Act 19

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Act XIX.

—¡No puedes decidir sobre mi puta vida!

—Entonces atente a las consecuencias si no haces lo que te pido. Hemos Sido muy permisivos contigo, Atem—. Sentencia su padre con una voz controlada, para nada alterado ante el obvio descontento de su hijo.

—¡HAZLO!—Gritó golpeando la mesa, por fin causando una reacción en aquel cínico hombre—¡Denuncia si te da la puta gana hombre! Que ya me imagino la primera plana ¡el hijo del magnate petrolero Aknamkanon Ahmed preso por intentar matar a su padre! Hazlo y te juro, te juro animal, que van a saber todo sucio secreto tuyo, si caigo yo caes tú—, le gruñe con severidad, esas esferas rojas reflejan a su padre encendidas en rabia.

—¡No te atreverías!—Ahora es turno de su padre levantarse de la mesa, apoyando ambas palmas en esta.

—Oh, claro que sí, nada tengo que perder—le replica sonriendo con ese sadismo tan propio de él—, Las prostitutas, el alcohol, los golpes a mamá, a mi, a mi hermana, todo pequeño trapo sucio que me sepa y que pueda hundir tu imagen. Caigo preso y lanzó la mierda al ventilador, Aknamkanon.

Estaba dispuesto a irse después de esas palabras, pero su padre lo agarró bruscamente del brazo.

—¡No te irás a ningún lado!

El impacto llegó antes de poder reaccionar siquiera. Atem le conecta un puñetazo en la cara, fuerte, tanto que hizo jodido eco por el restaurante. El hombre quedó mareado y tuvo que sostenerse de una de las sillas, la sangre se acumula en su boca y escupe. Le había tumbado un diente.

—En tu miserable vida…—Atem lo agarra de la corbata y lo jala, cortándole el aire—vuelvas a tocarme, hijo de la gran puta.

Y de esa forma sale del lugar, hecho una fiera. Se sube a su moto, las ruedas chillan con fuerza en el asfalto mientras se pone en camino. La cabeza dolía, aún estaba viendo en rojo, deseaba tanto ahorcarlo con sus propias manos.

Y casi lo hace, sino fuera porque estaban en un sitio público…

⟦…⟧

Yugi estaba dando una lata de atún a su gatito, acaricia tras sus orejas de forma suave viéndolo con cariño. Se separa de su mascota y camina a su sofá, suspirando agotado y un poco preocupado. La conversación que tuvo con Atem hace unos días lo tenía angustiado, su padre no parecía una persona permisiva en lo absoluto.

Y aún así aceptó reunirse con él. Esperaba de corazón que todo hubiese salido bien, pero, sabía desde el fondo de su ser, que las cosas no podían ser tan fáciles.

Escucha un toque suave en su puerta. No esperaba visitas a esa hora, se levanta y la abre, del otro lado estaba Atem. Sorprendido, iba a sonreírle pero notó sus ojos: turbios y sin pupila, con lágrimas secas en sus mejillas. Apenas logra abrir la boca cuando su alumno se lanza a sus brazos.

—…—No dice nada, solo lo rodea con sus brazos cerrando sus ojos. Acariciando su pelo con cariño mientras se aferraba a su pecho, temblando.

—…Yo solo quiero vivir mi vida.

—Lo sé.

—¿Por qué parece que todos creen tener el derecho de decirme qué hacer?

—Amor…

—Solo quiero ser libre—. Lágrimas de impotencia bajan por sus mejillas, mientras él hunde  la cara en su pecho—, de él, de todos.

Tuvo que prepararle algo de té caliente para calmarlo. Después de un par de minutos conteniendo al egipcio entre sus brazos, Atem logró dejar de temblar. Estaba acostado en su regazo con los ojos cerrados, no estaba dormido, estaba pensando. Yugi le dejaba estar mientras le hacía piojito de forma dulce. Tarareando una canción, para hacer el silencio más ameno.

All the lies you said.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora