Estoy ardiendo. Literalmente.Aren permanece tumbado a mi lado. La arena está por debajo de nuestros cuerpos. Cuando alzo la vista hacia más allá, las dunas están rodeándonos. Estamos en mitad del desierto de Baurén. No sé si estamos cerca de la Zona de Guerra, o ya en territorio del Reino de Amellán. Miro hacia el cielo. He reventado un edificio entero y siento que me voy a volver loca. Hiperventilo. Aunque no lo necesite, lo hago. He matado a cientos de mortales. No, seguro que son más. Por todos los dioses... Vuelvo a mirar a Aren. Está intacto, a mi lado. He matado a muchísimos mortales. Dioses. Dioses. Voy a provocar el fin del mundo. Y por mucho que quiera calmarme, eso es imposible.
Quiero convencerme de que eso no ha pasado y que es producto de mi imaginación. Pero sé que eso es una enorme mentira. He matado a muchísima gente y esto va a desencadenar el fin del mundo. Con el general de la provincia de Marna descubriéndome, Alessandren de Lumen, viendo lo que soy realmente... A mí y a Aren como si fuésemos una aberración. Supongo que lo somos.
Y exploté.
Pude ver su carne quemándose hasta quedarse en unos huesos que se volvieron polvo, delante de mi cara. Desintegrado. A él. A Trinity también. Estaba en la habitación. Está igual de muerta. A todos los que estaban en el burdel y en sus alrededores. Me recuerdo gritando sobre hecho porque me pareció horrible. Quería irme de allí con todas mis fuerzas y supongo que mi cuerpo lo hizo. Un escalofrío me recorre a pesar de arder. No sentí ningún tipo de placer. Fui yo la que los temía.
Y sigo siendo la que tiene miedo.
Ellos vendrán.
—¿Eh? —escucho a Aren—. ¿Me oyes? Te he preguntado que cuánto has pagado por tenerme. ¿Estás sorda? —se ha despertado. Está muy somnoliento y descuidado. No puedo culparle. Es normal que piense esto porque ya nos lo dijeron. Los mortales que acaban de pactar por primera vez pueden sufrir una especie de amnesia que dura poco tiempo. Hasta que nos miremos de nuevo a los ojos, Aren no sabrá quién soy. Por eso, cuando nos miramos, y yo sigo brillando, sudando, centelleando como una estrella... Aren abre la boca y cambia de parecer por completo—. Joder... Eres Kendra Malikva.
—Los mortales tenéis amnesia hasta que miráis de nuevo a vuestro pacto a los ojos—explico. Pero él solo alza una mano hacia su cara y después a su cabeza.
—¿Me has pegado? Me duele media cara.
—No te despertabas—entonces él parece acercarse a mí—. Necesitaba que te despertases. Pero es casi mejor que no te enterases de nada—algo lo repele.
—¿Y sabes también que estás ardiendo? —Asiento. Tiene razón.
Ardo.
Mi ropa negra ya desprende humo que indica que pronto empezará a arder. Por eso mismo me la empiezo a quitar. No me apetece quedarme sin ropa en mitad del desierto porque la he quemado. Aren respira con cierta fuerza y parece muy escandalizado cuando se está dando cuenta de que me estoy desnudando. Me quito la camisa del todo y me bajo las faldas. Mis manos van hacia el corpiño.
—Para Kendra. ¿Qué haces? —me pongo de pie para quitarme las enaguas y las medias. Me lo quito todo porque necesito sobrevivir. Me enfriaré y volveré a vestirme.
—No voy a desperdiciar lo poco que me queda—lo único que me consuela ahora mismo es ver que Aren no me mira con deseo. Creo que es el hecho de que los mortales no se acostarían con algo que arde y brilla como una estrella, por muy desnuda que esté—. No tenemos tiempo, Aren. Tenemos que irnos de aquí. Lo siento—me mira confundido. Él no sabe nada.
—¿Cómo narices hemos terminado en el desierto? En mitad de la nada.
¿Cómo puedo contarle a un mortal que soy una asesina que ha provocado el fin de los tiempos para ellos? Los mortales tienen normalizado eso de matarse entre sí, aunque se castiguen por ello, pero pueden hacerlo. Cuando la cosa ya no va con ellos, entonces yo me convierto en un monstruo. Aren mira a nuestro alrededor y yo también lo hago. Lumen nos queda lejos, al horizonte de todas las dunas del vasto desierto de Baurén. Lejos. Muy lejos.
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Sangre y Traición (#1) - EN EDICIÓN
FantasyAquello que el destino una nada puede separarlo. Kendra Malikva es un demonio que no vive de la manera que debería. Sin haber sido capaz de meterse en el peligroso mundo de los pactos, vive resignada bajo la custodia de Trinity Landford, madame del...