—Puede que no te conozcas las leyes celestiales, bicho, pero antes de salir a la arena todos los... ángeles... tienen derecho a una última voluntad—me dice el ángel guerrero tras volver después de dejar a Adriel reunido con su grupo de ángeles. Ella me lleva por los mismos pasillos de piedra, como la última vez. Los mismos que se forman a su paso. Los mismos que notan cómo ella se atraganta al llamarme ángel, aunque yo tampoco es que me sienta uno.Ahora mismo no llevo cadenas. No puedo salir de aquí por varias razones: la primera es que no puedo volar porque no tengo alas. Y seguro que confía lo suficiente en mí como para que no opte en arrancarle las suyas. No me consideran una amenaza. No sé si eso es bueno, pero sí que me siento menos que todos ellos porque pueden volar. Yo sigo siendo un demonio que siente envidia por todo lo que los demás tienen y yo nunca tendré. Sí que siento que todo esto ya lo he perdido. Estos en realidad son mis últimos minutos... quizás horas... de vida.
—Tampoco te emociones—me dice ella.
—¿Crees que voy a suplicar? Realmente no conoces el orgullo de un demonio—al contrario de lo que esperaba, la chica se ríe. Se burla un poco—. Quiero saber tu nombre—eso hace que me mire con las cejas en alto—. Quiero dejar de pensar en ti como mi celadora, o como el gusano de alas moradas que me llama bicho—pasamos entre guardias que mantienen sus manos en los pomos de enormes espadas, tan grandes que están apoyadas en el suelo, desenvainadas y listas para atacar. Dioses, yo nunca sería capaz de manejar algo como eso.
Los pasillos se ensanchan hasta que llegamos a una sala que parece el recibidor de la prisión, aunque yo no accedí por aquí la última vez. Los ángeles guerreros permanecen en silencio, armados hasta los dientes, con cascos de hierro oscuro decorados con crestas de colores que oscilan de entre el negro, el morado y el plateado. No veo sus rostros, pero sí sus ojos y la mayoría tienen cicatrices a su alrededor. Y huelen a rabia. Igual sí que soy una amenaza. Ver que me temen es casi un honor para ser la última vez de mi vida. Tantas armas, tantas protecciones... ¿Existirá realmente la forma de salir de aquí con vida si hay tanta gente que me tiene miedo? Porque sé que se protegen de mí. Intuyo que no soy poca cosa, que no soy ese bicho inmundo que siempre me han dicho.
He dejado a los demás convencerme de que soy una miseria. Los ángeles nunca tendrían por qué protegerse con tanta ansia de los demonios. Es más, los propios demonios creíamos que si nos encontrábamos cara a cara con ángel, nuestro destino ya se había sellado. Estábamos muertos, sin ninguna escapatoria. Los cientos de libros de la Hermandad de los Oscuros tenían ilustraciones de estos ángeles y no estaban tan armados. Bajo esos nombres siempre decían que los ángeles mataban si tan solo los mirabas. Si se tenían conceptos visuales es porque no todos los demonios murieron, quedaron testigos de esa grandeza. Era un temor que todos los demonios llevábamos en nuestros corazones. Las pesadillas de los ángeles encontrándome como los que esperé que me matasen tras la destrucción del burdel. Ellos son ahora los que me temen.
Me he convertido en el monstruo de los que aparecían en mis pesadillas.
—Eva—me dice ella, mientras mira a sus compañeros—. Mi nombre es Eva.
**
El mundo celestial no es nada de lo que te imaginas. Sueles pensar en un paraíso. Pero esto se está muriendo. Son islas flotando a punto de ser engullidas por una noche eterna. Eso fue lo que me dijo Destino, entre múltiples cosas, pero decidí restarle importancia. Cuando veo el paisaje, me pongo a pensar en todo lo que dijo. Tenía otras prioridades. Primero tenía que procesar que estaba hablando con la mismísima Trinity Landford y eso sigue siendo complicado en mi mente. Porque para mí siguen siendo personas diferentes, con vidas diferentes, especies de otros mundo.
Trinity era una chica muy mortal. Nunca me paré a pensar que ella supiera de antemano que me estaba matando. Trinity no parecía ser un ángel todopoderoso que jugaba con lo que podría ser si me dejaba vivir. Pensaba que ella era una sádica, fuera de lugar, pero en Tantra alguien tan cruel ni siquiera destaca si es hermosa.
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Sangre y Traición (#1) - EN EDICIÓN
FantasyAquello que el destino una nada puede separarlo. Kendra Malikva es un demonio que no vive de la manera que debería. Sin haber sido capaz de meterse en el peligroso mundo de los pactos, vive resignada bajo la custodia de Trinity Landford, madame del...