Capítulo 4. KENDRA

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—¿Es esta tu sorpresa? ¿Unas entradas para ver ese espectáculo sangriento en honor a la diosa Damita por el maravilloso solsticio? —Trinity Landford me arrastra por las calles de una muy ajetreada Lumen. Me cabre y me indigna lo suficiente como para poder en otras cosas mientras ella me lleva por las calles llenas de vida. Es el solsticio de verano y las calles están abarrotadas, con mucho movimiento porque todos están preparando las fiestas para dar las gracias al inicio del verano. Demasiada vida me rodea y me asfixia, demasiadas cosas que yo solo quiero dejar atrás—. Sabes de sobras que detesto esos espectáculos y también eres muy consciente de lo poco que me gusta ser vista en público.

—Puedes mentirme en muchas cosas Kendra, como en lo de que no te gusta ser vista... Pero no me mientas con lo anterior—me mira con cierta burla, como si pudiera saber lo que pienso—. Todo el mundo sabe que los tuyos los adoran.

Todo el mundo sabe que los tuyos los adoran. Trinity debe de ser más que yo sobre demonios al parecer. Me quedo pensando en ello. Puede que no sea tan secreto el hecho de que somos seres violentos y sanguinarios. Incluso Trinity lo sabe porque es ella la que me sirve sangre de cerdo todos los días a la misma hora por la mañana, sin excepciones. No puedo mentir. La sangre me gusta. La violencia me da cierto alimento. Encuentro placer en todas esas cosas. Hace que se remueva algo dentro de mí, muy hondo al parecer, y nunca podría ser en el peor de los sentidos. Me da placer ver a la muerte besando a los mortales. La violencia gratuita de las calles que no me salpica... La sangre del suelo...

Los demonios somos hijos de la sangre, la violencia y la pura rabia, además del vicio. Venimos de lo peor que existe en el mundo. Claro que disfrutaría de los espectáculos, aunque tampoco es que sean lo mejor... Pero seguro que te entretienes, de una manera u otra. El problema y por lo que sé que no me divertiré es que me darán ganas de comerme a alguien. La violencia es contagiosa y el olor a sangre no incita a otra cosa. Soy un peligro. Soy un animal propenso a descontrolarse y que no sabe si atacará en cualquier momento.

El hedor de la sangre que emana la propia arena de Lumen podría ser espeluznante para cualquiera, menos para mí. Es una maravilla que cautiva a cualquiera, nadie lo niega. La manera en la que construyeron la arena era para derrochar opulencia y poder. Estar en este sitio también me convierte en un enemigo, y más cuando no tengo almas dentro de mí a las que aferrarme en esta clase de situaciones. Soy una amenaza y nadie es consciente de lo que tienen a su lado. Ni siquiera Trinity, que tanto confía en mí, llevándome de su brazo.

Nadie sabe que soy una psicópata. Lo único que puede mantenerme cuerda es el haberme criado en este mundo, el haberme tenido que acostumbrar a la fuerza al olor a sangre del burdel, en las calles... Haberme atado a la cama por no matar a nadie. No tengo el mismo instinto asesino que podría tener un demonio recién salido de los pozos infernales. Los Originales deben de haberlo pasado muy mal. Tampoco se sabe si siquiera sigue vivo cualquiera de ellos. Veinte mil son muchos años, incluso para nosotros. No por vejez, sino por sobrevivir a todo tipo de trucos sucios que los matarían. Ya deben de quedar pocos, y todos en Tantra.

La Brecha no volvió a suceder en todo este tiempo y nunca he conocido a un Original, pero supongo que deben dar mucho más miedo que yo. Por lo menos son poderosos, los más poderosos de los nuestros. Más que amigos, todos somos sus enemigos. El círculo íntimo de los Originales debe de ser lo más codiciado y protegido a la vez de este mundo. Nunca ha habido escándalos públicos relacionados con nosotros. Eso es bueno. Eso quiere decir que por lo menos no nos hemos comido a ningún humano.

—Pero no de la manera en la que te piensas—respondo a Trinity mientras mi estómago ruge de nuevo. Me pide que devore todo lo que me rodea.

Solo de pensar en lo sabrosa y jugosa que podría resultar la sangre de uno de esos fieros guerreros entre mis labios... Eso podría desatar mi instinto más animal. Lo primario y puramente demoníaco está rotundamente prohibido, no solo en tantra, sino en el mundo mortal. Es el legado de la Hermandad de los Oscuros. No podemos matar a los mortales para comérnoslos, eso está completamente vetado. Si alguna vez pasaba ese pequeño imprevisto, por lo menos no correría la voz. Porque eso quiere decir que incluso nosotros mismos somos conscientes del peligro que suponemos cuando tenemos hambre. No sé si ha pasado algún accidente de ese estilo.

Sangre y Traición (#1) - EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora