Epílogo: Our true. +18

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—Señor.

—¿Si?

—¿Le diría a su pareja que deje de verme así?

La incomodidad del tatuador era palpable, su rostro estaba varios tonos más pálido desde que había iniciado la sesión. Yugi finalmente decidió tatuarse las caderas y muslos. Pero para ello necesitaba, bueno, quitarse los boxers para que él dibujante tuviera mayor comodidad. Ahora solo una pequeña sábana blanca tapaba su desnudez.

Razón por la cual Atem había insistido en acompañarlo. Estaba sentado a pocos metros de su amante, brazos y piernas cruzados, con sus escarlatas clavadas en ese pobre diablo que estaba tatuando a su amor. Dos puntos rojos sin pupila que se meten bajo la piel, cercenando el alma de ese pequeño mortal que solo estaba haciendo su trabajo.

—¿Acaso te quieres quedar a solas con mi marido?— Pregunta con los dientes ligeramente apretados, su voz casi sale como un gruñido de animal que estaba marcando terreno.

—Me voy a morir aquí.

—Amor—. Yugi suspira con suavidad y extiende su mano, con una sonrisa cálida reflejada en su rostro—, ven aquí.

Atem se levanta de su silla y se acerca tomando su mano, en un agarre suave pero firme—, no me gusta que nadie aparte de mi te toque, especialmente en esas zonas. —Dice en tono suave, acariciando el dorso de su mano con su pulgar.

—Lo se mi amor—, Yugi siente sus mejillas calientes, el egipcio besó su palma de una forma gentil—cuando lleguemos a casa, podrás tocarme todo lo que quieras ¿de acuerdo?

—¿Todo lo que quiera?— Atem sonríe con cierta malicia e inclina su cuerpo para acercar su rostro al de su amante, casi rozando sus narices,— Es una tentadora oferta ¿Podré usar las correas?

—Anata, te recuerdo, no tengo boxers y si me provocas una erección será realmente incómodo.

—Creo que se olvidaron que estoy aquí, —murmuró el tatuador mientras seguía repasando las líneas del dibujo, Yugi decidió que en esa zona se tardaría lirios blancos, ya que estos significaban pureza.

—¿Eso es un si?

—Ja, sí lo es—, estira su rostro y planta un beso inocente contra sus labios, apenas rozando un poco. Una cadena de pequeños besos rápidos comienza, en sus labios, barbilla y parte de su mejilla—¡OUCH!— Yugi se separa de repente, la aguja de la máquina había llegado a una zona algo sensible—, esa sí dolió.

—Disculpe, el hueso de la pelvis es una de las zonas más delicadas.

—Entonces ten cuidado, animal—, le gruñe Atem retomando esa mirada cazadora, era sorprendente lo rápido que esas escarlatas podían perder brillo y volverse tan siniestras—, no lastimes de más a mi marido o esa aguja va acabar a dónde no te llega el sol.

—Atem, por favor, el solo hace su trabajo.

—Pues que lo haga sin lastimarte tanto.

—Pro-prometo tener cuidado señor.

—Mejor hablame para distraerme Atem—se acomoda mejor en el asiento, apoya su cabeza contra el pecho del egipcio—Voy a extenderme mis mangas de flores, a mis hombros y los costados de mi cuello.

—Te está gustando más la tinta que a mí—, el moreno alza una ceja, con cierta curiosidad—¿Puedo preguntar por qué?

—Por que te encanta besar mis hombros y cuello.

—…Bien, saca a este tipejo de aquí, necesito unos 20 minutos a solas contigo.

—Anata, no sabia que eras tan ansioso—. Da un beso suave a su pecho, frotando su nariz contra la tela de su camisa, impregnando su nariz con su colonia—, paciencia querido, ya en casa podrás saltar en mi pelvis cuántas veces quieras.

All the lies you said.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora