Capítulo 35. KENDRA

49 1 0
                                    


—Es posible que le declares la guerra a los Creadores... y salgas viva de ahí—en cuando el ángel femenino, que está tendido en el suelo rota de dolor... me dice esas cosas... Yo me quedo congelada detrás de un ala de Adriel. Me he quedado petrificada.

Está loca. Por lo que sé quería dedicarse a la devoción. Algo de votos de castidad. Así que es como una de esos mortales que se convierte en fanático de algo. Sahily no es que tenga mucho poder en su palabra, pero tanto el otro ángel, la estúpida engreída de alas doradas, y Adriel, escuchan eso... Los dos se la toman realmente en serio. Hablamos de muchas cosas y estos ángeles ni siquiera se respetan entre sí. Esperaban que con un grupo tan dividido pudieran llegar a acuerdos, a tener alguna clase de éxito. Pero no hacen más que tirarse basura entre ellos.

Adriel no parece dispuesto a hablar sobre cosas de su pasado y no puedo culparle. Creo que nunca podría hacerlo. No debe de ser fácil hablar con gente que lo sabe todo. Sahily tampoco es que esté dispuesta a hablar de lo que quiera tener con la tercera ángel que falta aquí. Desde mi punto de vista es una completa traidora. La ha vendido y ahora ni siquiera le importa. Elisia, como se llama la tercera de ellos... No está aquí pagando condena. Puede que Adriel aprecie a esa chica pero yo podría matarla por menos. No termino de confiar en ella. Adriel tiene motivos de sobra para confiar en Elisia, pero yo no. No soy alguien que pueda confiar en alguien a la ligera y me da igual que sea una buena aliada de Adriel. No voy a confiar en ella si vende a su propia pareja.

Samara sí que ha hablado cosas sobre sí misma, no sin antes querer convertirse en un problema para mí. No la soporto. Lo estirada que es, lo creído que se lo tiene. Pero aquí está. Encadenada de la misma forma que nosotros. Asegura que no entiende por qué está, salvo que un compañero la haya traicionado para poder sacársela de encima. Es un ángel bastante... es el prototipo, sin dudas, sí. Esto es lo que se espera. Gloria. Poder. Esas alas que parecen forradas en pan de oro. Las plumas perfectas que se fusionan con un cabello rubio elegante y largo. Las facciones de su rostro, con apenas cicatrices, a pesar de ser una guerrera. Podría haber sido adorada por muchos en el mundo mortal. Apenas puedo culparla. Si me adorasen de la misma forma que a ella, probablemente yo sería igual de insoportable. Igual de creída. Es un ángel bello. Podría tener más de un pretendiente en su patético escuadrón de ángeles mandados a morir en el mundo mortal.

Todos nos tenemos las cosas calladas. Adriel es el primero que habla tras una declaración tan bárbara como esa.

—Si lo que dices es cierto... Si tienes razón en cualquiera de tus locas teorías...

—La matarán—es lo que dice la otra, Samara. Casi parece desear que me maten pronto. Si pudiera, la destriparía y me regodearía sobre su cadáver. Eso sigue confirmando que soy un demonio. Uno que siente pena por algunos, pero por esta sádica no—. Lo harán antes de que pueda declarar o defenderse siquiera. Nada de abogados ni defensores. Van a ir a por ella. No van a negociar. Será una condena patética con una resolución pobre, para contentar a los que no lo saben, para darles un motivo extra... Pero no será más que un teatro para lo inevitable—la lástima es que llegue a tener razón.

Si un demonio tiene tanto poder, lo suficiente como para hacer frente a guerreros o a ángeles más poderosos, la verdad es que sí que soy una amenaza. Si tengo tanto poder, estoy muerta. No dejarán que aprenda lo que tengo. Hay algo que los libros de la Hermandad remarcaban siempre y es que los ángeles siempre nos han visto por encima del hombro. Si yo los miro por encima del hombro... ya no es tan divertido para ellos. Las sonrisas en sus rostros victoriosos se quedarían en una línea sin expresión alguna si alguna vez un demonio los doblega. No es lo normal.

El lugar de los demonios siempre ha sido permanecer por debajo de ellos. Unos libros de veinte mil años de antigüedad decían que si llegaba el día en el que le hicieras frente a un ángel, estabas condenado. Tener miedo de los ángeles está dentro de la genética de los demonios. Nos enseñaron a tenerles miedo porque un día nos sometieron. Nos prometen, demonios mayores, que los ángeles nos hundirán las veces que quieran, porque pueden hacerlo. Esto no es lo normal. Si puedo declarar la guerra a alguien con tanto poder, desataré el fin.

Sangre y Traición (#1) - EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora