio un oso de peluche pequeño dentro de una bolsa de plástico. Tenía una nota pegada en el pecho. Los ojos de Alice reflejaron perfectamente la sorpresa que sintió al ver el regalo mientras que Debby parecía mucho más emocionada porque sonreía y daba pequeños saltitos en su lugar.

-Gracias por recibirlo, Mitch. ¿Sabe quién lo trajo?

-Fue un muchacho de cabello teñido de rojo. Parecía un adolescente, debió ser el mensajero que envió la tienda. Quería dejárselo en la puerta de su departamento pero no sabía el número y aunque quiso pagarme por la información no se la di.

-Se lo agradezco. Tome una propina por las molestias- le pasó cincuenta dólares. –Cómprele algo a su esposa, oí que las rosas estaban de oferta en la florista de la esquina.

-Muchas gracias señorita Alice, ella se pondrá muy feliz.

Alice tomó el regalo por el extremo de la bolsa y se dirigió al ascensor seguida por Debby que estaba fascinada por la amabilidad y altura con la que Alice se manejaba.

-¿Regalo de un cliente?- preguntó Debby en el ascensor.

-No exactamente.- contestó y sonrió mirando la bolsa.

En aquellos días no había hablado tanto con Dominic, él estaba ocupado con la gira y ella con sus trabajos y la universidad. Ni siquiera tenía idea de que él volvería a la ciudad y prefirió pensar que sería como siempre.

-A mis clientes jamás le doy mi dirección y si quieres evitar problemas te sugiero que hagas lo mismo.

Salieron del ascensor en el séptimo piso.

Strawberry Lipstick [YUNGBLUD] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora