Capítulo 17

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"Mis pies colgaban de la silla, el asiento era demaciado grande para mí. Aquel señor de sombrero y mirada sombría me llevo a un lugar en donde se encontraba muchos escritorios, papeles y muchas personas, a las cuales al parecer les gustaba utilizar colores como el gris, blanco o negro; ya que eran los únicos colores que se podia apreciar. Todo era muy sombrio en donde estaba, era todo estructurado, las personas mantenían sus frente en altas al caminar y los que escribían solo mantenía la mirada en sus hojas. Era todo tan mecánico, todos parecían robot. Al preguntar a un hombre que me estaba custodiando a pedido del hombre que al parecer me odiaba el juez French. Me dijo que estaba en... en un juzgado eso me había dicho.

Un hombre se sento a mi lado. Intente mirarlo de reojo, el solo vestia una camisa blanca pero tenia tonos grisáceos, sus pantalones eran de un color marrón muy desgastado, estaban remangados en los pies haciendo visibles sus medias y luego sus mocasines que hacían juego con sus pantalones, con la diferencia que los zapatos estaban en perfecto estado. Se me escapó una risa al ver bien sus medias... Eran amarillas.

Él hombre me miro, sus ojos eran claros, parecían un poco cansados. Había una fina barba canosa en su cara y tenia una líneas alrededor de sus ojos a causa de su notable vejez.

-¿De que te ries niña?- Me pregunto con un tono amable.

-De... de su medias- Respondí nerviosa.

Él solo rio.

-Mi hijo también se rie de ellas- Respondió inclinándose para verme mejor.

-¿Y eso?- Pregunte mirando una caja que se salia del bolsillo de sus pantalones.

-¿Esto?- Pregunto sacando la pequeña caja de sus bolsillos.

Asentí. El anciano abrió la caja y de ella saco una brújula en perfecto estado, su brillo era dorado y de ella colgaba una cadena del mismo color.

-Es una brújula- Me la enseñó- es para no perderme nunca de mi camino.

-¿Usted la hizo?- Pregunte sorprendida.

-Asi es.- Afirmó- mi hijo tiene una igual, fue mi regalo para él. Solo que él se la regaló a la mujer que ama.- Suspiro- Un grave error.

Su expresión había cambiado notablemente.

-Es hermosa- Dije.

-Gracias- respondió.- ¿Cómo te llamas?

-Raquel.- Respondí.

-Raquel- Repitió sonriente- Si quieres algún día podrías pedirle a tus padres que te lleven a la relojería en donde trabajo y con mucho gusto te regalaré una brújula o un lindo reloj.

Incline mi cabeza hacia el suelo.

-¿Qué ocurre?- Pregunto.

-No ire a su trabajo señor.- dije- Un viejo amargado me encerrara en un estupido reformatorio.

Él anciano volvió a reír.

-Ese vocabulario, me recuerdas tanto a mi hijo.

Sonreí.

Él me tomó del hombro, se sentía tan reconfortante. Siempre veía niñas teniendo una platica entretenida con sus abuelos y era así como me sentía. Por minutos me gustaba pensar que aquel hombre era mi abuelo. Una locura. Pero no cuesta nada soñar.

-Raquel- habló el anciano. - ¿No tienes familia?

-No.- Dije- Y no me acuerdo si alguna vez la tuve. Crecí sola, sin nadie en quien confiar.

No estas sola (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora