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❝Jamás brillará por sí misma al estar bajo la oscura grandeza de alguien más❞

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Jamás brillará por sí misma al estar bajo la oscura grandeza de alguien más


El verdoso y misterioso mar.

Los verdosos ojos de Maureen no dejaban de ver el maravilloso paisaje que el amanecer le regalaba. Cerró los ojos y extendió los brazos, disfrutando de la fresca brisa salda de la costa. Su pelirrojo cabello se dispersaba, desordenándose más de lo que ya estaba. Y Maureen amó cada segundo que pasaba con lentitud.

Aunque esta vez su encantador momento no fue interrumpido por las quejas de Sebastián acerca de su impuntualidad, sino por los chillidos de su hermana mayor sobre de lo mismo.

—¡Te quedarás si no bajas! —las amenazas de Melody no le provocaban ningún temor como ella esperaría. El mejor día de Maureen sería cuando por fin faltara a la escuela, pero si algo destacaba en su hermana era su asistencia perfecta, por lo que ella se veía obligada a cumplir lo mismo.

Con una mezquina lentitud, cargó en un hombro la mochila y bajó hacia el comedor, no sin antes haber pasado unos coloridos broches por su cabello para verse presentable.

Deseó poseer de una cámara al ver la impaciente mirada de Melody sobre ella, su pasatiempo favorito era hacer todas las cosas que su hermana odiaba. Aunque, claro, el de la primogénita era provocar que Maureen fuese comparada con ella ante cualquier situación.

Apoyada en el barandal, observó a su hermana peinarse por tercera vez antes de sonreírse en el espejo y caminar cual modelo hacia la limosina que las llevaría de regreso a Auradon Prep.

—No desayunaste, Moe —le sonrió a su padre, quien le apartó un tazón de frutas.

—Estaba saludando al abuelo —podía sentir aún la brisa en las mejillas, era tal vez un suave beso de Tritón a su nieta.

Se despidió de sus padres con sonoros besos en las frentes y corrió hacia la limosina, entrando a ella de un brinco. Se burló en silencio de la acusadora mirada de Melody, al igual que de su furtiva mirada hacia el tazón de frutas que su padre, Eric, le guardó.

Se concentró en acabar el desayuno de camino a la escuela e ignorar la conversación por teléfono de su hermana con su amiga Audrey, y por un momento creyó haber visto que la observó de reojo, burlona. Prefirió terminar de masticar las moras en vez de lanzárselas y crear un campo de guerra en la limosina.

Apenas el chofer estacionó, Melody salió cual bala, y Maureen no se sorprendió de oír desde dentro cualquier tipo de cumplido que su hermana siempre recibía. Con una sonrisa se despidió del hombre y se aferró a su mochila al bajar, todo fue distinto con ella; las personas apenas y la miraban debido a su llamativo cabello y vestimenta. Pero su sonrisa se volvió imposible de borrar cuando caminó hasta su casillero.

Abrió aquella larga caja de metal azul, mostrando que dentro de éste existía un verdadero arcoíris, sonrió al ver las polaroids donde aparecían sus amigos y familia. El viento sopló su cabello al ver su favorita; ella en un barco, abrazando a su abuelo. Volvió a sentir el aire salado acariciarle las mejillas.

Guardó los libros que necesitaría antes del almuerzo, cerró el casillero y su corazón dio un intenso vuelco, pues a varios metros de ella se encontraba aquel que ella aseguraba ciegamente que era su primer, y único, amor.

La triste nostalgia la invadió al recordar la etapa de su vida en la que jamás se alejaron del otro, su infancia se podía describir con una sola palabra, y esa era "Florian". La distancia entre sus palacios era lo más lejos que solían estar y ahora ni la mirada podían cruzar.

Admiró, como siempre, cómo el viento le desordenaba su castaño cabello; el sol lo iluminaba cual ángel, y el azul siempre lo hizo resaltar. Irónicamente, Florian Beast parecía haber sido sacado del más magnífico cuento de hadas. Y siempre era inevitable que un suspiro se le escapara de los labios al pensar en él.

Y Ben giró hacia los casilleros. Con una rapidez digna de un rayo de Zeus, recuperó su postura y caminó en sentido contrario como si nunca hubiese estado admirando su belleza desde lejos. Y por más que se volviera su rutina hacerlo, siempre le sorprendía que el heredero girara hacia donde ella estaba, como si pudiera sentir sus miradas.

Mientras caminaba por los pasillos, intentaba descifrar la hora en su reloj amarillo de manecillas. Las primeras horas no eran más que una eternidad para ella, al ser la única menor en el grupo de sus amigos, sólo coincidía con ellos en dos materias, aunque eran las únicas que tenía de todos los días.

Le tomó por sorpresa haber sido aceptada en "Historia de los reinos" avanzada. Y, aunque odiara el curso de "Etiquetas", lo único que le motivaba a ir era estar en el mismo salón que Cristal y Ben.

Descifró que era aún temprano para llegar a su clase de "Valores", pero no podía arriesgarse a llegar tarde por haber recorrido la escuela como si fuese la primera vez que la visitara. Y tampoco quería pasar por las juzgadoras miradas de los demás, escuchando susurros de comparaciones con Melody.

Agradeció al nombre de su abuelo el que el salón estuviese vacío. Alcanzó a sentarse en los asientos más lejanos, donde podía escuchar canciones ochenteras, sin riesgo a ser atrapada en la acción. Y tomando como ventaja la poca atención que atraía, tenía grandes oportunidades de poder comer en clases.

La campana sonó, marcando la primera clase. Como supuso, las personas que también se sentaban en los asientos del fondo a penas y la miraban, para ese momento, ella ya comía unas galletas que consiguió de una máquina expendedora antes de entrar.

Tan solo esperaba que la hora del almuerzo llegara pronto y así poder ver a sus amigos.

Κατάρα |DescendientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora