Capítulo 18.

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Los sueños de lujo y fortuna que tenía Alice al llegar a la ciudad de New York se triplicaron el día que conoció a Lilian. Y los recordaba cada vez que debía visitarla en su ostentoso y provisorio departamento. Cada nuevo hogar de la mujer era más lujoso que el anterior. Este en particular, se destacaba por la delicadeza de los detalles. Las cristaleras de la entrada, el dorado en las paredes, el mármol del suelo y la atención de los empleados hacían ver a aquel edificio de veinte pisos como un auténtico castillo.

Esa tarde se sentía ajena a todo ese mundo. Veía los detalles y aunque una parte de ella seguía deseando tenerlo todo, otra más grande quería encontrar otra manera de obtenerlo. Estaba tan decidida como en el momento que abandonó el parque de diversiones y no daría vuelta atrás.

Lo había pensado muy bien de camino al edificio, comparando pros y contras sobre su decisión y tenía estudiado de memoria lo que le diría ante cualquier pregunta que le haría Lilian sin dejar al descubierto la verdadera razón. Su prioridad era no mencionar en ningún momento a Dominic porque sabía que eso solo la metería en una discusión sin sentido y no tenía la paciencia necesaria para escucharla hablando sobre que a la hora de elegir entre una pareja y el trabajo, primero estaba el trabajo. Lo sabía, lo sabía de sobra, porque ese había sido su estructura de vida desde que empezó a ser acompañante. Pero las cosas habían cambiado, Dominic no era para nada como el resto de hombres en New York y quería intentarlo.

Subió al ascensor sin prestar atención a los distintos reflejos de sí misma que le mostraban las paredes. Le parecían más interesantes las imágenes que le enviaba Tris para intentar demostrarle lo emocionada que estaba por la buena noticia.

-¡Detengan el ascensor!- escuchó Alice desde afuera y sostuvo la puerta hasta que una chica de cabello cobrizo y piel blanca como la nieve se metió en el ascensor.

-Gracias, Alice.

Ella solo rodó los ojos y se colocó los auriculares para dejar en claro que no estaba de ánimos para escuchar el monólogo incesante de Beth, una de las primeras chicas que conoció cuando comenzó a trabajar. La pelirroja notó, luego de dejar su teléfono, los pequeños Airpods en sus oídos y al mirarla por completo también notó la marca que decoraba el lado izquierdo del cuello de Alice. Era una marca circular del tamaño de una aceituna con un color morado en el centro y de un rosa oscuro en los bordes. Beth soltó una risita que Alice no llegó a oír.

-¿Drácula llegó a la ciudad?- preguntó conteniendo la risa.

-¿Cómo?- repreguntó Alice pausando la música y mirándola de reojo un poco molesta.

-Esto- se señaló un punto de su cuello y miró hacia el mismo lugar en el cuello de Alice. -¿Drácula es tu cliente ahora?- volvió a preguntar y soltó otra risita.

Alice alzó las cejas y recordó el momento en que Dominic, controlado totalmente por la excitación, la mordió. Provocándole un dolor que llegó a gustarle y la acercó más al orgasmo. Sacudió ligeramente la cabeza para apartar ese pensamiento y se arregló el largo cabello rubio de forma que la marca no fuera tan fácil de verse.

-¿Ahora eres comediante, Beth?- la miró a través de la pared espejada de la derecha.

-Tenía que decirlo, es raro de ti que te dejes marcar.- señaló la pelirroja que la observaba de forma arrogante.

-Fue un leve descuido por exceso de pasión.- dijo sin mostrarse ni un poco avergonzada.

-¿Tan buena te crees?- exclamó cruzándose de brazos y alzando una ceja.

En ese momento, llegaron al pent-house en el piso veinte y las puertas del ascensor se abrieron.

-No me creo buena. Lo soy, querida- contestó saliendo del ascensor con la cabeza muy en alto.

Strawberry Lipstick [YUNGBLUD] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora