II.

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Los sueños de Gilbert Blythe habían empezado desde que tenía catorce años, al principio eran sueños esporádicos, hasta que la empezó a soñar todos los días, despierto la pensaba, había escuchado que las personas que uno sueña, y cree no conocer es porque ya las había mirado una vez en su vida, a veces se consolaba de que él había mirado a la flamante pelirroja cuando era un bebé, porque de algo estaba seguro, es que no era una actriz de alguna película que había mirado.

Le intrigaba demasiado, los sueños de los primeros años eran realmente inocentes, un roce de manos, miradas chocando, sonrisas robadas y sobre todo algunos besos de mariposas por las pecas de su perfecta nariz.

Varias veces, pensó que simplemente tenía que salir con chicas totalmente diferentes a la pelirroja que lo atormentaba de forma deliciosa en sus sueños.

Hasta que a los dieciséis años, se armó de valor y le pidió a la chica que lo había estado acosando desde los cinco años, Ruby Gillis, una cita.

Fue un desastre.

La invitó a comer a un restaurante algo caro, se llevó sus ahorros de tres meses, que estaban destinados para una consola de juego nueva, la chica ni siquiera comió la mitad de su plato. Y en sus intentos de sacar algo interesante para hablar, ella solo se reía, haciendo que Gilbert pusiera los ojos en el cielo varias veces.

Pero algo que notó, es que tenía ojos azulados, pero eran algo más como grisáceos, después notó las pecas. Se quería golpear en la cara, simplemente las pecas le revolvieron el estómago, pero se obligó a comer todo, terminó vomitando de camino a casa.

Y la misma fórmula pasó cuando invitó a salir a Josie Pye y Jane Andrews. Al menos tenía como consuelo que ellas no tenían pecas. Y no se reían tontamente de cada palabra que salía de su boca, pero tenían personalidades algo fuertes, que no terminaban de congeniar del todo, no por nada eran amigas, pensó amargamente.

Entonces se concentró lo que sabía mejor, el estudio, era el mejor desde el jardín de niños, nunca tuvo competencia. Era raro, sentía como si le faltara algo, alguien con quién competir.

Hasta que llegó a la universidad de Toronto dejando su pequeña ciudad y conoció a Winifred Rose, tenía ojos azules, pero nunca como esos ojos azules que él ya conocía de memoria, pero era generosa, amable, agradable y tenía un buen sentido del humor. El único problema es que no era su tormento. Intentó varias veces enamorarse de ella, pero no pudo, siempre se retenía. Al final terminaron como amigos, ella se fue a París, él se quedó.

Hasta que por fin pudo ejercer de médico, y la pelirroja seguía en sus sueños, atormentandolo, diciendo su nombre, susurrando, casi como si se estuviera burlando de él.

Estaba teniendo unos días muy estresantes en el hospital, hasta que llegaron sus vacaciones, estaba feliz, siempre regresaba a Avonlea, para ir a visitar su casa, donde estaba su buen amigo Bash, y su hija Deli.

El lunes por fin llegó, la jornada se pasó volando y por fin pudo salir, fue a su apartamento, hizo una maleta rápido y salió en su carro, el viaje solía tardar unas seis horas, pero a él no le importaba, necesitaba estar en la carretera.

Estaba cerca de White Sands, para ser principios de primavera, había demasiada neblina y hasta parecía que en cualquier momento iba a nevar, el reloj en el estéreo de su carro indicaba que eran las 6:30 de la mañana. Odiaba siempre esa parte de la carretera, eran puras curvas, al menos había árboles.

En una curva, frenó en seco. Había un cuerpo, encendió las intermitentes y salió del carro asustado, mientras trataba de sacar del bolsillo de su saco su teléfono. Cuando visualizó a través de la luz que era una mujer pelirroja.

Él se acercó, lo primero notó es que estaba respirando, por cómo se estaba moviendo su espalda. Esa era buena señal, se arrodillo, lo segundo que notó, fueron las curiosas pecas, su cabello pelirrojo estaba totalmente seco, traía un vestido blanco algo transparente, agarró un mechón de su cabello y lo retiró, empezó a contener su respiración sin notarlo, su rostro era igual al de sus sueños, todo, las cejas, la nariz, las pestañas, como estaban esparcidas las pecas.

一Señorita.一 encontró su voz en sus adentros, se atrevió a llevar una mano a su brazo para poder moverla, apenas había colocado su mano, cuando sus ojos se abrieron.

Eran celestes, tal cómo pensó que serían. En la boca de la mujer se fue estirando una sonrisa.

Angel in the earth||Shirbert||Completa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora