Viajar desde Vitala hasta Viane no es un camino corto a caballo. El lado bueno es que esta ruta es de las más comerciales de Tantra, con un montón de viajeros, comerciantes y tránsito, lo que la convierte en una ruta vigilada por el ejército de Tantra y es segura, un poco más que las demás. Si alguien roba a comerciantes, puede que la condena sean azotes o quizá intentar sobrevivir en la arena por una semana. Es una ruta larga, de norte a sur, y las piernas junto con mi trasero están machacados.Ir al caballo resulta muy bonito al principio. Piensas que montas a un animal hecho para esto, que es cómodo porque no caminas... Pero termina convirtiéndose en una tortura. La ruta que hacemos Adriel y yo dura dos semanas, aproximadamente. Cada dos o tres noches dormimos en una posada de la carretera y me la juego utilizando mis trucos, porque cualquier demonio podría olerlos. Por eso me encargo de ahorrar dinero a medida que nos acercamos a Viane. Es eso o volver a dormir en la calle, en una intemperie peligrosa por los animales salvajes. No quiero ir encantando a todo el mundo, pero para robar no me queda otra. Solo rezo a los dioses para que nadie me huela. Vamos a sitios pequeños, de mala muerte, donde un demonio no se metería, porque queremos lujos, y me incluyo en ese todo. El oro podría volverme loca, pero me niego a arriesgarme más de lo que debería.
Las hostilidades por parte de Adriel crecen y apenas hablamos. A medida que pasan los días, me siento diferente y no puedo hablarlo con nadie porque Adriel ha decidido levantar muros a su alrededor. Quiero entender que es porque esto le resulta difícil. Para mí tampoco es fácil viajar con un ángel que me ha transmitido sus sentimientos. Un ángel que tiene un sentimiento de culpa muy grande. En realidad... Lo que lo complica todo es que precisamente se trata de un ángel guerrero. Lo demás no es importante. He conocido a mortales al borde del suicidio... Y ninguno de ellos logró que un demonio entendiera su dolor. No quiero sentirme culpable.
El problema es que es un ángel guerrero con el que he hecho un pacto de sangre. La marca dorada y plateada se entremezcla, intacta en mi mano, como si estuviera viva antes que envenenada. ¿Un demonio tiene cuerpo suficiente como para albergar el alma de un ángel? Son seres de luz celestial. Igual su alma también tiene y eso es lo que me está volviendo loca. No paro de pensar que igual es que no estoy hecha para esto. Y el otro problema es que a medida que viajamos por la ruta entre Vitala y Viane, más parece un mortal.
Me estoy olvidando de que es un ángel y eso que me esfuerzo a metérmelo en la cabeza. He hecho un buen trabajo, pero ni siquiera yo pasaría por mortal al tomar sangre en mi pequeña petaca. Los ángeles tienen gestos mortales, muchos. Para empezar, Adriel ni siquiera come carne. No me esperaba encontrar tantísimas similitudes entre dos especies que rivalizan con la mía. No es solo ese aspecto, ni esa piel sin cicatrices de porcelana, su pelo dorado, un hombre que se desea en Tantra... Es solo que Adriel tiene un estilo de vida incompatible con cualquier demonio. Yo no puedo comer nada de lo que él come, por mucho que me cambie de imagen. Sigo sangrando negro.
Y sigo siendo un gusano para él.
Adriel toma moras por el camino y se las come. Me ofreció una vez. Mi cara de asco bastó para darse cuenta de la sandez que acababa de hacer. Se las come encantado, las lava con un poco de agua de ríos y manantiales disponibles de las rutas de las vías principales. No se come pocas. Come muchísimo. Yo tengo que tomar sangre de animales salvajes como corzos y la tengo que guardar en mi petaca para que nadie lo huela. Por mucho que mi aspecto sea el de una mortal, jamás podré hacerme pasar por una.
Adriel lleva un saquito de frutos secos que va rellenando en cualquier posada que nos encontremos. Le gustan mucho los cacahuetes y parece que las nueces no terminan de gustarle. Una vez me dio a probar eso, cacahuetes. Dije que no. El olor era nauseabundo y me daban ganas de vomitar. En una posada, Adriel encontró anacardos y aseguró que eso sí estaba bueno, que era raro que lo pudiéramos degustar en Tantra. No quise decirle que si estaban en este país era porque se lo habían robado al suyo. Ni siquiera hice el amago de llevármelo a la nariz. No quiero más de esa basura porque estoy hecha para la sangre. A Adriel le costó aceptar que yo era carnívora en todos los sentidos, que biológicamente era imposible que consumiera algo como lo que él come. Estoy hecha de la sangre.
ESTÁS LEYENDO
Sangre y Traición (#1) - EN EDICIÓN
FantasyAquello que el destino una nada puede separarlo. Kendra Malikva es un demonio que no vive de la manera que debería. Sin haber sido capaz de meterse en el peligroso mundo de los pactos, vive resignada bajo la custodia de Trinity Landford, madame del...