(Continuación del día 10)
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Era el atardecer y llegó el momento de retirarse del orfanato no sin antes despedirse de los niños y en especial de la pequeña Mimiko, de la cuál el león se encariño, Saori contrató guardias de protección para que el orfanato no quedara desprotegido.
Subieron a la limusina y se dirigieron a la mansión Kido para descansar un rato... en la camita:
–Ahh, que cansancio– suspiró Aioria tirándose en la cama.
–Si... Mucho cansancio– dijo Aioros con doble intensión, tirándose encima de su hermano donde rápidamente se colocó entre sus piernas y tomando sus muñecas.
–¿Qué...que haces?– preguntó temblando de miedo intentando zafarse.
–Lo que nunca pudimos terminar esta mañana... gatito...– dijo sonriendo de forma pervertida.
–AYYY... me va a violar...– chilló cerrando los ojos.
–Te prometo que seré amable hermanito– dijo quitándose la camisa revelando su musculoso torso.
–Ayuda...– chilló el león desesperado apretando los ojos.
En eso entró el pequeño Shun con unas prendas en sus manos:
–Perdonen, es que la puerta estaba abierta y les vine a traer esto– dijo dejando las prendas sobre un mueble:–Éste... la mansión estará sola... pueden continuar en lo que estaban haciendo... permiso– dijo cerrando la puerta avergonzado.
Aioria quería decirle algo, pero Aioros le tapó la boca con su camisa y ató sus manos en las varadas de la cama con las sabanas:
–Para que no te escapes...– dijo dirigiéndose hacia las prendas que el Andrómeda colocó.
El pobre león no entendía el comportamiento tan repentino de su hermano y no podía gritar por ayuda, ya que la mansión quedaría sola con el mayor en estado de celo, como si el centauro de su signo lo habría poseído:
–Oh, mira lo que el pequeño Shun nos dejó unos disfraces, creo, uno es de león y el otro de caballo, ¿Por qué no te lo pones? La mansión es nuestra por esta noche– dijo ansioso y ¿excitado?:–Lo olvidaba, te deje amarrado, jiji– rió mientras le quitaba camisa de su boca.
–AIOROS, ¿QUE COMISTE?, ESTAS DEMENTE... ¡TU NO ERES MI HERMANO!– gritó el león desesperado.
–Lo soy aunque no sé qué me pasa, como tengo la urgencia de poseerte– dijo con las pupilas dilatadas sin brillo.
Aioria con horror desvió la mirada y miró por la ventana, la razón era que en el cielo oscuro se formaba la constelación de Sagitario:
–Ay no, el maestro me advirtió sobre eso... el celo... Aiuda– dijo en su cabeza.
–Hermano, te desataré y ponte el disfraz, pero me prométeme que no escaparás
–Te lo prometo...–
–De lo contrario, no tendré piedad– dijo de forma fría y psicópata.
Aioria tragó saliva, se levantó de la cama comenzando a quitarse la ropa mientras su hermano hacia lo mismo.
Ambos se pusieron los disfraces y se contemplaron:
–Falta algo– dijo tomando algo entre sus manos:–Las orejas, eso no puede faltar– dijo poniéndoselas:–Te ves sensual– dijo relamiéndose los labios.