Capítulo 42. KENDRA

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No puedo evitar cómo se me retuercen las tripas al escuchar esas palabras después de tanto tiempo sin oírlo. Esas palabras que tanto desee una vez escuchar pero que nadie me brindaba, quizá las palabras por las que hubiese matado a alguien si de verdad nunca me las daban en ningún momento. Ese ser tiene los ojos dorados, como los de Destino. Sus rasgos no lo identifican como una hembra, sino que en realidad tiene una prominente barba algo larga y desaliñada y unos pómulos marcados como los de un mortal entrando en la vejez. Desprende la misma esencia que ella y llamándola hermana me queda claro que es un Creador. No sé cuál es, ni si este considera mantenerme con vida... O si es uno de los que piensan que Destino se ha vuelto loca.

—Pero me supones un enorme problema—continúa diciendo él.

Eva se pone en pie y se queda por detrás de mí. Qué jugada tan maravillosa. De esa forma no podré echarme a correr. No voy a poder apartar a un ser todopoderoso delante de mí. Aunque tumbe a Eva, el Creador me encontrará antes que los guerreros armados que custodian la puerta de este pasillo. Encerrada completamente en un lugar agónico sin esperanzas de huir. ¿Qué quiere este de mí? Supongo un problema, ¿no? Igual solo quiere matarme o hacer de esto un circo que termine definitivamente.

—Y a la vez te necesito—sus uñas afiladas raspan en mi barbilla.

No huele especialmente bien, ni parece brillar ni cuidarse tanto como Destino. Pero él tiene las mismas señales de que es un ser con mucho poder. La luz celestial recorre sus ojos y su piel como si fuese su propia sangre. No logro verle el pelo, salvo esa barba morada.

—¿Quién eres? —pregunto en un susurro.

—Me llamo Mundo—responde casi de inmediato. Mundo. Es el Creador de los malditos mundos. No tiene la pinta de tener gloria en su cuerpo. Parece medio muerto—. Creé el mundo mortal, con todas sus bases. Creé el infierno para los de tu condición. Y hace eones que cree este mundo también. Pero como puedes ver tanto en mí como en este paisaje, nos estamos... Muriendo—qué manera más sutil de darme la explicación a su aspecto putrefacto sacado de un cuento de terror mortal. Me quedo en silencio. Mundo asoma una pequeña sonrisa que no me hace ningún tipo de ilusión. Da miedo ver esos dientes que también se pudren. Su sonrisa es tétrica y parece que su piel no resiste sobre sus músculos débiles.

›› Quiero hacer un trato contigo. Para empezar, porque mi hermana solo ha estado jugando contigo—me asegura él. Cuando habla de una hermana, me habla de Destino.

Ella misma me había dicho que tenía hermanos, y así se llaman los Creadores entre sí. No necesito que me jure que ella ha estado jugando conmigo. Soy la primera que es consciente de esto. Destino ha hecho lo que ha querido conmigo, con lo que me rodea. Nos ha hecho cosas terribles. Mató a ángeles solo para que mi historia pudiese seguir. Permitió que viviera encerrada en ese burdel sin matarme solo para que siguiera. Nada de lo que hemos vivido, el dolor que eso nos ha causado... Nada podría compensarme todo este dolor.

—Destino es una mujer caprichosa—sigue hablando él—. Puede que ella te hable de su don como algo inevitable. Pero ella es quien realmente lo maneja todo—se acerca a mí. Doy un pequeño paso hacia atrás—. Mi hermana teje su ovillo rojo, escribiendo los destinos, creciendo siempre en sus manos y enredándolos en las almas incluso antes de que estén en los cuerpos mortales. Todo lo que ella considere necesario, sucederá. El mundo mortal está lleno de sus tejemanejes, y tampoco te libras—pone su mano justo sobre la mía. Cuando él lo hace, veo hilos atados a mis muñecas, a mis dedos... Pero cuando él suelta la mano, no puedo verlo—. Te ofrezco librarte del juego de mi hermana. Puedo cortar estos hilos.

—Me estás ofreciendo algo demasiado grande—murmuro. Él se me queda mirando con esos orbes dorados en su rostro putrefacto. Sin embargo, esa oferta realmente es tentadora. Eso de tener el control de mi propia vida por primera vez...—. ¿A cambio de qué? —porque no puede ser barato romper lo que uno de sus hermanos ha establecido. No puede ser barato.

—Veo que eres lista—su sonrisa torcida apesta—. Estás metida en algo que no deberías. Te han metido, más bien lanzado, en un asunto de mucha relevancia y poder, querida. Y sé, más que nadie, que tú darías lo que fuera por salir de ahí—entonces soy un problema—. Matarte sería una solución temporal. No tenemos tiempo—la manera en la que lo dice parece que realmente ese es también mi problema y ni siquiera sé qué pinto yo aquí—. Algo falla en este mundo. Me muero. Y no puedo esperar a que llegue otro demonio como tú que nos dé una solución—él permanece ahí, estático—. Este Juicio es una farsa. Los Sabios quieren matarte porque te consideran una aberración. Muchos de ellos se olvidan o no han vivido lo que realmente sois los demonios. Mi hermana Destino moverá sus hilos y provocará cosas que no te gustarán. Tienes un poder enorme dentro.

—Ni siquiera sé qué clase de poder tengo—confieso en un susurro—. El máximo poder que pensé tener... Resulta que fue obra de Destino. Solo tengo pulsos de fuerza. Eso...

—No, no, eso no es tu poder. Tu aspecto es el de un demonio mediocre. Alguien como tú no tiene el aspecto glorioso que merece—ni siquiera sé de qué me está hablando. Pero él alarga su mano hasta tomar con un dedo la cadena que me dio Eva—. Esta cadena es de hierro infernal, forjada por aquellos que tampoco tienen alma, para potenciar tu poder y protegerte de los ataques. Te aseguro que mi hermana no cuenta con que lleves esto. Provocará que a tu compañero lo dañen.

—Adriel...

—No tienes que darme explicaciones—él suelta el collar—. Ese ángel guerrero del montón solo es un detonante para que desates tu poder. Si estás vinculada con el esclavo, entonces lo dañará y tú te desatarás. Quiere que lo hagas—el miedo me llena—. Todo forma parte del juego de Destino. Si no me escuchas, eso sucederá. Si aceptas mi trato, entonces salvarás la vida de tu ángel y tu poder no despertará. Eso es lo que no queremos, pero Destino cree que debe suceder. Puedes quedarte con ella y ser su títere. O puedes tomar mi oferta y vivir en paz.

—¿Qué clase de poder tengo? —pregunto en un susurro.

Tengo miedo de la respuesta. No quiero pensar lo inmenso que es si una Creadora está como loca por desatarlo. La amenaza de Destino a Adriel antes de que me dejara marchar... Eso quiere decir mucho. Ya me dijo que el Juicio sería de lo menos agradable y por eso sé que este Creador no me miente. Que eso es lo que quiere ella. Quiere despertar un poder en mí que ni siquiera yo quiero saber de qué se trata. Pero otro Creador, Mundo, tiene miedo de lo que sucederá si se desata. Él trata a Destino como una niña. ¿De quién me puedo fiar? Al menos siento que este Creador no esconde sus cartas y me deja la opción de elegir. ¿Cuánto poder debo tener si un Creador me da la opción de elegir?

—Uno inmenso que no te conviene descubrir—su respuesta lleva la amenaza entre cada palabra que sale de su boca—. Con la cadena del infierno y, conociendo tu fuerza, espero que no tengas problemas en matar al Sabio que yo mismo he elegido para ti. Uno débil. Pero creen que tiene la partida ganada. Puedes hacerle sufrir si te apetece. Entiendo que la violencia sigue gustándote—no digo nada. Es posible que lo disfrute. Pero eso evidenciaría la clase de persona que soy—. Yo sé que le ganarás, aunque Destino me pueda poner en duda—Eva está escuchando todo esto—. Te aconsejo que no lo derrotes fácilmente o Destino sabrá que uno de sus hermanos te ha ayudado—asiento poco a poco—. Si te ayudo, si dejo que tu ángel viva y tú salgas viva de aquí como demonio... Te daré la llave del mundo mortal y tendrás la inmunidad expresa de todos los ángeles que osen matarte. Podrás llevarte a tu ángel contigo y tendrás que vivir en relativa paz. A cambio, no despertarás tu poder. Nunca. Nunca en toda tu vida. Lo contendrás dentro de ti. Mandaremos a los demonios al infierno e intentaremos ver si eso reflota este mundo. ¿Trato? —titubeo.

—¿Ese poder puede hacerme daño? —él esboza una pequeña sonrisa en su rostro.

Unos pequeños rayos de luz celestial recorren sus mejillas en ese momento. Tiene el pelo oscuro cayendo por ambos lados de su rostro amoratado y resquebrajado.

—No te lo puedes imaginar—él alarga su mano hasta mi hombro. Se acerca a mí de manera que sus labios están sobre mi oreja. Puedo oler la muerte abrazándolo—. Ese poder te matará. Nos matará a todos. A todos los Creadores. A todo ser viviente. ¿Aceptas mi trato? —trago mi propia saliva. Si este trato salva a Adriel de su destino de morir, así será.

—Acepto.

Sangre y Traición (#1) - EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora