Capítulo 31. ADRIEL

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Me encargo de repasar las plantas más altas del castillo. Todavía están vacías porque aquí solo hay habitaciones cerradas con llave y no huelo a nadie. Nadie puede venir aquí a divertirse todavía. Me llevo la mano al cuello, hacia el collar que Elisia me dio. Le he cedido el de comandante a Kendra porque es el único que podría darle cierto poder sin anular los suyos, siempre y cuando yo le dé permiso al collar de que el portador no salga perjudicado. Le he dicho a Kendra que marque a demonios para después matarlos, pero esa tarea la va a hacer por mí.

Kendra ni siquiera ha dicho nada, solo ha asentido y se ha marchado después de eso. Pero sé cómo me miraba mientras le ponía el collar. Sabiendo la clase de persona que soy, pero sin cuestionarme en ningún momento. No parece preocupada por dejarme solo ante tantos enemigos y, en parte, que lleve un collar celestial es una seguridad. Si me delata, la delataré. Tenemos suficientes enemigos a nuestro alrededor, pero es difícil creer que Kendra no me vendería. Es un demonio al que no puedo matar y de seguro que no se va a preocupar por mí. Creo que los dos estamos más cómodos cuando dejamos una distancia entre nosotros.

Esta vez quiero estar solo en una de las habitaciones privadas porque necesito hablar con uno de los míos. Más de dos semanas sin saber nada de ellos. Pero si de verdad van a culpar a Amellán de lanzar bombas, entonces están todos muertos y no es ninguna broma, ningún simulacro. Esto es algo serio de verdad, la guerra ya no es un juego. Con esa excusa, el Imperio de Tantra no se contendrá y, aunque el verano haga que la guerra se vuelva menos sangrienta, puede que no lleguemos a contar el invierno. Tantra atacará con todas sus fuerzas mientras en el Reino de Amellán asumen que tendrán tiempo de curar a sus heridos porque todos se esperan que Tantra celebre el verano sin que la guerra sea una prioridad. Eso cambia en cuanto la muerte del general como el de Lumen salga a la luz. Es una acusación demasiado grave como para pasarla por alto. Ahora mismo, para el Imperio de Tantra, Amellán solo es un territorio tantrés que se niega a aceptarlo. El Imperio de Tantra ni siquiera los considera una amenaza, porque si fuese de ese modo, cosa que pasará... Como pasó con el Reino de Baurén, estarán todos muertos.

Me llevo la mano hasta el collar que Elisia me entregó hace unas semanas en caso de que la necesitara. No, no necesito un rescate, pero sí necesito cooperación, o al menos salvarles la vida. La llamo a través del collar tal y como me dijo. Pronto aparece una pequeña luz plateada delante de mí. La forma de una mujer alta aparece poco a poco tras la luz, que ningún ojo salvo el de un ángel, podría mirar. Si un mortal me espía, se va a quedar ciego. Un demonio ya habría muerto sin posibilidades de llamar a nadie. Segundos después, Elisia está delante de mí, esbelta como siempre.

—Por Dios Adriel, ¿qué narices te ha pasado? —me pregunta Elisia.

Ella no va con su habitual armadura. Solo lleva un camisón largo de color marrón neutro y las alas están completamente escondidas en su espalda. Ese color solo lo lleva por si tiene que salir corriendo, la ropa perfecta para camuflarte en la arena en caso de huida extrema, si no fuese por su pelo rojo como la sangre. Elisia suele ir armada hasta los dientes, de seguro que bajo el camisón lleva un par de dagas colgadas en sus muslos. Para ser ella, ahora mismo está bastante desarmada. Se me había pasado la hora a la que la he llamado. En el Reino de Amellán, al menos cerca de D'Wana, donde ellos deben de estar... Hay por lo menos unas dos horas más que en Viane. Elisia, aunque tenga las alas bien escondidas, se ve como alguien sobrenatural. Ahora mismo es más alta que yo, con el pelo suelto cuando lo suele llevar recogido. Casi parece que la he sacado de la cama que compartía con alguien, con alguna mortal más a la que engaña. No está lista para una batalla, pero sí para seducir a cualquier mortal que la adore. De hecho no saben lo que se les va a venir encima porque el Imperio de Tantra sigue callado con lo que Kendra provocó y no asumirán que la culpa es de un demonio. No de uno de los suyos.

Sangre y Traición (#1) - EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora