IV CRISTAL IV

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El viento salado parecía soltar el peso en los hombros de Cristal. La playa era su refugio y no solo por estar lo más lejos posible de su palacio, sino porque, al contemplarlo, Cristal se sentía capaz de hacer todo lo que deseaba; se sentía sin ataduras, y que, al otro lado del mar, encontraría aquello que siempre deseó.

El mar era, naturalmente, un misterio. Pero para Cristal era un familiar puente que la esperaba a que lo cruzara.

Por Hades Neal ahogó una risa a su lado. Habían entrado a la sucursal de Ahoy's en la playa. Los padres de Maureen eran los más conocidos importadores de helados en Auradon y todos lo amaban, por lo que tenían puestos hasta en el bosque encantado, por si en tu perdida caminata se te antojaba algo helado.

Detrás del mostrador, Gideon los veía más que incómodo ante la atención de su nuevo compañero de cuarto. Al ser la playa el lugar menos concurrido durante la tarde, tan solo adultos, Maureen y Cristal sabían que ellos trabajaban un turno. Y no era que le avergonzara su trabajo, sino su uniforme; un traje azul con blanco que simulaba la vestimenta de un marinero, junto a un gorro blanco. Gideon y Olympia eran conocidos por tener una expresión seria ante los ojos de los demás, parecían muy capaces de empezar una pelea y terminarla. Todos procuraban evitarlos, pero Cristal jamás se vería intimidada por sus amigos, quienes soltaban risas con ronquidos y chistes pésimos, mucho menos con esos trajes de marineritos.

¡Ahoy! saludó Olympia, saliendo del área de descanso con un helado de fresa. Maureen chilló, emocionada, y avanzó al mostrador en brincos, tomando el obsequio que siempre le preparaba Olympia, y dándole un sonoro beso en la mejilla. ¿Algún sabor en especial?

Vio de reojo a Neal voltear hacia ella. Cuando lo miró, él seguía con su mirada sobre ella, sin saber qué decir. Para ser el hijo de un villano muy poderoso, capaz de hacer magia y ser el más intimidante entre todos los chicos de intercambio, ahora parecía ser un niño, inseguro por no saber qué decir.

No has probado un helado aseguró en voz baja, una vez que se vio reflejada en su perpleja mirada. Neal asintió, frunciendo los labios.

Lo único frío que tenemos en la isla son los hielos habló, volviendo a Olympia. Cristal apreció que, aunque su rostro expresaba una cosa, su voz se mantenía firme, fingiendo lo contrario.

No evitó continuar observándolo, como lo hizo en el descanso cuando Neal y Olympia se lo presentaron. Se había contenido de juzgarlo por su aspecto, no como todos en la escuela lo habrían hecho. Sabía que detrás de cada uno había algo más que solía unirlo con otros, por lo que, en silencio, no perdió detalle alguno de él.

Entonces no tienes otra opción, amigo Olympia se puso de pie, con aquella seriedad que Cristal sabía que era solo de broma ¡A probar todos los helados!

La sonrisa de Cristal no pudo contenerse y sus amigos de pronto se vieron complacidos por el incoherente mandato de Olympia. Su mirada volvió como reflejo a Neal y, para su sorpresa, él también volvió a verla. Le ofreció una corta sonrisa, incómodo ante la emoción de los demás, Cristal le dio una comprensiva mirada de disculpa, pero le señaló que se acercara al mostrador, donde no se arrepentiría de probar todos los helados del puesto.

Cristal se sorprendió por su propio pensamiento al reconocer que tal vez, a pesar de provenir de distintos mundos y tener diferentes aspectos, había algo más profundo en ellos que podía unirlos.

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Pero no se me congelará el cerebro, ¿verdad? Neal le volvió a preguntar, viendo, receloso, desde la banca a Maureen lanzar piedras al mar con Gideon y Olympia.

Después de ambas haber visto la terrible mueca de dolor que hizo Neal, Maureen, en lugar de haberse preocupado, no evitó soltar una corta risa y decir con inocencia que su cerebro pronto se le congelaría. Cualquiera habría reído con ella, pero tuvo que habérselo dicho a la persona que nunca había comido helado y no conocía esa frase.

Es solo un término Cristal le sonrió con tranquilidad, esperando que por fin dejara de pensar en eso. Solo procura no comer tan rápido el helado de nuevo.

Neal volvió a hacer otra mueca, mientras sobaba un lado de su cabeza. El efecto del cerebro congelado se estaba desvaneciendo, pero era la primera vez que él lo experimentaba, por lo que Cristal dudaba que lo fuera a olvidar con facilidad.

El silencio volvió, aunque esta vez no fue parecido al que experimentaron en su primer encuentro. Cristal podía cerrar los ojos, disfrutar de su postre y del aroma del mar, y seguiría sintiendo la cálida presencia de Neal, tan cerca que sus hombros podrían tocarse si uno se inclinara más. Otra cosa que admiró fue que la cercanía de él no le provocaba mantener distancia, había algo en su ingenuidad ante todo en Auradon que le hacía indagar sobre la verdadera vida que tenían los Perdidos en la Isla y no la que los adultos solían contarles.

¿Todo bien? se volvió hacia él, al notar de reojo que se reclinaba a su lado contrario y murmuraba entre dientes. Él giró de inmediato a ella, asintiendo.

Claro el haber sido educada para no perder detalle de nada desde niña le ayudó para notar que guardaba con lentitud algo en el bolsillo de su pantalón. Decidió que lo mejor era darle espacio al chico nuevo. ¿Así que por eso les gusta la playa? Pensé que sería más concurrido.

Solo cuando alguien importante tiene la extraña idea de hacer una fiesta aquí habló, recordando los festejos que los padres de Moe planeaban desde que se casaron. Los cumpleaños de sus hijas eran los que más se festejaban ahí, hasta que crecieron y Melody consideró más apropiado elegantes fiestas en el palacio y Maureen solo reuniones con su pequeño grupo de amigos. Supongo que en la Isla también hacen sus celebraciones. Una parte de ella se reclamó y llamó a sí misma tonta, la vida de ellos no era nada parecida a la suya, ¿acaso tendrían razones para celebrar la vida que les había tocado?

Neal se encogió de hombros, ajeno. No hubo miradas de reclamo ni comentarios ásperos.

Siempre hubo desastres en las calles, así que a eso lo llamaría festejos para nosotros se había acomodado sobre su asiento, doblando una pierna, dirigiéndose completamente a ella. Cristal apoyó un brazo por el respaldo, imitándolo. Alguien tendría que ser muy demente para hacer una fiesta y esperar que saliera ileso.

¿Así que nunca tuviste un festejo? volvió a indagar y esta vez Neal asintió.

Rumplestilskin es más cuerdo de lo que aparenta Cristal contuvo una risa y se concentró en prestarle atención. Nunca olvida algún evento importante de su vida. Siempre festeja mis cumpleaños dándome un libro de pociones o hechizos que guarda en una sección de su biblioteca... Aunque él sabe que prefiero las pociones y dentro del libro siempre viene un ingrediente.

Para ser un villano, suena un buen padre dijo en voz baja, con la vista fija en la arena. No evitó recordar el último regalo que sus padres le dieron que fuera algo que realmente le gustaba, y había sido una muñeca.

Nunca fue un padre muy presente, pero creo que es el villano que mejor podría cuidar de uno.

Cristal dirigió su vista al mar, viendo más allá de las salpicaduras por las rocas que sus amigos lanzaban. Con su buena vista, podía distinguir la pequeña figura de la Isla al otro lado. Los pensamientos de siempre volvieron a ella, preguntándole cómo sería estar en el lugar de un habitante común, saber por experiencia lo que era su vida. Saber la verdad y poder utilizarla a favor de ellos.

Soltó un suspiro, dejando de nuevo a esas ideas en un rincón de su mente. Llamando la atención de Neal, se puso de pie y le ofreció su mano.

Vamos, hay que demostrarles que podemos hacer rebotar más veces esas rocas... con un poco de magia, quizá vaciló con una corta sonrisa.

La expresión natural de Neal era neutra, justo como ella, por lo que todo su rostro cambió ante el más corto gesto.

Κατάρα |DescendientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora