❝No podrá reclamar lo que merece y su deber será su prisión❞
Una frágil corona de diamantes.
Según el itinerario, Cristal debía de despertarse antes del amanecer para poder arreglarse y desayunar con calma antes de volver con tranquilidad a Auradon Prep.
Y ahí se encontraba, revisando por quinta vez que todo estuviera dentro de su mochila, en un intento de llegar a la hora marcada al desayuno. No había tardado en arreglarse para volver a la preparatoria, obteniendo varios minutos de espera, por lo que recorría la inmensa habitación que la acogió desde que pudo dejar de dormir en la habitación de sus padres. Apreció la luz del amanecer traspasar las traslúcidas cortinas, dándole un aspecto angelical al lugar.
El reloj en su buró sonó estrepitosamente, que Cristal casi se lanza hacia él para darle fin al ruido, pero debía de recordar mantener la compostura en cualquier escándalo. Era una de las primeras reglas de la realeza.
Colgó la mochila azul sobre un hombro y por fin pudo decirle adiós a la inmensa habitación que parecía ahogarla. De camino hacia las escaleras, se encontró a su mellizo menor por siete minutos. Chad lograba conseguir una apariencia elegante, pero relajada, mientras que ella estaba impuesta a simplemente verse perfecta. La saludó con un asentimiento con su típica juguetona sonrisa y bajó las escaleras entre brincos. Cristal bajó con delicadeza, sosteniéndose del barandal.
Alrededor del comedor, los sirvientes se encargaban de traer a la mesa todo alimento necesario para que su realeza pudiera comenzar el día lo más satisfechos posible. Cristal saludó a cada uno mientras se acercaba y se sentaba en su lugar asignado de muchos años. Chad apenas llegó, se abalanzó a la comida.
Justo cuando se dedicaba a comenzar con un pequeño plato de frutas, observó detenidamente a su hermano comer sin cuidado alguno una fila de panqueques con miel. Pero dejó de mirarlo cuando se anunció la presencia de los reyes, todos detuvieron sus actividades e hicieron reverencia, incluidos sus hijos, aunque Chad seguía más interesado en la comida.
El desayuno transcurrió en una conversación que muy a penas y Cristal participaba, pues sus padres estaban muy interesados en los planes que su hermano tendría esta semana, al igual que su preparación como futuro soberano, pero no hacía falta mencionar que Chad se veía muy poco comprometido con ello.
—Cristal —escuchó el llamado de su madre, giró hacia ella, esperando cualquier interés en sus planes—. ¿Qué tal tus clases de etiqueta?
La primera regla que aprendió fue no perder la postura en ninguna situación, por lo que la decepción hacia la pregunta no fue para nada notoria. Volvió su mirada hacia el desayuno, pasando el tenedor por este, como si fuera mucho más interesante que los acontecimientos de alrededor.
—Mis calificaciones siguen siendo un diez limpio —respondió, intentando no murmurarlo, ya que no era respetuoso hacerlo.
Observó a sus padres asentir, orgullosos, y le agradeció silenciosamente al mayordomo cuando llegó a avisar que la limosina ya estaba lista para llevarlos de vuelta a Auradon Prep. Cristal se levantó en seguida, sosteniendo la mochila y despidiéndose de los reyes con besos en las mejillas.
Caminaba hacia el vehículo con tranquilidad y la espalda recta. A un lado de ella, apareció Chad, corriendo y sobresaltándola. Cristal negó con la cabeza, desaprobando su acción, y fue la última en entrar a la limosina.
Durante el camino hacia la preparatoria, aprovechó para que la música le tranquilizara. Sus pensamientos no hacían más que regresar al tema de los diferentes deberes que los mellizos tenían. No tenía duda que ella obtendría calificaciones destacables en las asignaturas que Chad recibía por ser el futuro rey, tras todos haber ignorado las leyes que asignaban al primogénito como heredero designado. Brindándole todo el apoyo al varón menor.
Un nudo en la garganta le sugirió que era mejor dejar ese asunto en lo más profundo de su mente y encerrarlo para que no volviera a salir. No hacía más que torturarla, y por más que amara su deber de princesa, parecía una relación tóxica que se esmeraba en querer hundirla.
Eran emociones como esas que le hacían preguntarse qué se sentiría ser libre. Una ciudadana más y no alguien de la realeza.
La curiosidad de querer saberlo fue interrumpida cuando el chofer le abrió la puerta. Cristal le agradeció apenas y salió, junto a su hermano, caminaron hasta sus casilleros, siendo recibidos con saludos efusivos de cualquiera con quien toparan. Chad parecía más que contento con sus admiradoras y aquellos a los que llamaba amigos, mientras que Cristal hablaba con muy pocas personas, pero estaba más que segura de llamarlos verdaderas amistades.
—Princesa —escuchó la voz burlona de Olympia. Sonrió, colocando los libros necesarios en la mochila antes de cerrar el casillero. Y sintió uno de los brazos de su amiga rodearle los hombros—. Sigo sin creer que me hayan abandonado este fin de semana.
—Maureen fue por gusto —señaló, recordando que la infanta del reino de Ariel y Eric muy a penas y tenía obligaciones como princesa—. Tengo un deber con mi reino.
Olympia asintió repetidas veces, conociendo bien su frase.
—Y es por lo que necesito tu ayuda —susurró, nerviosa. Cristal sujetó la mochila, esperando hacer lo necesario por ella—. Digamos que me he metido en un compromiso y al parecer también los involucré a ustedes.
—¿"Un tour"? —inquirió, recopilando la poca información que Olympia tenía de su trabajo.
—Necesito tu voz de razonamiento para que Maureen no me lance con su abuelo.
—El rey Tritón te tratará bien en su reino —soltó una leve risa al sentir el suave empujón que le dio Olympia.
A comparación de la mayoría, Cristal prefería estar en la preparatoria, acompañada de sus amigos, se sentía libre de no recibir expectativas de su parte.
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Κατάρα |Descendientes
Fanfic• El hijo de un villano puede estar maldito, al igual que el hijo del cuento más maravilloso de hadas. Unos tal vez fueron hechizados en su niñez. Otros nac...